"En febrero de 1933, cuando la Gran Depresión y su secuela de deflación,
desempleo y miseria azotaba a Estados Unidos (EE.UU.), los ricos y sus
representantes seguían exigiendo políticas de austeridad.
En ese
contexto un banquero de Utah, Marriner Eccles, fue llamado por el
recientemente electo Presidente Franklin D. Roosevelt para rendir su
testimonio ante el Comité del Senado de Estados Unidos para la
Investigación de los Problemas Económicos. El testimonio de Eccles llevó
a las primeras políticas concretas del New Deal.
Lo primero que Eccles dijo es que “antes de que se tomen medidas efectivas para frenar los devastadores efectos de la depresión, es un deber reconocer que el derrumbe de nuestro actual sistema económico se debe al fracaso de nuestro liderazgo político y financiero para manejar inteligentemente el problema monetario.
Lo primero que Eccles dijo es que “antes de que se tomen medidas efectivas para frenar los devastadores efectos de la depresión, es un deber reconocer que el derrumbe de nuestro actual sistema económico se debe al fracaso de nuestro liderazgo político y financiero para manejar inteligentemente el problema monetario.
En el mundo real no hay causa ni razón para el
desempleo y su resultante empobrecimiento y sufrimiento de un tercio
completo de nuestra población. Tenemos todo y aun más de la riqueza
material que teníamos en el pico de nuestra prosperidad, en el año 1929.
Nuestro pueblo necesita y quiere todo lo cual nuestros abundantes
instrumentos y recursos están en capacidad de proveerle.
El problema de
la producción ha sido resuelto, y en el presente no necesitamos más
acumulación de capital () Tenemos la plantilla económica capaz de
proveer una superabundancia de no solamente todas las necesidades
básicas de nuestro pueblo, sino también el confort y el lujo. Nuestro
problema, en consecuencia, es puramente de distribución.
"Y esto solo
puede concretado proveyendo un poder de compra suficiente y adecuado
para que el pueblo pueda obtener los bienes de consumo que nosotros,
como nación, estamos en capacidad de producir. Para sobrevivir el
sistema económico no puede servir a otro propósito." (2)
En 1942, cuando la segunda Guerra Mundial estaba a mitad de camino y las economías de EE.UU. y Gran Bretaña se encontraban sometidas a una planificación central como parte de las políticas del New Deal, el economista polaco Michal Kalecki analizó la necesidad de la intervención gubernamental mediante programas de inversiones públicas para asegurar el pleno empleo, y los argumentos explícitos e implícitos de la clase capitalista para oponerse a esa intervención estatal siguen siendo de una actualidad sorprendente.
Kalecki destaca que aun cuando los economistas reconocen que el pleno empleo puede ser logrado mediante el gasto gubernamental, siempre hay una oposición política intensa, incluso entre los “expertos económicos”, a la intervención gubernamental, y formula tres razones:
En 1942, cuando la segunda Guerra Mundial estaba a mitad de camino y las economías de EE.UU. y Gran Bretaña se encontraban sometidas a una planificación central como parte de las políticas del New Deal, el economista polaco Michal Kalecki analizó la necesidad de la intervención gubernamental mediante programas de inversiones públicas para asegurar el pleno empleo, y los argumentos explícitos e implícitos de la clase capitalista para oponerse a esa intervención estatal siguen siendo de una actualidad sorprendente.
Kalecki destaca que aun cuando los economistas reconocen que el pleno empleo puede ser logrado mediante el gasto gubernamental, siempre hay una oposición política intensa, incluso entre los “expertos económicos”, a la intervención gubernamental, y formula tres razones:
"1) aversión a la interferencia del gobierno en el
problema del desempleo como tal; 2) aversión a la dirección del gasto
del gobierno (inversiones públicas y los subsidios al consumo); 3)
aversión a los cambios sociales y políticos resultantes del
mantenimiento del pleno empleo" (3).
Al enumerar esas aversiones Kalecki destaca que bajo el sistema de laissez-faire, el neoliberalismo, la oposición a la intervención gubernamental es justificada de diversas formas: porque los capitalistas no quieren perder el control indirecto que tienen sobre las políticas del gobierno; porque si las áreas de intervención del gobierno en la economía son estrechas existe el peligro de que el gobierno se vea tentado a nacionalizar áreas “para ganar nuevas esferas en las cuales efectuar inversiones”; porque tratándose de subsidios al consumo se afecta el más alto principio “moral” del capitalismo, que exige “ganar el pan con el sudor de la frente”.
Al analizar el tercer punto, la aversión a los cambios sociales y políticos resultantes del mantenimiento del pleno empleo, Kalecki destaca que “en efecto, bajo un régimen permanente de pleno empleo, la cesantía cesará de jugar su papel de medida disciplinaria.
Al enumerar esas aversiones Kalecki destaca que bajo el sistema de laissez-faire, el neoliberalismo, la oposición a la intervención gubernamental es justificada de diversas formas: porque los capitalistas no quieren perder el control indirecto que tienen sobre las políticas del gobierno; porque si las áreas de intervención del gobierno en la economía son estrechas existe el peligro de que el gobierno se vea tentado a nacionalizar áreas “para ganar nuevas esferas en las cuales efectuar inversiones”; porque tratándose de subsidios al consumo se afecta el más alto principio “moral” del capitalismo, que exige “ganar el pan con el sudor de la frente”.
Al analizar el tercer punto, la aversión a los cambios sociales y políticos resultantes del mantenimiento del pleno empleo, Kalecki destaca que “en efecto, bajo un régimen permanente de pleno empleo, la cesantía cesará de jugar su papel de medida disciplinaria.
La posición
social del patrón será socavada y crecerá en la clase trabajadora la
autoestima y la conciencia de clase”, y aunque esto lleve a aumentar las
ganancias de los capitalistas industriales y solo pueda “afectar a los
intereses de los rentistas”, lo que está en juego es “la disciplina en
las fabricas” y la “estabilidad política”, las “dos cosas que los
hombres de negocio aprecian más que las ganancias.
Es el instinto de
clase que les dicta que el pleno empleo perdurable es poco sano para sus
puntos de vista y que el desempleo es parte del sistema capitalista”. (Rebelión, 28/09/2012, ,Alberto Rabilotta, ALAI AMLATINA)
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