Esta regresión era además totalmente incompatible con la apertura al mundo, a lo otro y a los otros que caracterizó la modernidad y su principal banderín de enganche: el individuo y su producto, el individualismo, con su reivindicación del descubrimiento, la conquista, el progreso. Por el contrario, el individuo del integrismo liberal, miedoso y acurrucado, huido del mundo y refugiado en el último sótano de su vida particular, tenía, como único posible ámbito de ejercicio la libertad, pero obviamente confinada a su esfera personal. De aquí que la intimidad fuese el objeto privilegiado, que se vive bajo el signo de la autonomía absoluta. La privacidad nos salva y nos protege de la agresión de lo de todos, de la contaminación de lo común; la intimidad es la última trinchera de nuestro ser más auténtico, nos dicen, y el ejercicio de la libertad es la prueba de fuego de ambos. Con lo que la libertad conjugada en lo personal y privado se constituye en el referente máximo del cumplimiento individual.
El análisis de las grandes categorías que nos ofrece el compendio de Birnbaum y Leca, y más concretamente el estudio de la interacción entre los diferentes individualismos que distingue -metodológico, sociológico, ético, descriptivo, explicativo, legitimador, institucional, etcétera- nos confirma en esta lectura. La única posibilidad de superar "el cada uno para sí" que todos comparten, es la de insistir en un incondicionado desarrollo total de ese "para sí" que lo ensanche y profundice, es la de confiar a la libertad la realización de su intimidad más originaria, de lo solamente mío, sin intermediarios ni adulteraciones. Búsqueda patética en tantos casos y en tantos ámbitos." (JOSÉ VIDAL-BENEYTO: Intimidad de masa y regresión europea.El País, ed. Galicia, Opinión, 11/05/2009, p. 29)
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