"C. Delcroix: ¿Puedes hablar también de la muy profunda
alterización de los árabes y de los negros, a los que en la sociedad
francesa presenta como responsables de la violencia sexista de forma
unilateral[1]? ¿Cómo apareció esta oposición entre los sexistas y los
antirracistas?
Ch. Delphy: La sociedad francesa en su conjunto, con la ayuda de una gran parte de las mujeres que se dicen feministas, ha logrado matar dos pájaros de un tiro: por una parte, acusar a toda una parte de la población de defectos innobles (no solo sería sexista, sino también homófoba y antisemita) y, por otra, absolver completamente de sexismo a la sociedad dominante.
Ch. Delphy: La sociedad francesa en su conjunto, con la ayuda de una gran parte de las mujeres que se dicen feministas, ha logrado matar dos pájaros de un tiro: por una parte, acusar a toda una parte de la población de defectos innobles (no solo sería sexista, sino también homófoba y antisemita) y, por otra, absolver completamente de sexismo a la sociedad dominante.
El resultado es que
ya no se habla del sexismo general de nuestra sociedad, generalizando a
todos los hombres. Por ejemplo, Élisabeth Badinter pretende que «entre
los franceses de origen, ya sea en el judaísmo o el catolicismo, no se
puede decir que haya una opresión de las mujeres»[2].
Ahora bien, cuando creamos el movimiento feminista en 1970 no estábamos pensando en el sexismo de los árabes. Como todos los trabajadores inmigrantes, trataban de hacerse olvidar y nosotros, como blancas, no teníamos prácticamente ninguna relación con ellos. Se pensaba en el sexismo de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestros compañeros.
Ahora bien, cuando creamos el movimiento feminista en 1970 no estábamos pensando en el sexismo de los árabes. Como todos los trabajadores inmigrantes, trataban de hacerse olvidar y nosotros, como blancas, no teníamos prácticamente ninguna relación con ellos. Se pensaba en el sexismo de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestros compañeros.
¡Y de
pronto nos enteramos de que no hay opresión de la mujer «entre las
francesas de origen»! Se vieron varias manifestaciones contra la
violencia ejercida contra cuatro mujeres: las cuatro tenían nombre
árabes. Poco tiempo después se publicó la Encuesta Nacional sobre la
Violencia de las Mujeres en Francia (ENVEFF, por sus siglas en
francés)[3].
Y hoy se hacen recuentos cada año; cada semana dos o tres
mujeres mueren a manos de su marido o compañero. Pero, ¿dónde se
menciona en estas manifestaciones a las Monique, a las francesas
asesinadas por sus compañeros blancos como ellas? (...)
Ahí es donde estamos hoy en día. Una sola operación ha hecho progresar
el racismo al tiempo que vuelve invisible el sexismo: el de los blanco,
porque el sexismo «no existe entre ellos», y el de los negros y árabes,
porque es indudablemente racista convertirlos en los chivos expiatorios. (...)
Sé que esta aserción va en contra de la percepción que hay en la
población, incluidos los sociólogos. Esta percepción es que los
africanos en general son más sexistas que los «occidentales».
Se trata
de este a priori que se ejerce respecto a personas de origen africano,
aunque ellas mismas hayan nacido y hayan sido educadas en Francia o en
otro país occidental. Pero nosotros las miramos de una manera que en vez
de buscar las similitudes entre ellas y los demás franceses, busca las
diferencias: supone, busca y encuentra unas diferencias y las resalta en
detrimento de las similitudes. (...)
Roland Pfefferkorn: A propósito del pañuelo o del velo, me
gustaría que volvieras sobre cómo se han utilizado las comparaciones
internacionales selectivas en la argumentación en relación a la
situación francesa. Me parece claro que se desplazan las problemáticas y
que, al mismo tiempo, este desplazamiento permite privilegiar lo
emocional en muchas personas. ¿Puedes volver sobre este uso selectivo de
las comparaciones internacionales?
Ch. Delphy: Hace poco hablaba con una periodista de la televisión del debate sobre la prohibición del velo en la escuela y del hecho de que esto penalizara a jóvenes francesas. Ella estaba de acuerdo, pero creía que esta prohibición podía ayudar… ¡a las iraníes!
Ch. Delphy: Hace poco hablaba con una periodista de la televisión del debate sobre la prohibición del velo en la escuela y del hecho de que esto penalizara a jóvenes francesas. Ella estaba de acuerdo, pero creía que esta prohibición podía ayudar… ¡a las iraníes!
Cuando le pregunté en qué
sentido, me respondió que podía «ser un signo». Pero, ¿un signo de qué y
dirigido hacia qué? No se podía entender que ella quería decir que
inscribiéndose dentro del mito nacional que ve a Francia como el faro y
guía de las naciones.
Dentro de este paradigma, en cuanto los franceses
hacen algo, en el extranjero se dicen: «¡Ah, los franceses hacen esto!
¡Debe de ser interesante! ¿Y si hacemos lo mismo?». Pero los demás
países no dicen eso, están dentro de su propio mito nacional, no en el
nuestro, y no nos ven como un ejemplo. (...)
De la misma manera no se quiere tener en cuenta lo que puede ocurrir a
Francia. Oigo a muchas personas decir que la ley de 2004 que prohíbe el
pañuelo en la escuela está muy bien: «Todo fue muy bien», queriendo
decir con ello que las chicas se quitan el velo (y de las que no se lo
quitan y no van a clase no se habla, es de mala educación).
En efecto,
¿qué pueden hacer estas chicas? Se quitan el velo al entrar al
establecimiento y se lo ponen al salir. Todo ha ido muy bien en el
sentido de que no ha habido bombas en las escuelas. Pero, al fin y al
cabo, hay que mirar más lejos: estas chicas van a la escuela y después
al instituto durante siete años.
Durante siete años de sus vidas se las
humilla mañana y tarde (y en el intervalo) porque todas sus compañeras
saben que llevan pañuelo y que están obligadas a quitárselo a la puerta
del establecimiento. Se van a convertir en adultas.
Los argelinos no han
olvidado los 130 años de colonización ni los ocho años de guerra. ¿Van a
olvidar estas chicas estos siete años de humillación? No lo creo.
Cuando se conviertan en adultas es cuando se verá lo que se ha hecho, se verá realmente el resultado de la ley. Se ha vuelto a crear otra separación, como si no hubiera ya bastantes. Se han empeorado las cosas.
Cuando se conviertan en adultas es cuando se verá lo que se ha hecho, se verá realmente el resultado de la ley. Se ha vuelto a crear otra separación, como si no hubiera ya bastantes. Se han empeorado las cosas.
Y es que si
llevan el velo es porque hay algo que no funciona y lo que no funciona
es, para empezar, el racismo que padecen. Si no, no llevarían ese
pañuelo, que no es un pañuelo magrebí. No es la continuación de una
tradición o de una costumbre familiar. La mitad o más de sus padres,
lejos de obligarlas a llevarlo, se oponen a ello.
En las generaciones de
los padres eso prácticamente no se hacía. Esa generación creía en la
integración. Pero la generación siguiente ha visto el resultado de esta
creencia: para la nueva generación no hay integración y a sus padres les
han engañado como a chinos." (Rebelión, 11/10/2012, Daniel Bertaux, Catherine Delcroix y Roland Pfefferkorn, http://Migrations et sociétés)
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