"Para entender su dinámica interna hay que recurrir al estilo de 
desarrollo dependiente y trasnacional al cual se integró España en los 
años 60. El llamado milagro español fue una quimera. Su expansión se 
apoyó en el turismo, la banca, las remesas de la emigración habidas 
durante la dictadura franquista, y la construcción o el ladrillo.
 Muy a 
su pesar, España es un país primario-exportador, con escaso desarrollo 
industrial, poca inversión en I&D y un hipertrofiado sector 
servicios, el cual concentra 73 por ciento de todo el empleo.
 Los 
cambios políticos de los años 70 maquillaron esta realidad, pero fueron 
incapaces de revertirla. Los gobiernos de UCD, PSOE y PP han agravado 
esta situación, haciendo oídos sordos a la necesidad de generar 
inversión pública y políticas sociales inclusivas. La marca España, 
cacareada por unos y otros, es un espejismo.
 Es verdad y no se puede 
negar que a partir de los años 80 del siglo pasado, su economía mostró 
un elevado crecimiento económico pero no modificó las condiciones 
estructurales, por el contrario se conformó con modificar su apariencia 
externa, realizó un foto shop y vendió dicha imagen por el mundo.
 Igual 
creaba empleo, en momentos de bonanza, como los destruye, con la misma 
intensidad, en tiempos de crisis. Esta intensidad en la 
creación/destrucción de empleo es absolutamente atípica en términos de 
comparación internacional... si lo comparamos con la evolución del 
empleo en la Europa de los 15, vemos que de 1994 a 2005 en el conjunto 
de estos países, el empleo crece 12.5 por ciento, mientras en España lo 
hace en 42, casi cuatro veces más.
 Pues bien, la crisis actual es la 
crisis de ese crecimiento acelerado: una destrucción también acelerada. 
El resultado no puede ser más desalentador. En la actualidad la tasa de 
desempleo se sitúa en 22.85 por ciento e incluye a 5.3 millones de 
personas.
España es país sin revolución industrial. Su estructura productiva esta 
permeada por trasnacionales que han ido ganando terreno y desarticulando
 la poca industria nacional. La falta de competitividad la hace más 
vulnerable a las oscilaciones internacionales.
Sin embargo, las clases 
políticas dirigentes han decidido apostar por el modelo neoliberal como 
solución a la crisis.
 La fe ciega en la mano invisible del mercado ha 
sido el motor de los cambios y de las reformas. Desarticulación del 
tejido industrial, privatizaciones, desregulación, apertura financiera y
 flexibilidad laboral. Para ser competitivos, el mensaje lanzado ha 
consistido en la necesidad de revisar las condiciones de contratación 
del mercado laboral, considerado rígido y proteccionista.
Así, se 
emprendió un ataque concéntrico a las conquistas democráticas de las 
clases trabajadoras. Los gobiernos, en complicidad con los empresarios y
 la patronal, han aprovechado cualquier coyuntura para dar un paso 
adelante en la total liberalización del mercado de trabajo. Lo dicho ha 
sido el motivo que explica las ocho huelgas generales habidas desde la 
muerte del dictador.
 La dos primeras se realizaron contra el gobierno de
 Adolfo Suarez, luego le siguieron cuatro contra Felipe González, otra 
contra Aznar en 2002, la penúltima contra Rodríguez Zapatero en 2010 y 
la actual, contra el gobierno de Mariano Rajoy, convocada para el 29 de 
marzo de 2012.
Todas han tenido elementos en común, los recortes en las 
prestaciones sociales, la reducción de los salarios, el abaratamiento 
del despido, el deterioro de las condiciones de trabajo, los contratos 
basura, el despido libre o el retraso en la edad de jubilación."               (Jaque al neoliberalismo, 26/03/2012, 'Crisis, reforma laboral y huelga general en España', de Marcos Roitman Rosenmann, La Jornada)
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