18/7/12

El estado de bienestar occidental decae cuando el bloque soviético desaparece

"Uno de los rasgos socioeconómicos más asombrosos de las dos últimas décadas es la inversión del signo de la legislación sobre bienestar de la segunda mitad del siglo pasado en Europa y Norteamérica. 

Los recortes sin precedentes en servicios sociales, indemnizaciones por despido, empleo público, pensiones, programas sanitarios, estipendios formativos, periodos vacacionales y seguridad laboral vienen acompañados por el incremento de los gastos de la educación, la fiscalidad regresiva y la edad de jubilación, así como por el aumento de las desigualdades, la inseguridad laboral y la aceleración del ritmo en los centros de trabajo.  (...)

Hay dos líneas de investigación que es preciso dilucidar con el fin de comprender la desaparición del Estado de bienestar y el enorme descenso de los niveles de vida. Una línea de análisis estudia el cambio profundo del entorno internacional. 

Hemos pasado de un sistema bipolar competitivo basado en la rivalidad entre los Estados colectivistas y de bienestar del bloque oriental y los Estados capitalistas de Europa y Norteamérica a otro sistema internacional monopolizado por Estados capitalistas en competencia.

Una segunda línea de investigación nos lleva a examinar los cambios de las relaciones sociales internas de los Estados capitalistas: principalmente, el paso de las luchas de clase intensas a la colaboración de clases a largo plazo como principio organizador de la relación entre capital y trabajo.

La proposición principal que conforma este artículo es que la emergencia del Estado de bienestar fue un producto histórico de un periodo en el que había altos niveles de competitividad entre el bienestar colectivista y el capitalismo y en el que los sindicatos y los movimientos sociales con orientación de lucha de clases predominaban frente a las organizaciones de colaboracionismo entre clases.

A todas luces, los dos procesos están interrelacionados: cuando los Estados colectivistas implantaron mayores prestaciones de bienestar para sus ciudadanos, los sindicatos y los movimientos sociales de Occidente tenían incentivos sociales y ejemplos positivos para motivar a sus miembros y forzar a los capitalistas a asumir la legislación del bienestar del bloque colectivista. (...)

El gran temor de los gobiernos capitalistas occidentales era que la clase trabajadora de Occidente «siguiera» el ejemplo soviético o, como poco, apoyara a partidos y acciones que socavaran la recuperación capitalista.. Dado el descrédito político de muchos capitalistas occidentales debido a su colaboración con los nazis o su oposición débil y retardada a la versión fascista del capitalismo, no podían recurrir a los métodos altamente represivos de antes. 

En su lugar, las clases capitalistas aplicaron una doble estrategia para contrarrestar las reformas soviéticas del bienestar colectivista: represión selectiva de la izquierda radical y de los comunistas del interior y concesiones de bienestar para garantizar la lealtad de los sindicatos y partidos socialdemócratas y demócrata- cristianos.

Con la recuperación económica y el crecimiento de la posguerra, la competitividad política, ideológica y económica se intensificó: el bloque soviético introdujo reformas generalizadas, entre las que se encontraban el pleno empleo, la seguridad laboral, la atención sanitaria universal, la educación superior gratuita, el mes de vacaciones pagado, las pensiones equivalentes al salario íntegro, los campos de trabajo y complejos vacacionales gratuitos para familias trabajadoras y las bajas por maternidad prolongadas. Subrayaban la importancia del bienestar social sobre el consumo individual. 

El Occidente capitalista vivía bajo presión para aproximarse a las ofertas de bienestar del Este, al tiempo que expandía el consumo individual basado en las facilidades para el crédito y los pagos a plazo posibilitados por sus economías más avanzadas.

 Desde mediados de la década de 1940 hasta mediados de la de 1970, Occidente compitió con el bloque soviético sin quitarse de la cabeza dos objetivos: conservar la lealtad de los trabajadores de Occidente a la vez que aislaba a los sectores militantes de los sindicatos y atraer a los trabajadores del Este con promesas de programas de bienestar comparables y mayor consumo individual. (...)

A pesar de los avances de los programas de bienestar social, tanto en el Este como en Occidente, había protestas obreras importantes en Europa del Este: se centraban en la independencia nacional, en la tutela paternalista y autoritaria de los sindicatos y en la insuficiencia del acceso a los bienes de consumo privado. 

En Occidente, hubo levantamientos obreros y estudiantiles significativos en Francia e Italia que reclamaban el fin del dominio capitalista en los centros de trabajo y la vida social. La oposición popular a las guerras imperialistas (Indochina, Argelia, etcétera), los rasgos autoritarios del Estado capitalista (racismo) y la concentración de la riqueza estaban muy extendidos.

Dicho de otro modo: las nuevas luchas del Este y de Occidente tenían como premisa la consolidación del Estado de bienestar y la expansión del poder político y social popular frente al del Estado y el proceso productivo.

La competencia sostenida entre los sistemas de bienestar colectivista y capitalista garantizó que no hubiera retroceso de las reformas conseguidas hasta la fecha. Sin embargo, la derrota de las rebeliones populares de las décadas de 1960 y 1970 garantizó que no se produjeran mayores avances en el bienestar social.

 Y lo que era más importante, se llegó a un «punto muerto» social entre las clases dominantes y los trabajadores en ambos bloques, que desembocó en el estancamiento de las economías, la burocratización de los sindicatos y las demandas de las clases capitalistas de un nuevo liderazgo más dinámico, capaz de desafiar al bloque colectivista y desmantelar sistemáticamente el Estado de bienestar. (...)

La totalidad del programa de bienestar del bloque soviético había sido construido desde arriba hacia abajo y, en consecuencia, no disponía de una organización de clases consciente de serlo, politizada, independiente y militante para defenderla del ataque a gran escala lanzado por el bloque «anti-estalinista» mafioso, cleptocrático, clerical y neoliberal. 

Asimismo, en Occidente, la totalidad del programa de bienestar social estaba vinculado a los partidos socialdemócratas europeos, el partido demócrata estadounidense y una jerarquía sindical que carecía tanto de conciencia de clase como del menor interés por la lucha de clases. Su principal preocupación como burócratas sindicales se limitaba a recaudar cuotas de afiliados, preservar el poder organizativo interno sobre sus feudos y enriquecerse personalmente.  (...)

El colapso del bloque soviético se vio precipitado por la entrega sin precedentes del gobierno de Gorbachov de los Estados aliados del Pacto de Varsovia a las potencias de la OTAN. Las autoridades comunistas locales se reciclaron con rapidez para ser agentes neoliberales y vicarios pro-occidentales.

 Pasaron de inmediato a lanzar un ataque a gran escala contra la propiedad pública de los bienes y el desmantelamiento de la legislación laboral y la seguridad laboral proteccionistas, que habían sido un elemento intrínseco de las relaciones entre la mano de obra y la dirección colectivistas.

Con unas cuantas excepciones dignas de mención, la totalidad del marco formal del bienestar colectivista se desmoronó. Poco después llegaron las desilusiones masivas entre los trabajadores del bloque del Este cuando sus sindicatos «anti-estalinistas» de orientación occidental les presentaron los despidos masivos.

 La inmensa mayoría de los trabajadores de los astilleros de Gdansk, afiliados al movimiento «Solidaridad» de Polonia, fueron despedidos y quedaron abocados a la búsqueda de empleos inusuaes, mientras que sus «dirigentes» desaforadamente agasajados, destinatarios desde hacía mucho tiempo del apoyo material de los servicios de inteligencia y sindicatos occidentales, pasaron a convertirse en políticos, editores y empresarios prósperos. (...)


Una vez que el Estado de bienestar colectivista quedó destruido, las clases capitalistas occidentales dejaron de necesitar competir con la tarea de igualar las concesiones de bienestar social. El Gran Repliegue puso la directa. (...)

 La globalización neoliberal aprovechó las inmensas reservas de trabajo cualificado mal remunerado de los antiguos países colectivistas. Sus trabajadores «anti-estalinistas» heredaron lo peor de ambos mundos: perdieron la red de bienestar social del Este y no lograron alcanzar los niveles de consumo individual y prosperidad de Occidente.

 El capital alemán aprovechó la mano de obra polaca y checa más barata, mientras que los políticos checos privatizaron sectores industriales y servicios sociales enormemente sofisticados, incrementando los costes y restringiendo el acceso a los servicios que quedaron.

En nombre de la «competitividad», el capital occidental logró desindustrializar y reubicar grandes sectores industriales prácticamente sin encontrar ninguna resistencia de unos sindicatos «anti-estalinistas» burocratizados.  (...)

Los programas de bienestar en Europa y Norteamérica sufrieron especialmente el golpe de la pérdida de un sistema social competidor en el Este, de la influencia y el impacto de la mano de obra barata procedente del Este y de que sus propios sindicatos se habían convertido en complementos de los partidos socialistas, obreros y democráticos neoliberales. (...)

El golpe individual más importante a los programas de bienestar tal como los conocimos, que se desarrollaron durante las cuatro décadas transcurridas entre la de 1940 y la de 1980, fue el fin de la rivalidad entre el bloque soviético y Europa occidental y Norteamérica. A pesar del carácter autoritario del bloque del Este y del carácter imperialista de Occidente, ambos buscaban legitimidad y beneficios políticos consiguiendo la lealtad de las masas de trabajadores mediante concesiones económicas y sociales tangibles.

Hoy día, ante los «recortes» neoliberales, las principales luchas laborales giran en torno a la defensa de los restos del Estado de bienestar, los residuos esqueléticos de un periodo anterior."                (Jaque al neoliberalismo, 09/07/2012, 'El estado de bienestar occidental: su aparición y la desaparición del bloque soviético', James Petras, Rebelión)

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