"Uno de los rasgos socioeconómicos más asombrosos de las dos últimas
décadas es la inversión del signo de la legislación sobre bienestar de
la segunda mitad del siglo pasado en Europa y Norteamérica.
Los recortes
sin precedentes en servicios sociales, indemnizaciones por despido,
empleo público, pensiones, programas sanitarios, estipendios formativos,
periodos vacacionales y seguridad laboral vienen acompañados por el
incremento de los gastos de la educación, la fiscalidad regresiva y la
edad de jubilación, así como por el aumento de las desigualdades, la
inseguridad laboral y la aceleración del ritmo en los centros de
trabajo. (...)
Hay dos líneas de investigación que es preciso dilucidar con el fin de
comprender la desaparición del Estado de bienestar y el enorme descenso
de los niveles de vida. Una línea de análisis estudia el cambio profundo
del entorno internacional.
Hemos pasado de un sistema bipolar
competitivo basado en la rivalidad entre los Estados colectivistas y de
bienestar del bloque oriental y los Estados capitalistas de Europa y
Norteamérica a otro sistema internacional monopolizado por Estados
capitalistas en competencia.
Una segunda línea de investigación nos lleva a examinar los cambios de
las relaciones sociales internas de los Estados capitalistas:
principalmente, el paso de las luchas de clase intensas a la
colaboración de clases a largo plazo como principio organizador de la
relación entre capital y trabajo.
La proposición principal que conforma este artículo es que la emergencia
del Estado de bienestar fue un producto histórico de un periodo en el
que había altos niveles de competitividad entre el bienestar
colectivista y el capitalismo y en el que los sindicatos y los
movimientos sociales con orientación de lucha de clases predominaban
frente a las organizaciones de colaboracionismo entre clases.
A todas luces, los dos procesos están interrelacionados: cuando los
Estados colectivistas implantaron mayores prestaciones de bienestar para
sus ciudadanos, los sindicatos y los movimientos sociales de Occidente
tenían incentivos sociales y ejemplos positivos para motivar a sus
miembros y forzar a los capitalistas a asumir la legislación del
bienestar del bloque colectivista. (...)
El gran temor de los gobiernos capitalistas occidentales era que la
clase trabajadora de Occidente «siguiera» el ejemplo soviético o, como
poco, apoyara a partidos y acciones que socavaran la recuperación
capitalista.. Dado el descrédito político de muchos capitalistas
occidentales debido a su colaboración con los nazis o su oposición débil
y retardada a la versión fascista del capitalismo, no podían recurrir a
los métodos altamente represivos de antes.
En su lugar, las clases
capitalistas aplicaron una doble estrategia para contrarrestar las
reformas soviéticas del bienestar colectivista: represión selectiva de
la izquierda radical y de los comunistas del interior y concesiones de
bienestar para garantizar la lealtad de los sindicatos y partidos
socialdemócratas y demócrata- cristianos.
Con la recuperación económica y el crecimiento de la posguerra, la
competitividad política, ideológica y económica se intensificó: el
bloque soviético introdujo reformas generalizadas, entre las que se
encontraban el pleno empleo, la seguridad laboral, la atención sanitaria
universal, la educación superior gratuita, el mes de vacaciones pagado,
las pensiones equivalentes al salario íntegro, los campos de trabajo y
complejos vacacionales gratuitos para familias trabajadoras y las bajas
por maternidad prolongadas. Subrayaban la importancia del bienestar
social sobre el consumo individual.
El Occidente capitalista vivía bajo
presión para aproximarse a las ofertas de bienestar del Este, al tiempo
que expandía el consumo individual basado en las facilidades para el
crédito y los pagos a plazo posibilitados por sus economías más
avanzadas.
Desde mediados de la década de 1940 hasta mediados de la de
1970, Occidente compitió con el bloque soviético sin quitarse de la
cabeza dos objetivos: conservar la lealtad de los trabajadores de
Occidente a la vez que aislaba a los sectores militantes de los
sindicatos y atraer a los trabajadores del Este con promesas de
programas de bienestar comparables y mayor consumo individual. (...)
A pesar de los avances de los programas de bienestar social, tanto en el
Este como en Occidente, había protestas obreras importantes en Europa
del Este: se centraban en la independencia nacional, en la tutela
paternalista y autoritaria de los sindicatos y en la insuficiencia del
acceso a los bienes de consumo privado.
En Occidente, hubo
levantamientos obreros y estudiantiles significativos en Francia e
Italia que reclamaban el fin del dominio capitalista en los centros de
trabajo y la vida social. La oposición popular a las guerras
imperialistas (Indochina, Argelia, etcétera), los rasgos autoritarios
del Estado capitalista (racismo) y la concentración de la riqueza
estaban muy extendidos.
Dicho de otro modo: las nuevas luchas del Este y de Occidente tenían
como premisa la consolidación del Estado de bienestar y la expansión del
poder político y social popular frente al del Estado y el proceso
productivo.
La competencia sostenida entre los sistemas de bienestar colectivista y
capitalista garantizó que no hubiera retroceso de las reformas
conseguidas hasta la fecha. Sin embargo, la derrota de las rebeliones
populares de las décadas de 1960 y 1970 garantizó que no se produjeran
mayores avances en el bienestar social.
Y lo que era más importante, se
llegó a un «punto muerto» social entre las clases dominantes y los
trabajadores en ambos bloques, que desembocó en el estancamiento de las
economías, la burocratización de los sindicatos y las demandas de las
clases capitalistas de un nuevo liderazgo más dinámico, capaz de
desafiar al bloque colectivista y desmantelar sistemáticamente el Estado
de bienestar. (...)
La totalidad del programa de bienestar del bloque soviético había sido
construido desde arriba hacia abajo y, en consecuencia, no disponía de
una organización de clases consciente de serlo, politizada,
independiente y militante para defenderla del ataque a gran escala
lanzado por el bloque «anti-estalinista» mafioso, cleptocrático,
clerical y neoliberal.
Asimismo, en Occidente, la totalidad del programa
de bienestar social estaba vinculado a los partidos socialdemócratas
europeos, el partido demócrata estadounidense y una jerarquía sindical
que carecía tanto de conciencia de clase como del menor interés por la
lucha de clases. Su principal preocupación como burócratas sindicales se
limitaba a recaudar cuotas de afiliados, preservar el poder
organizativo interno sobre sus feudos y enriquecerse personalmente. (...)
El colapso del bloque soviético se vio precipitado por la entrega sin
precedentes del gobierno de Gorbachov de los Estados aliados del Pacto
de Varsovia a las potencias de la OTAN. Las autoridades comunistas
locales se reciclaron con rapidez para ser agentes neoliberales y
vicarios pro-occidentales.
Pasaron de inmediato a lanzar un ataque a
gran escala contra la propiedad pública de los bienes y el
desmantelamiento de la legislación laboral y la seguridad laboral
proteccionistas, que habían sido un elemento intrínseco de las
relaciones entre la mano de obra y la dirección colectivistas.
Con unas cuantas excepciones dignas de mención, la totalidad del marco
formal del bienestar colectivista se desmoronó. Poco después llegaron
las desilusiones masivas entre los trabajadores del bloque del Este
cuando sus sindicatos «anti-estalinistas» de orientación occidental les
presentaron los despidos masivos.
La inmensa mayoría de los trabajadores
de los astilleros de Gdansk, afiliados al movimiento «Solidaridad» de
Polonia, fueron despedidos y quedaron abocados a la búsqueda de empleos
inusuaes, mientras que sus «dirigentes» desaforadamente agasajados,
destinatarios desde hacía mucho tiempo del apoyo material de los
servicios de inteligencia y sindicatos occidentales, pasaron a
convertirse en políticos, editores y empresarios prósperos. (...)
Una vez que el Estado de bienestar colectivista quedó destruido, las
clases capitalistas occidentales dejaron de necesitar competir con la
tarea de igualar las concesiones de bienestar social. El Gran Repliegue
puso la directa. (...)
La globalización neoliberal aprovechó las inmensas reservas de trabajo
cualificado mal remunerado de los antiguos países colectivistas. Sus
trabajadores «anti-estalinistas» heredaron lo peor de ambos mundos:
perdieron la red de bienestar social del Este y no lograron alcanzar los
niveles de consumo individual y prosperidad de Occidente.
El capital
alemán aprovechó la mano de obra polaca y checa más barata, mientras que
los políticos checos privatizaron sectores industriales y servicios
sociales enormemente sofisticados, incrementando los costes y
restringiendo el acceso a los servicios que quedaron.
En nombre de la «competitividad», el capital occidental logró
desindustrializar y reubicar grandes sectores industriales prácticamente
sin encontrar ninguna resistencia de unos sindicatos
«anti-estalinistas» burocratizados. (...)
Los programas de bienestar en Europa y Norteamérica sufrieron
especialmente el golpe de la pérdida de un sistema social competidor en
el Este, de la influencia y el impacto de la mano de obra barata
procedente del Este y de que sus propios sindicatos se habían convertido
en complementos de los partidos socialistas, obreros y democráticos
neoliberales. (...)
El golpe individual más importante a los programas de bienestar tal como
los conocimos, que se desarrollaron durante las cuatro décadas
transcurridas entre la de 1940 y la de 1980, fue el fin de la rivalidad
entre el bloque soviético y Europa occidental y Norteamérica. A pesar
del carácter autoritario del bloque del Este y del carácter imperialista
de Occidente, ambos buscaban legitimidad y beneficios políticos
consiguiendo la lealtad de las masas de trabajadores mediante
concesiones económicas y sociales tangibles.
Hoy día, ante los «recortes» neoliberales, las principales luchas
laborales giran en torno a la defensa de los restos del Estado de
bienestar, los residuos esqueléticos de un periodo anterior." (Jaque al neoliberalismo, 09/07/2012, 'El estado de bienestar occidental: su aparición y la desaparición del bloque soviético', James Petras, Rebelión)
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