"Hay distintos termómetros para la desigualdad. El informe de la OCDE,
que recoge los datos de 2008, previos a la Gran Recesión, muestran que
el 10% mejor situado gana como promedio 9,6 veces más que el peor
pagado.
En España eran casi 12 veces más (un punto más que en el informe
anterior), por encima de Italia (10) aunque por debajo de los poderosos
Estados Unidos (14). El índice Gini, por el que el símbolo = es
igualdad absoluta y el número 1 implica que una sola persona concentra
todos los recursos, lanza el mismo mensaje. (...)
La brecha interna no es una cuestión de países pobres o ricos. En la
economía estadounidense el ejecutivo que solía ganar 30 veces más que su
empleado ahora gana 110 veces más, se lamentaba esta semana Barack
Obama, y, además, paga menos impuestos.
La oficina estadística europea, Eurostat, compara el 20% de mayores
ingresos con el 20% de menores y, según los últimos datos, el año pasado
la desigualdad en España alcanzó el nivel más alto desde 1995. Y en
2009, el último que permite comparar entre los países de la Europa de
los Veintisiete, solo Letonia, Lituania y Rumanía superaban en brecha. (...)
¿Por qué la desigualdad importa? La pregunta se adentra en el terreno
de la ética y la justicia social. Pero también hay argumentos
economicistas.
El analista del Banco Mundial, Branko Milanovic, uno de
los principales expertos internacionales en la materia, advierte que "el
incremento de los desequilibrios en ingresos se traduce después en una
brecha de educación y de salud, lo que merma el crecimiento" porque los
países con menores niveles sanitarios y de formación son menos
dinámicos.
El aumento de la desigualdad de ingresos, además, afecta a la vida
política. "La gente más rica es capaz de controlar los procesos
políticos a través de la financiación de partidos y se benefician de
forma desproporcionada porque logran mejores empleos", señala.
A su
juicio, la discriminación por riqueza "no es diferente de la
discriminación por razones de sexo o raza: un largo segmento de la
población no tiene oportunidad de utilizar sus capacidades para
beneficiarse a sí mismo y a la sociedad", lo que "obviamente lleva a
unos menores ingresos en general".
Desigualdad no es lo mismo que pobreza, esta última se puede reducir
al tiempo que crece la brecha entre ricos y pobres. Así que hay también
quienes ponen el acento en la reducción de la miseria, pero no de la
diferencia entre ricos y pobres. Martin Feldstein, de la Universidad de
Harvard, responde por correo electrónico que el aspecto importante de la
desigualdad es la miseria y la política pública debe centrarse en
reducir ese problema, "y no la desigualdad en sí misma".
A su juicio,
"el crecimiento económico puede incrementar los ingresos y el bienestar
de las clases medias mucho más que la redistribución". Puede hacerlo,
pero no siempre ocurre. La bonanza reciente lo muestra. (...)
Imaginen, propone Feldstein, que un pájaro mágico entrega a cada
persona 1.000 dólares, ello no reduciría ninguna desigualdad, pero no
deja de ser una mejora para todos que no recae a expensas de nadie.
Feldstein habla de "igualitarismo rencoroso", el sentimiento de rechazo
de aquellos que, aunque vean mejorar sus ingresos, protestan porque los
ricos aún se alejan más. Y añade que esos 1.000 dólares significan más
para el pobre que para el rico, con lo que su situación avanza más en
términos relativos.
Pero hay otro relato para esta fenomenal crisis financiera, y en ese,
la desigualdad desempeña un papel crucial como motor de deudas
imposibles. Un trabajo de investigadores del Fondo Monetario
Internacional (FMI), Desigualdad, endeudamiento y crisis, analizaba hace un año el caso estadounidense. (...)
Cuando Milanovic, ahora profesor invitado en la Universidad Carlos
III de Madrid, comenzó a investigar la desigualdad vivía en un país
comunista, la antigua Yugoslavia. A aquellos políticos, recuerda, les
escocía su trabajo porque mostraba que la igualdad universal era un mito
bajo el socialismo. Cuando trabajó en países capitalistas tampoco
despertó pasiones.
"La desigualdad no es lo mismo que la pobreza y la brecha puede
ensancharse tanto en la bonanza como en la crisis, impulsada por motivos
diferentes en cada escenario", reflexiona Alfonso Novales, catedrático
de la Universidad Complutense de Madrid.
En la euforia, cuando todos los ingresos crecen de forma absoluta,
pasa desapercibida, pero cuando estalla una Gran Recesión dispara la
pobreza relativa por el latigazo del paro y la caída de los salarios.
En
España, el año pasado había un 21% de los hogares por debajo del umbral
de la pobreza y los ingresos de las familias bajaron un 4,4%. Tres de
cada 10 personas que el año pasado pidieron ayuda a Cáritas lo hicieron
por primera vez y el peso de los inmigrantes, el colectivo más castigado
por el paro y vulnerable por la falta de red social y familiar, ha
bajado del 60% al 50%.
Las clases medias en España siguen teniendo coches, y televisores, y
además ahora pueden viajar en aerolíneas de bajo coste (o podrán volver a
hacerlo, una vez superada esta interminable crisis), pero un pequeño
detalle ha cambiado en los últimos 15 años: el peso de la deuda de las
familias, que equivalía al 32% del PIB en 1995, era más del doble en
2010, un 85%.
Por hacer una comparación -odiosa-, en Alemania se
mantenía estable en el 61% en el mismo periodo.
Los hogares españoles, en fin, han acogido un nuevo miembro, una fenomenal deuda." (El País, Negocios, 11/12/2011)
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