9/1/09

La violencia doméstica

"Muchas asociaciones feministas se preguntan por qué, si el que pega a su vecino no va a rehabilitación, lo hace el que golpea a una mujer. Enrique Echeburua, catedrático en Psicología Clínica y pionero del estudio de la violencia machista en España, considera que las primeras interesadas en que esto sea así son las mujeres. Él llegó a la rehabilitación de maltratadores hace 15 años a partir del trabajo con maltratadas. "Esos hombres tendrán más relaciones aunque vayan a la cárcel, y alguien violento es una bomba". En todo caso, los programas no llevan aparejados beneficios penitenciarios.

Dos terapeutas controlan a grupos de 10 reclusos. La terapia consta de reuniones de dos horas semanales durante un año, aparte de la tarea para hacer en casa o la celda. La autoexploración sentimental es parte fundamental del tratamiento de hombres que no saben contener su ira. Para aprender a reaccionar, apuntan en un bloc qué han sentido y cómo han reaccionado a determinados acontecimientos.

Para un déspota, cualquier tos es una provocación. Buena parte de los incidentes nacen de la incapacidad de los maltratadores para entender que el mundo no está en guerra contra ellos. A Rita Cassia Santos su novio le pegaba "porque era guapa". El 29 de enero de 2007 la mató de un disparo en Soria. Una de las prioridades de los terapeutas es hacer comprender a los agresores que si, cuando llegan del bar, la sopa está fría, no es porque su mujer haya estado flirteando con todo el barrio.

Los psicólogos insisten también en transformar los roles. Ángel Gramage, terapeuta de familia y miembro del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid, considera que el reparto de papeles activos y pasivos desde la infancia explica que entre homosexuales también exista la violencia doméstica: "Se enseña a vivir en pareja desde la desigualdad. La parte que ha sido educada para luchar (el papel masculino) recluye a la preparada para amar y cuidar (el femenino), cortándole la autonomía. Es el prejuicio de la dominación".

Según Enrique Echeburua, el maltrato nace no sólo de una mala educación sobre el papel de la mujer, también del uso de la violencia para resolver conflictos. "Si los niños ven en casa que ejerciendo la violencia te sales con la tuya, seguirán ese camino".

Los terapeutas de Instituciones Penitenciarias calculan que un tercio de los participantes en los programas quedan rehabilitados casi por completo y la mitad parcialmente. Echeburua es más pesimista: sus estudios muestran que sólo un 60% no se desvincula de los programas; de los que siguen, el 67% no reincide pasado un año. "No es para tirar cohetes, pero es necesario", concluye.

Frente a la reinserción, se plantea un debate ético: ¿cómo acoger a un hombre que maltrata a su mujer? Joan Carles Navarro, director del centro penitenciario Brians 1 (Cataluña), sabe que "tiene mejor pronóstico la persona que es bien acogida, pero eso es muy complicado". Jesús Herrero, psicólogo de un programa de rehabilitación en cárceles del País Vasco, está de acuerdo: "El rechazo social tiene que ser patente, pero individualmente hay que tender puentes para recuperar al maltratador y salvar vidas". (...)

Conocer al que mata mujeres parece imprescindible. El problema es que, más allá de los clichés, no hay un prototipo de maltratador. El cruce de perfiles psicológicos y un estudio de casos del Consejo General del Poder Judicial muestra un tipo que ni está loco, ni es drogadicto ni alcohólico, sino un español de entre 25 y 40 años con un trabajo poco cualificado que actúa en pleno uso de sus facultades mentales. Pasearse por un juzgado de violencia parece corroborar la extracción social de los maltratadores, pero la juez Chirinos avisa contra las opiniones precipitadas: "Hoy no, pero otros días hemos juzgado a profesores universitarios e incluso a abogados". Ninguna clase social está a salvo de la ira.

La idea de la predeterminación psicológica del agresor tiene mucho de bálsamo tranquilizador, "pero también es cierto que la mayoría de los que llegan a los delitos más graves (homicidio, lesiones) reúnen una serie de características", explica Isabel Iborra, del Centro Reina Sofía. Son las distorsiones de la realidad, la falta de empatía... ¿Y existe un perfil psicológico de maltratada? "La responsabilidad hay que ponerla exclusivamente en el maltratador", ataja Iborra. Sin embargo, resulta innegable que hay mujeres que huyen de la vera de su verdugo antes que otras. "Es cierto que algunas personas han vivido situaciones anormales que les hacen pensar que otras son corrientes. Un tercio de las maltratadas habían sufrido ya maltratos alguna vez. Otras han sido educadas en la sumisión, y siempre hay gente más vulnerable; pero lo principal es que los agresores trabajan machacándolas psicológicamente para que acepten los abusos". Echeburua confirma que hay mujeres que sufren a veces alteraciones cognitivas. Incluso chicas muy jóvenes aceptan el control masculino como una demostración de cariño, como un corolario a la pasión. (...)

Las mujeres van ganando poco a poco cotas de libertad, y los hombres más refractarios a permitirlo actúan con agresividad. La sucesora de Comas, Inmaculada Montalbán, coincide en el análisis de que el crimen es el resultado de los intentos de la mujer por deshacerse de las cadenas del hábito de dominación. "Estas muertes revelan que hay hombres que no admiten el uso que hace la mujer de su autonomía. La violencia es una respuesta al intento de liberación. Por eso es en los momentos en los que se anuncia la separación cuando aumenta el riesgo de agresión". En los días en que las mujeres no protestaban, no hacía falta matarlas.

Maximino Couto o Antonio Urban aniquilaron a sus víctimas no en un arranque de ira, sino como un ajusticiamiento. Sus asesinatos estaban planeados. Se hicieron con el arma del crimen, esperaron a que la víctima no pudiera escapar, a que bajase la guardia. Sabían que sacrificaban su libertad, sus apoyos sociales, incluso el amor de su vida, pero la frialdad con la que cometieron el asesinato hace pensar que era una cuestión de principios, los suyos. Con su aborrecible crimen dejaban escrito un manifiesto y la defensa de un proyecto social: la supremacía masculina, el sometimiento de las mujeres levantiscas.

Isabel Iborra opina que esta línea de análisis, la más común entre los grupos feministas, entraña el riesgo de convertir al asesino en mártir; y tampoco se puede caer en idealizaciones: al lado del 20% de maltratadores que se suicidaron este año porque no soportan la condena social o el dolor, y del 20% que se entregaron con culpa u orgullo, más de un 50% escaparon como conejos. Para esta especialista es fundamental no regalar justificaciones al asesino.

Iborra desarrolla la idea: el crimen pasional es un concepto romántico para explicar un acto horrendo; el crimen por compasión (ancianos que matan a su pareja por no poder cuidarla y luego se suicidan), una nueva versión de impotencia y sentido de la propiedad. "Siempre hay un hecho precipitador, o una simple excusa: una pelea, el miedo a que te abandonen, a no responder a las expectativas, pero el problema es que estos individuos no saben resolver los conflictos", concluye. El crimen es el último eslabón, otra cosa es que los vecinos no sintieran que los tabiques palpitaban mientras en su interior se gestaba el drama.

El ciclo sólo lo puede romper la mujer. Y las que están en una situación más dramática únicamente lo harán con ayuda. Pero hay pocas que piden auxilio. El porcentaje de fallecidas en 2008 que habían denunciado a su pareja o ex pareja fue tan sólo del 23%, menor que en 2006. (...)

Para responder a la primera cuestión, se puede revisar el Segundo informe internacional de violencia contra la mujer del Centro Reina Sofía. El trabajo, con datos de 2003, sitúa a España porcentualmente a la cola de los países europeos en número de asesinadas por violencia de género, por debajo de países de la primera división social, como Reino Unido, Dinamarca, Finlandia o Suiza. (...)

El caso de España es particular: se viven como un problema cultural, en buena parte como resultado de una muerte traumática, la de Ana Orantes, una granadina a la que en 1997, tras haber denunciado por televisión a su marido, éste ató a un radiador y quemó viva con gasolina.La preocupación por el tema, que ha llevado a computar los casos de violencia machista como la primera causa de muerte dolosa violenta, ha convertido a España en una referencia judicial en el mundo. Se ha sacado el problema del ámbito privado y trasladado al público como problema de derechos humanos. Las autoridades no se cansan de repetirlo. El lado oscuro de esa actitud es que ha creado una sensación de depresión y culpa generalizada." (El País, Domingo, 04/01/2009, p. 2/5)

No hay comentarios: