"(...) El alza del desempleo y del trabajo precarizado son justificados por
lo que llaman de “desempleo tecnológico”, alegando que la tecnología
necesita menos mano de obra, produciendo más con menos trabajadores,
dados los aumentos de productividad.
Se plantea al trabajador la
disyuntiva de seguir empleado, pero bajando la productividad y la
competitividad de la empresa y del mismo país o salir del mercado para
mejorar su calificación y retornar después. En verdad no hay el tal
“desempleo tecnológico”.
Cuando hay aumento de productividad,
significa que se puede producir la misma mercancía en menos tiempo,
pongamos, la mitad del tiempo. No se deduce inmediatamente de ahí que se
debe expulsar trabajadores.
Hay tres alternativas: o se produce el
doble de la misma mercancía y se mantiene a todos los trabajadores
empleados. O se produce la misma cantidad de mercancías y se disminuye
la jornada de trabajo por la mitad. Entonces – lo que suele ocurrir – es
que se sigue produciendo la misma cantidad de mercancías y se echa a la
mitad de los trabajadores.
No es la tecnología la que echa a los
trabajadores. Es la lucha de clases, es quien se apropia del desarrollo
tecnológico, que puede servir sea para disminuir la jornada de trabajo o
para aumentar las ganancias de los empresarios.
Cuando se inventó
la luz eléctrica, la primera consecuencia no fue mejor el bienestar en
la casa de las personas, sino la introducción de la jornada nocturna de
trabajo. La culpa no la tuvo Thomas Edson, sino la apropiación de ese
invento para extender la jornada y la super explotación de los
trabajadores.
Desde que se hizo la crítica al paradigma de la
centralidad del trabajo, como visión reduccionista respecto a las otras
contradicciones, se ha impuesto una tendencia opuesta, la de hacer del
trabajo una actividad menor, sin trascendencia. Exactamente cuándo, como
nunca antes, la gente vive de su trabajo.
En actividades heterogéneas,
diversificadas, a menudo con el mismo trabajador en varios empleos a la
vez. Pero trabajan hombres y mujeres, enfermos, jóvenes y niños, blancos
y negros: todos o casi todos viven de su trabajo.
Sin embargo, el
tema del trabajo casi ha desaparecido, incluso en el pensamiento
social, donde la sociología del trabajo pasó, en pocas décadas, de las
ramas más buscadas a una más entre otras.(...)" (Emir Sader, Público, 18/05/2014)
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