"El sociolingüista George Lakoff, autor del libro No pienses en un elefante,
ha definido el papel de estos marcos conceptuales en la conformación de
la opinión pública. Cuando la ideología conservadora, afirma Lakoff,
utiliza por ejemplo la expresión “hay que aliviar la carga impositiva”,
el marco conceptual en el que se inscribe implica una visión de los
impuestos como algo que aprieta, que oprime a la sociedad.
Del mismo
modo, cuando Mitt Romney se refiere a “ese 47% de la población
norteamericana que no paga impuestos y depende de las Ayudas del
Estado”, que se siente “víctima” y se “cree con derecho a recibir
atención médica, comida o vivienda”, está diciendo que ni es víctima ni
tiene derecho a esas ayudas.
Esa idea forma parte de un marco ideológico
según el cual, cada uno ha de espabilarse y si alguien es pobre o
fracasa, es por su culpa. Algo habrá hecho mal. En este marco
conceptual, los poderes se sienten legitimados para abandonar a su
suerte a los desfavorecidos.
Todo discurso político tiene un marco conceptual de referencia.
También el de la crisis. Montserrat Ribas ha observado que el relato que
se hace de la crisis está orientado a neutralizar cualquier resistencia
a las medidas que se aplican.
“El relato hegemónico presenta la crisis
como una catástrofe natural, que ha ocurrido por una serie de fuerzas
que no podemos controlar y que tiene consecuencias graves para todos.
Como en las catástrofes, hay que resignarse, aceptar los sacrificios y
colaborar para salir de ella”.
Con este enfoque, la crisis no tiene responsables, ni se considera
importante determinar cómo se reparten sus cargas. Una vez instaurado
este discurso, quienes cuestionan las políticas de ajuste y se resisten a
los sacrificios son malos ciudadanos, como sugirió Rajoy en Nueva York
al ensalzar “a la mayoría de españoles que no se manifiesta, que no sale en las portadas de prensa”, en referencia a las protestas de la plaza de Neptuno de Madrid.
Montserrat Ribas invita a imaginar qué ocurriría si en lugar del
“relato de la catástrofe” se impusiera “el relato de la estafa”.
Estaríamos buscando a los responsables de lo ocurrido, les estaríamos
exigiendo responsabilidades políticas y penales, y exigiríamos cambios
radicales en la regulación del sistema financiero para evitar que vuelva
a repetirse.
“En este relato, el papel del ciudadano es totalmente
diferente. No es de pasividad y resignación, sino de exigencia y
reforma”, señala.
Y aún hay un tercer relato posible: el de la crisis como “golpe de
Estado del capitalismo”. En este relato, la recesión es utilizada para
limitar la democracia e imponer un sistema autoritario que permita
someter a toda la población a los dictados del poder económico, en
beneficio de este.
De momento, el relato de la crisis como estafa pugna por abrirse paso
desde la plaza de Neptuno de Madrid y desde los foros sociales abiertos
al calor del movimiento del 15-M. Pero en el discurso oficial el que
predomina es el de la crisis como catástrofe.
La culpabilización de las víctimas aparece, en este contexto, como un
mecanismo de legitimación de los recortes sociales. En la presentación
del plan Prepara, la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, insistió en que
se iban a aplicar medidas contra los parados que no quisieran aceptar un trabajo,
como si los parados españoles recibieran muchas ofertas de empleo.
Báñez justificó los nuevos criterios de concesión de la ayuda de 430
euros en la necesidad de hacerla más equitativa y evitar abusos. Para
justificarlo, declaró sentirse “insultada” al saber que había “hogares
que ingresan 8.000 euros, en los que un niñato recibe una paga de 400
por no hacer nada”.
De entrada, hogares en los que entran 8.000 euros al
mes no hay tantos como para ponerlos como paradigma, pero lo que en
realidad la ministra encubría con esta retórica era un drástico recorte
en las ayudas, que a partir de ahora solo podrán cobrar quienes estén
prácticamente al borde de la indigencia. (...)
“Es curioso que cuando la pobreza ha escalado dos puntos en un año y hay
1.737.000 hogares en los que todos sus miembros están en el paro, se
insista tanto en la idea de que los desempleados no hacen suficiente
esfuerzo para poder trabajar”, añade. “Con este discurso, las víctimas
de la crisis se encuentran doblemente penalizadas: además de perder su
empleo, son sospechosos de querer vivir a costa de los demás”. (...)
El mismo marco conceptual que permite culpabilizar a los pobres y a los parados es el que opera en los países del norte contra los del sur. El discurso culpabilizador genera angustia, pero también insolidaridad. Y abre la puerta a una nueva ignominia: la competencia feroz entre los mismos pobres por los escasos recursos disponibles.
“No quiero ser apocalíptico, pero lo peor que nos puede ocurrir es que después de la crisis económica venga la crisis social”, afirma Isidro Rodríguez. “Los países que mejor resisten la crisis son aquellos que tienen un Estado de bienestar más sólido y una sociedad civil fuerte y cohesionada. No podemos pasar del Estado de bienestar al Estado de beneficencia”, concluye Carreras. (El País, 05/10/2012)
El mismo marco conceptual que permite culpabilizar a los pobres y a los parados es el que opera en los países del norte contra los del sur. El discurso culpabilizador genera angustia, pero también insolidaridad. Y abre la puerta a una nueva ignominia: la competencia feroz entre los mismos pobres por los escasos recursos disponibles.
“No quiero ser apocalíptico, pero lo peor que nos puede ocurrir es que después de la crisis económica venga la crisis social”, afirma Isidro Rodríguez. “Los países que mejor resisten la crisis son aquellos que tienen un Estado de bienestar más sólido y una sociedad civil fuerte y cohesionada. No podemos pasar del Estado de bienestar al Estado de beneficencia”, concluye Carreras. (El País, 05/10/2012)
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