"La proclamación de la “victoria de la Guerra fría” nunca fue suficiente
para los ganadores. Había que clavar la cabeza del enemigo en una lanza y
pasearla por todos los rincones del país chorreando sangre. En la mejor
y más ancestral tradición germánica, se sobreentiende
. Y eso fue
exactamente lo que hicieron las élites políticas y económicas alemanas.
Cuando un periodista le preguntó a Lothar Späth, a la sazón miembro del
Presidium de la CDU, si la terapia de choque económica para la República
Democrática Alemana era una forma de capitulación incondicional, éste
respondió lacónicamente: «le contestaré brutalmente: sí».
Desde hace unas semanas se proyecta en algunas pequeñas salas de Alemania Goldrausch – Die Geschichte der Treuhand, un documental basado en el reportaje de investigación de Dirk Laabs, Der deutsche Goldrausch – Die wahre Geschichte der Treuhand [La fiebre del oro alemana – La verdadera historia de Trehuand]
(Múnich, Pantheon, 2012).
El documental –algo lastrado por su
realización para televisión– es desde luego oportuno: cuando Alemania
está, un día sí y al otro también, en el punto de mira de los
articulistas de todo el sur de Europa, nos recuerda que las primeras
víctimas de la élite política y empresarial alemana no fueron otros que
sus propios compatriotas.
¿Qué fue Treuhand? ¿Qué significó para
miles de alemanes? Inmediatamente antes de su desintegración y con la
intención de facilitar el proceso de reunificación, el último gobierno
de la RDA creó una agencia para la privatización (Treuhandanstalt) de las empresas estatales de Alemania oriental (Volkseigener Betriebe, VEB). (...)
El 1 de julio de 1990 Treuhand asumió la gestión de 8.400 empresas,
25.000 comercios al por menor, 7.500 restaurantes y hoteles y 1'7
millones de héctareas de tierra cultivable. Todas estas empresas,
grandes y pequeñas, daban empleo a más de cuatro millones de
trabajadores. Y a todo ello aún había que sumar el capital confiscado al
Ministerio de Seguridad del Estado y parte de las propiedades del
Ejército de Alemania oriental (Nationale Volksarmee).
Uno de los
primeros directores de Treuhand estimó en 1990 en 600 mil millones de
marcos el valor total de su catálogo de empresas. La propiedad de
titularidad pública de la RDA, un estado en vías de desaparición, debía,
a propuesta de Werner Schulz (Alianza 90/Los Verdes) y otros
representantes del movimiento ciudadano en Alemania oriental,
distribuirse de manera equitativa entre sus ciudadanos, quienes, al fin y
al cabo, habían contribuido a su construcción y desarrollo.
Si los
ciudadanos de la RDA habían de convertirse en ciudadanos de derecho de
la nueva Alemania tal y como pedían sus vecinos occidentales, a la
fuerza habían de poseer un capital propio. Treuhand tenía que ser el
organismo encargado de dárselo, pero de este modelo no quedó más que la
idea y Treuhand acabó convirtiéndose en todo lo contrario a lo que
supuestamente tenía que ser.
Como primera señal de lo que los
antiguos ciudadanos de Alemania oriental habrían de ver en los próximos
años, los puestos directivos de Treuhand se reservaron a alemanes
occidentales. (...)
Rohwedder fue sustituido por Birgit Breuel (CDU) el 13 de abril de
aquel año y ocupó el cargo hasta la disolución de Treuhand. El motto de Breuel: «privatizar rápido, porque somos de la opinión que la privatización es la mejor forma de saneamiento.»(...)
Como es notorio, la receta neoliberal no sólo no vigorizó al enfermo
–¿alguna vez lo ha hecho?–, sino que empeoró su dolencia: en 1992 la
tasa de paro de Alemania oriental subió hasta el 14'2% (1'2 millones de
desempleados), una tendencia que continuó en los años posteriores.
La
promesa de «paisajes florecientes» de Helmut Kohl en 1990 se convirtió
en una broma de mal gusto a medida que en los nuevos estados federados
se multiplicaban las fábricas abandonadas, el deterioro de las
infraestructuras y las colas de desempleados sin ninguna perspectiva de
reinserción en el mercado laboral.
La nueva situación económica
descompuso el tejido social y trajo consigo fenómenos hasta entonces
marginales o incluso desconocidos en la República Democrática Alemana
como la mendicidad, la drogodependencia o la criminalidad, y la extrema
derecha encontró en los jóvenes carentes de perspectivas y los
trabajadores no cualificados marginados del nuevo mercado laboral un
terreno abonado para su crecimiento electoral. (...)
Treuhand nunca fue una agencia de privatización que trabajase con
criterios de transparencia, pero superó incluso la opacidad habitual de
las instituciones de un país que internacionalmente se precia de la
honradez y buena conducta de sus empresarios. Muchas de las pequeñas
empresas en el catálogo de Treuhand cayeron en manos de empresarios de
dudosa reputación.
De hecho, según Christoph Partsch, gestor de Treuhand
entre 1992-1994, para la adquisición de pequeñas empresas no se
necesitaba «más que tener un buen contacto con alguien en Treuhand. Se
les daba cita y podían comprar lo que querían. Inversores a los cuales
yo no habría vendido ni siquiera un coche usado fueron atendidos con una
amistad fuera de lugar.»
El caso más sonado de corrupción fue el de
Michael Rottmann, quien, después de comprar haciendo uso de información
confidencial la VEB Wärmeanlagenbau, transfirió con la ayuda de sus
cómplices 150 millones de marcos de las cuentas de la compañía a sus
cuentas personales en el extranjero antes de darse a la fuga. El
desfalco de Rottmann ocasionó la bancarrota y ulterior cierre de la
empresa, dejando a 2.000 trabajadores en la calle. [3]
Entre 1991
y 1994 se denunciaron 1.801 casos de crimen de guante blanco
relacionados con Treuhand, pero hasta 1996 sólo se condenó a penas de
prisión a 6 personas y se multó a otras 180, una cifra a todas luces
baja en comparación con los casos denunciados. (...)
Por su parte, la mayoría de las grandes empresas fueron adquiridas por
sus competidoras en Alemania Occidental con dos objetivos. El primero de
ellos fue ganar acceso a los nuevos mercados en Europa oriental y
Rusia, fusionando las empresas recién adquiridas con la matriz
germano-occidental. El segundo no tenía nada que ver con criterios
financieros. Muchas empresas se adquirieron para poner fin a la
competencia germano-oriental. (...)
El gobierno de Kohl no dudó en utilizar Treuhand para chantajear a sus
vecinos. Según Walter Romberg (SPD), el último ministro de Finanzas de
la RDA, el gobierno de Alemania occidental se negó a dar el dinero
necesario para la modernización de su industria: «O todo o nada. No os
daremos ni un marco si no renunciáis a la soberanía de vuestra moneda y
aceptáis nuestro modelo económico.»
¿Quién hizo esta reclamación? Un
viejo conocido de todos ustedes: el actual ministro de Finanzas de
Alemania, Wolfgang Schäuble, que entonces lideraba las negociaciones con
el último gobierno de la RDA como ministro de Interior de la República
Federal Alemana. Los resultados son de sobra conocidos.
Günter Lorenz,
secretario general en Halle del sindicato IG Metall (industria), ha
declarado que la función real de Treuhand fue «la desposesión de los
alemanes orientales de su economía y de su propiedad estatal en
beneficio de la industria occidental. […] En última instancia a costa
del contribuyente. Tanto en el Este como en el Oeste.» (...)
El 31 de diciembre de 1994 Treuhand se disolvía, poniendo fin a cuatro
años de frenesí privatizador en el que ni siquiera se descansaban los
fines de semana. El 85% de las empresas de Alemania oriental en su
catálogo acabaron en manos de alemanes occidentales, un 5% fue adquirida
por alemanes orientales y el resto por inversores internacionales.
Tras
cuatro años de actividad, se clausuraron 4.000 empresas y se
destruyeron dos millones y medio de puestos de trabajo. El expolio de la
República Democrática Alemana había quedado consumado.
Los enormes
costes económicos y sociales de la Reunificación –Treuhand generó una
deuda al estado de 256 mil millones de marcos–, que aún hoy los
contribuyentes alemanes han de pagar de sus salarios mediante el llamado
“impuesto de solidaridad” (Solidaritätzuschlag), hicieron que la
coalición entre socialdemócratas y verdes aprobase años después la
Agenda 2010, el mayor recorte del Estado social, con el fin de
solventarlos.
Pero aumentar la dosis del medicamento no hizo más agravar
la situación: las reformas del gobierno roji-verde han incrementado en
Alemania la brecha social entre ricos y pobres, hundido los salarios y
empeorado las condiciones de trabajo del mercado laboral alemán, en el
que las figuras del trabajador precario y el working poor han
dejado de ser una excepción para convertirse en norma.
Sin embargo, el
presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, sorprendió a todos al
proponer en el 2011 para Grecia la misma fórmula de Treuhand. [5] Una fórmula que ahora, precisamente, se trata de exportar a toda Europa." (Rebelión, 27/09/2012, Àngel Ferrero,Sin Permiso)
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