4/11/10

Amante del gánster, querida del obispo... Marcinkus


Sabrina Minardi

"Mediados de los años setenta, primeros ochenta. Italia era un polvorín. El laboratorio del mundo moderno. La vanguardia cultural y política. Plena guerra fría, los años de plomo. Palestinos e israelíes, la CIA y el KGB, las Brigadas Rojas y el terror negro. Los comunistas pactando con los democristianos. La Mafia siciliana llenando las calles de heroína y cocaína.

Pasolini asesinado en Ostia. Juan Pablo II preparando, con el Opus Dei, el inminente hundimiento del bloque soviético. Aldo Moro secuestrado. Aldo Moro asesinado. La matanza de la estación de Bolonia. Andreotti, El Divo, y su hipotético beso a Totó Riina, el capo sanguinario. Sordi y Gassman, Mastroianni, Fellini y Antonioni. Celentano y el arzobispo Paul Marcinkus, dando alegría a las finanzas de la Santa Sede.

La quiebra del Banco Ambrosiano. El asesinato de Roberto Calvi (Londres, puente de los Frailes Negros). Y el de Michele Sindona, banquero de Cosa Nostra: un poco de veneno en el café. (...)

De aquel agujero regresó hace cuatro años, de la forma más inesperada, a través de un programa de televisión -el Quién sabe dónde italiano-, una dama que cabalgó a fondo aquellos años locos y sangrientos. La dama se llamaba, y se llama, Sabrina Minardi. (...)

Ahora, tras pasar 25 años escondida y huida de la justicia (fue arrestada por ayudar a huir a Renatino), Minardi ha reaparecido y ha decidido cantar. Contar sus secretos. Pero no todos, según advierte la periodista Raffaella Notariale en la introducción al fascinante libro de memorias Secreto criminal, la verdadera historia de la banda de la Magliana, recién publicado por la editorial romana Newton Compton y firmado a medias por ambas mujeres. (...)

Como meretriz, Minardi era un cometa y no hacía prisioneros... Minardi, como De Pedis, toreaba en todo tipo de plazas. Por ejemplo, en San Pedro. Calvi, presidente de la Banca Ambrosiana, perdió la cabeza por ella.

Y el arzobispo Marcinkus no se quedó atrás. En la página 114 del libro, Minardi asegura que se acostó varias veces con el banquero de Dios: "No sé qué le habrían contado de mí, quizá que era alegre y mona con la gente generosa. En fin, el caso es que él quería estar conmigo". "¿Y tú?" pregunta la periodista. "Y yo estuve con él. No te puedes echar para atrás en situaciones como esa (...) El curilla era muy directo, no le gustaban los preámbulos", dice. Incitada por la reportera, Minardi va tirando de memoria: "No sabes cuántas chicas le llevaba al arzobispo". (...)

Minardi lleva meses colaborando activamente con la justicia y se ha convertido en el gran testigo de cargo de la Fiscalía de Roma. Su contribución parece fundamental sobre todo para aclarar uno de aquellos grandes misterios sin resolver, quizá el más oscuro de todos: la desaparición de Emanuela Orlandi, una joven ciudadana vaticana, hija de un funcionario eclesial, que desapareció para siempre el 22 de junio de 1983, cuando tenía 15 años. (...)

Según Notariale, Minardi ha aclarado a los fiscales que el holding criminal de la Magliana tenía relación con la Mafia, la Camorra, la masonería, los servicios secretos, políticos como Andreotti, empresarios, banqueros y altos prelados.

Según una declaración de Minardi, entre 1982 y 1984, a pesar de estar huido de la justicia, Renatino cenó más de una vez en casa de Andreotti, cosa que este ha desmentido (aunque no suele hacerlo porque dice que desmentir es dar una noticia dos veces).

Ante la Fiscalía y ante la periodista que le ha entrevistado, Sabrina Minardi ha declarado que la banda ingresaba su dinero en el Instituto para las Obras de Religión (IOR) a través de la Banca Ambrosiana, que entonces presidía Roberto Calvi. Ese dinero fresco y negro servía, entre otras cosas, para que Juan Pablo II financiara al sindicato Solidarnosc, de Lech Walesa, con la idea de abrir brecha en el bloque soviético, siempre según Minardi.

"Recuerdo que Renato una vez llegó a casa con una bolsa de Vuitton llena de dinero", cuenta Minardi en el libro. "Hicimos los paquetes, contamos mil millones de liras (cien millones de pesetas de entonces) y al día siguiente se lo llevamos a Marcinkus".

Según su reconstrucción, De Pedis estaba indignado con la Santa Sede porque el presidente del IOR se negaba a devolver a las mafias el dinero que había ido ingresando. Minardi cuenta que el gánster tenía una relación de gran confianza con el cardenal Ugo Poletti, presidente de la Conferencia Episcopal italiana; pero que esa relación no le sirvió para recuperar la inversión.

De modo que buscó una forma de chantajear al Vaticano. El procedimiento fue secuestrar a Emanuela Orlandi: "La secuestraron y la llevaron a la casa de mis padres en Torvaianica, cerca de Roma. Renato me dijo que el apartamento le servía para una noche, que era una emergencia, pero al final la tuvo allí un par de semanas".

"Renato y Sergio (su chófer) me la subieron en el coche", prosigue. La chica secuestrada "estaba trastornada, confusa, lloraba, reía. Le habían cortado el pelo de una forma obscena. Me dijo: 'Me llamo Emanuela".

Un día, Renatino llegó a comer al restaurante Pippo l'Abruzzese; iba con Sergio, el chófer, y llevaban dos sacos, continúa. "Fuimos a una obra, y yo me quedé en el coche. 'Así hacemos desaparecer todas las pruebas', dijeron". En uno de los sacos, sostiene la mujer, estaba el cuerpo de Orlandi; y en el otro, "el de un niño de 11 años al que mataron por vendetta; era Domenico Nicitra, hijo de otro miembro de la banda".

Según Minardi, la operación tenía un motivo: presionar al Vaticano para que devolviera a la mafia el dinero ingresado en el IOR a través del Ambrosiano. El nombre de Marcinkus quedó unido para siempre a la logia secreta Propaganda Due (P2) y a los escándalos financieros de la época, como el crash del Ambrosiano. Monseñor mantenía sólidas relaciones con personajes como Michele Sindona, el banquero de la Mafia, y el maestro de la P2 Licio Gelli.

"Renatino veía bien a la masonería. Y conocía a Gelli", explica Sabrina Minardi. "Formaba parte de la lista secreta, de aquella que nunca se encontró. Siempre decía que ser masón te abría mil caminos nuevos, no solo por el dinero, sino porque el que pertenecía a ella nunca acababa siendo un desgraciado".

"Muy probablemente", escribe Notariale, "Renatino intervino en la negociación abierta entre las cúpulas del Vaticano y la Cosa Nostra para restituir el dinero que la mafia había entregado al Ambrosiano a través de Calvi".

Un favor hubo, "eso es seguro", concluye. "Si no, no se explica un tratamiento como el que le dieron al enterrarle en Sant'Apollinare". Según la periodista, la decisión la tomó el jefe de los obispos italianos: su Eminencia Ugo Poletti." (El País, Domingo, 10/10/2010, p. 12/3)

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