"(...) Vpered : ¿Cuáles son los principales problemas teóricos que los marxistas tendrían que resolver hoy ?
Daniel Bensaid : Hablaré de problemas que tienen que
ser elaborados más que resueltos. Porque la solución no es puramente
teórica, sino también práctica. Si existe, será el resultado de la
imaginación y la experiencia de millones de millones de personas. Por
otro lado, hay cuestiones que deben ser re-abiertas y elaboradas a la
luz de un siglo de experiencias que ni Marx ni Engels ni ninguno de los
padres fundadores podían imaginar.
En primer lugar, la cuestión ecológica. Ciertamente hay en Marx una
crítica a la concepción abstracta de un progreso unidireccional (en las
primeras páginas de losGrundisse), y la idea de que cualquier
progreso alcanzado dentro del marco de las relaciones sociales
capitalistas tiene su costado de devastación y retroceso (a propósito de
la agricultura en El capital).
Pero ni él, ni Engels, ni Lenin,
ni Trotsky, han verdaderamente incorporado nociones de umbrales y
límites. La lógica de sus polémicas contra las corrientes malthusianas
reaccionarias los condujo a apostar a la abundancia para resolver las
dificultades.
Ahora bien, el desarrollo del conocimiento científico nos
ha hecho tomar conciencia de los riesgos de la irreversibilidad y de las
diferencias de escala. Nadie puede saber hoy si los daños inflingidos
sobre el ecosistema, la biodiversidad y el equilibrio climático serán
reparables.
Hace falta entonces corregir una suerte de soberbia
prometeica y acordarnos de que – tal como Marx observó en losManuscritos de París de 1844 –
mientras que el hombre es un “ser humano natural”, es ante todo un ser
natural, por tanto dependiente de su nicho ecológico.
Así como la
crítica marxista puede hoy en día nutrirse de la elaboración en otros
campos de investigación (tales como los de Georgescu-Rötgen), en los
últimos años hemos visto también desarrollarse una importante “ecología
social” inspirada en la crítica marxista (Bellamy-Foster en EE.UU.,
Jean-Marie Harribey o Michael Husson en Francia, y muchos otros).
Después, parece importante considerar las consecuencias estratégicas
de los cambios en curso en las condiciones espaciales y temporales de la
política. Existe una abundante literatura teórica acerca de la cuestión
del tiempo, tanto a propósito de los ritmos económicos (ciclos,
rotación del capital, indicadores sociales, etc.) como de la
discordancia de los tiempos sociales (o de lo que ya Marx llamó
“contratiempo” y Bloch “no-contemporaneidad”), entre un tiempo político,
un tiempo jurídico y un tiempo estético (a los cuales hoy habría que
agregar un tiempo largo de la ecología).
Por otro lado, al margen de la
obra pionera de Henri Lefebvre, la producción social de espacios
sociales ha suscitado una muy menor atención teórica. Sin embargo, la
globalización produce hoy en día una reorganización de las escalas
espaciales, una redistribución de los lugares de poder, de nuevos modos
de desarrollo desigual y combinado.
David Harvey ha mostrado que hay en
Marx pistas interesantes en este sentido, y ha desarrollado su
relevancia respecto de las formas contemporáneas de la dominación
imperialista que, lejos de desembocar en un “espacio liso” y homogéneo
del Imperio (como lo sugiriera Toni Negri), perpetúan y utilizan el
desarrollo desigual en provecho de la acumulación del capital.
Un tercer gran tema sería el del trabajo y su metamorfosis, tanto
desde el punto de vista de las técnicas de gestión de la fuerza de
trabajo en los procedimientos de control mecánico, así como en la
recomposición de la relación entre trabajo intelectual y trabajo manual.
Las experiencias del siglo XX, en efecto, han mostrado que la
transformación formal de las relaciones de propiedad no bastaba para
poner fin a la alienación en y por el trabajo. Algunos han deducido de
esto que la solución consistiría en el “fin del trabajo”, o en la salida
(¿o fuga ?) fuera de la esfera de la necesidad.
Hay en Marx una doble
comprensión del concepto de trabajo : en sentido amplio, una comprensión
antropológica, que designa la relación de transformación (o el
“metabolismo”) entre la naturaleza y la especie humana ; y una
comprensión específica o restringida, que concibe por trabajo el trabajo
involuntario, y específicamente la forma del trabajo asalariado en una
formación social capitalista.
En relación a este significado
restringido, podemos y debemos fijar el objetivo en liberar al trabajo y
en ser liberados del trabajo, en socializar los ingresos para
desembocar en la desaparición de la forma-salario. Pero no podemos, sin
embargo, eliminar el “trabajo” (aun si le damos otro nombre) en el
sentido general de actividad de apropiación y transformación de un medio
natural dado.
Se trata por tanto de imaginar las formas bajo las cuales
esta actividad podría volverse creativa, dado que es altamente dudoso
que pueda existir una vida libre y plena si el trabajo en sí mismo
permanece alienado.
Una cuarta cuestión mayor sería la de la (o las) estrategia(s) para
cambiar el mundo. En efecto, tras un breve momento de euforia o ebriedad
que siguió a la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión
Soviética, la gran promesa liberal pronto perdió su credibilidad. Cada
día se revelan en toda su amplitud los estragos sociales y ecológicos de
la competencia de mercado “sin distorsiones”.
El estado permanente de
guerra y excepción no son más que el reverso lógico de esta crisis
histórica. El nacimiento de los movimientos altermundistas expresa una
constatación del fracaso : el mundo no está a la venta, el mundo no es
una mercancía… A menos de 15 años del pretendido triunfo definitivo del
capitalismo (el famoso “fin de la historia” de Fukuyama), la idea de que
este mundo de capitalismo realmente existente es inhumano e inaceptable
está ahora ampliamente extendida.
Por otra parte, existe una fuerte
incertidumbre acerca de las maneras de transformarlo sin reproducir los
fracasos y las caricaturas de socialismo del siglo XX. Hace falta,
entonces, sin renunciar a la centralidad de la lucha de clases en las
contradicciones del sistema, pensar la pluralidad de estas
contradicciones, de estos movimientos, de estos actores, pensar sus
alianzas, pensar la complementariedad de lo social y lo político aunque
sin confundirlos, retomar la problemática de la hegemonía y el frente
único abierta por los debates de la Tercera Internacional y los Cuadernos de la carcel de
Gramsci, profundizar en las relaciones entre ciudadanía política y
ciudadanía social… Vasto programa, que no puede avanzar sino con el
aporte de nuevas experiencias de lucha y organización.
Seguramente – y esto está ya implícito en el punto precedente –,
implica dimensionar en toda su extensión el fenómeno de la burocracia en
las sociedades modernas, y sus profundas raíces en la división social
del trabajo. Una idea superficial es creer que el fenómeno burocrático
sería un resultado exclusivo de las sociedades culturalmente atrasadas, o
el producto de formas organizativas (tales como la organización en
“partidos” políticos).
De hecho, cuanto más se desarrollan las
sociedades, mayores son las formas burocráticas varias que producen :
burocracias de estado, burocracias administrativas y burocracias del
saber y de la acreditación. Las organizaciones sociales (sindicatos,
organizaciones no gubernamentales) están no menos burocratizadas que los
partidos.
Por el contrario, los partidos (llámeseles partidos,
movimientos u agrupaciones, poco importa) pueden ser un medio de
resistencia colectiva a la corrupción financiera y a la cooptación
mediática (dado que la burocracia mediática es también una nueva forma
de burocratización).
Se ha vuelto crucial, por ende, pensar los medios
para desprofesionalizar el poder y la política, para limitar la
acumulación de cargos electivos, para eliminar los privilegios
materiales y morales, para garantizar la rotación de las
responsabilidades. No hay aquí armas o antídotos infalibles.
Se trata de
medidas para el control y la limitación de tendencias burocráticas,
pero las soluciones genuinas a largo plazo dependen de una
transformación radical de la división del trabajo y de una drástica
reducción del tiempo de trabajo involuntario.
Para elaborar estas cuestiones, existen importantes recursos – a
menudo desconocidos u olvidados – en Marx y en la tradición marxista.
Pero también hay importantes herramientas conceptuales provenientes de
otras corrientes de pensamiento, sea en la economía, la sociología, la
ecología críticas, los estudios de género, los estudios post-coloniales o
el psicoanálisis. No avanzaremos sin dialogar con Freud, Foucault,
Bourdieu y muchos otros.(...)" (Entrevista a Daniel Bensaïd (1946-2010), Democracia Socialista, en Rebelión, 11/02/2014)
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