"(...) En los estudios de estas desigualdades que están apareciendo en
Norteamérica y en la Unión Europea (entre los cuales cabe destacar
Capital in the XXI Century de Thomas Piketty) se documenta su evolución,
y en muchos de ellos se acentúa, con razón, la importancia que las
políticas neoliberales han tenido en el desarrollo de tales
desigualdades.
Ahora bien, pocos profundizan para señalar que el origen
de esas desigualdades es precisamente la explotación del mundo del
trabajo por parte del mundo del capital.
Es decir, lo que solía llamarse
“la lucha de clases”, término que ahora no se utiliza por ser
considerado anticuado en el lenguaje moderno, el cual ha excluido
incluso la categoría de “clases sociales” (y no hablemos ya de la de
“explotación de clase”) del lenguaje permitido por la sabiduría
convencional (es decir la sabiduría permitida y promovida por la
estructura de poder en los medios y centros académicos, tales como en
España Fedea, financiados por el gran capital, y que presentan tales
términos y conceptos como ideologías dignas de ser marginadas, o mejor,
ignoradas).
Veamos ahora los datos. Y comencemos por
definir los términos, y muy en especial explotación. Explotación de
clase es cuando una clase social vive mejor a costa de que otra clase
viva peor. Y esto es lo que ha estado ocurriendo y ha ido creciendo
desde los años ochenta.
Y los datos están ahí para el que quiera verlos y
que no utiliza ojeras ideológicas que le impidan ver la realidad como
es y no como desearía que se leyera. Todos los datos que han analizado
el crecimiento de la productividad (una variable clave para determinar
el crecimiento de la riqueza de un país) muestran que esta ha aumentado
en los últimos cuarenta años en Norteamérica y en la Europa Occidental.
Y
ello se refiere tanto a la productividad total como a la productividad
per capita y por trabajador. Esto quiere decir que la riqueza de los
países a los dos lados del Atlántico Norte ha crecido muy
significativamente.
Pero esta riqueza, resultado del crecimiento de la
productividad, ha ido más a enriquecer al mundo del capital, es decir, a
los propietarios y gestores de las grandes empresas (donde creció la
productividad), a través del enorme crecimiento de los beneficios
empresariales y de las retribuciones a los dirigentes y delegados de
estas empresas, a costa del escaso crecimiento de los salarios que
reciben los trabajadores.
Así, en EEUU, Lawrence Mishel y Kar-Fai Gee
han calculado (y publicado en la revista International Productivity
Monitor, Spring 2012) cómo ha ido creciendo la productividad y quién se
ha beneficiado más de ello. Así “desde 1973 a 2011, la productividad por
trabajador creció nada menos que un 80.4%. El salario horario promedio,
sin embargo, creció solo un 4.0%.
En realidad, si los salarios hubieran
crecido como creció la productividad laboral, el salario horario
promedio hubiera sido de 27.89 dólares (en dólares del 2011), en lugar
de 16.07 dólares”. Casi todo el producto generado por el crecimiento de
la productividad fue a enriquecer los beneficios de las grandes empresas
y las compensaciones de sus dirigentes.
Es esta la principal causa del
enorme crecimiento de la concentración de las riquezas y de las rentas
en nuestras sociedades, concentración ayudada por las intervenciones del
Estado, más favorables al mundo del capital que al mundo del trabajo.
Una situación semejante ha ocurrido en
la Gran Bretaña, Francia, Italia, Japón, Alemania, Grecia, Portugal,
España e Irlanda. En todos estos países las rentas del capital han
crecido mucho más rápidamente que las rentas del trabajo durante el
periodo que va de 1980 a 2011.
En Alemania, el descenso de los salarios
fue muy marcado a partir de las reformas Schröder, también conocidas
como Agenda 2010, cuyas políticas fiscales beneficiaron a las rentas del
capital, a la vez que sus reformas laborales determinaron el descenso
de los salarios (descendiendo un 0.5% por año), con lo cual paralizaron
la demanda doméstica, estimulando las exportaciones.
Durante este
periodo, la productividad laboral creció un 1.3% por año, muy por encima
del crecimiento de las rentas del trabajo. (Para una extensión de este
tema ver “Wages, Profits and Productivity” de Pete Dolak en Counter
Punch, March 28-30, 2014).
Las políticas públicas neoliberales
facilitaron el enorme descenso de los salarios. En EEUU, los salarios
hoy son más bajos que en 1968. Y el salario mínimo interprofesional es
un 23% más bajo que en el año 1968, cuando Martin Luther King lideró la
marcha de Washington, exigiendo un salario mínimo de 2 dólares por hora,
lo cual, en dólares de hoy, serían 15.35 dólares, mucho más elevado que
el establecido hoy, de 7.25 dólares.
El presidente Obama está
proponiendo un salario mínimo de 10.10 dólares por hora (¡que son 2/3
partes de lo que King pedía en 1968, en dólares de hoy!). Un tanto
parecido ocurre en los otros países citados anteriormente. (...)"
(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 1 de mayo de 2014, en vnavarro.org, 01/05/2014)
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