El papel de la información en la generación de la alarma también tiene mucho que ver, según Muiño. "La emoción vende; los datos, no. Y el miedo vende más que la tranquilidad. Tan difícil como desmentir un rumor resulta infundir confianza en una situación de pánico; de hecho, estas historias no se resuelven, se disuelven. Dentro de dos meses nadie se acordará de esto, como hoy nadie se acuerda de la amenaza del ántrax". También hay una manipulación política del mecanismo del miedo, como bien podría ser el caso de decisiones precipitadas como la suspensión de vuelos con México o el veto a productos porcinos españoles en Rusia.
"La existencia de las armas de destrucción masiva en Irak fue el último ejemplo al respecto", recuerda Muiño. Pero el miedo a su vez también funciona como mecanismo de manipulación, "en la política e incluso en la pareja; esto es algo que existe desde siempre".
La ciudadanía revive atavismos, y se cree cercada por una peste de resonancias medievales. La aprensión llueve además sobre mojado: con o sin gripe, el miedo es el sentimiento humano más extendido, según un estudio del centro italiano de investigaciones sociológicas Censis. Dicha encuesta, realizada en las diez mayores ciudades del mundo, revela entre el 80% y el 90% de los habitantes de las mismas siente miedo; que éste es intenso en el 40% o 50% de las personas, y que llega a condicionar la conducta habitual del 10%. Uno de cada cuatro urbanitas considera su sensación vital como "de incertidumbre"; el miedo acucia más a las mujeres, a los más desfavorecidos, a los mayores y a los menos instruidos, según este informe." (El País, ed. Galicia, 09/05/2009, p. 32/3)
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