"(...) ¿Qué es el lerrouxismo? La Gran Enciclopèdia Catalana, por ejemplo,
habla de un "ideario confuso" entre cuyas "principales características
se mencionan el anticlericalismo, la propaganda antimonárquica, el
españolismo y una particular demagogia obrerista, con frecuencia
enfrentada al anarquismo".
Organizativamente, el lerrouxismo –continúa
la Gran Enciclopèdia Catalana- se fundamentó en "la multiplicación de
los centros republicanos, en la celebración de multitudinarias meriendas
fraternales y en la creación de grupos de Jóvenes Bárbaros”. Puestos a
concluir, la Gran Enciclopèdia Catalana define el lerrouxismo como una
"política demagógica, españolista y anticatalana".
Para la historiografía más solvente –José Álvarez Junco, El Emperador del Paralelo. Alejandro Lerroux y la demagogia populista,
1990-, el lerrouxismo es una forma de populismo. Según afirma nuestro
historiador, el lerrouxismo es "una cultura populachera, como la de
Perón y otros populistas". Prosigue: "sin un programa claro, logró sacar
multitudes a la calle y hacerlas votar".
Unos detalles interesantes que
explicarían el éxito de Alejandro Lerroux: dio voz a determinados
segmentos sociales, reivindicó la ampliación de los servicios sociales,
tenía la costumbre de moralizar y transmitía una concepción de la
historia en términos de paraíso terrenal, pecado mortal, caída al
infierno y redención. Lo suyo era –aseguraba Alejandro Lerroux- la
regeneración. Y quizá por eso –la regeneración, una feliz idea en
tiempos convulsos-, cuajó.
Al éxito contribuyó una retórica populista muy eficaz que creó un
ambiente cargado de emoción, sentimiento y "racionalidad" al servicio de
la causa. Una retórica que expresaba lo que el auditorio –eso es el
populismo, entre otras cosas- quería oír.
El lerrouxismo suma adeptos
porque halaga y complace al auditorio, porque invita al auditorio a
constituirse y convertirse en sujeto de la historia, porque hace creer
que es el Pueblo -ese buen Pueblo zarandeado por los políticos de turno-
quien puede y debe conducir al objetivo final. Y está, también, la
figura de un Alejandro Lerroux que se presenta como amigo de los
trabajadores. En definitiva, el político que defiende al buen pueblo
frente a los excesos del gobierno de España. (...)
Según buena parte de la historiografía, el lerrouxismo clásico -muy
probablemente, la única cosa positiva de dicho movimiento- resquebrajó
la política caciquil del catalanismo de las primeras décadas del siglo
XX. (...)
Escribió Alejandro Lerroux: "amo a España, amo la unidad nacional,
quiero la felicidad para mi país... [el catalanismo es] incongruente,
reaccionario, mantenedor de privilegios antiguos, creador de otros
nuevos". (...)" (Miquel Porta Perales, Crónica Global, Martes, 13 de mayo de 2014)
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