"(...) ¿Cuáles cree que son los efectos de esta nueva situación en la gente?
Hace unos años la gente joven iba a trabajar para Ford o Fiat como aprendiz y podía acabar estando allí los siguientes 40 años si no se emborrachaba o moría antes. Hoy los jóvenes que no han perdido la ambición tras tener amargas experiencias laborales sueñan con ir a Silicon Valley. Es la meca de las ambiciones de todo hombre joven, la punta de lanza de la innovación, del progreso.
¿Sabe
cuál es la media de un trabajador en una empresa de Silicon Valley? Ocho
meses. El sociólogo Richard Sennett calculó hace unos años que el
trabajador medio cambiaría de empresa once veces durante su vida. Hoy
esa cantidad es incluso mayor. Las generaciones que emergen de las
universidades en grandes cantidades están todavía buscando empleo. Y si
lo encuentran, no tiene nada que ver con sus habilidades y sus
expectativas.
Están empleados en trabajos basura, temporales, sin
seguridad, sin recorrido laboral. Así que la manera principal en la que
nos conectamos al mundo, que es nuestra profesión, nuestro trabajo, es
fluida, líquida. Estamos conectados sólo por agua. Y no puedes estar
conectado por eso, produce inundaciones, fugas…
¿Por eso dice que hemos pasado del proletariado al precariado?
Hace no mucho el precariado era la condición de vagabundos, homeless, mendigos. Ahora marca la naturaleza de la vida de gente que hace 50 años estaba bien instalada. Gente de clase media. Menos el 1% que está arriba del todo, nadie puede sentirse hoy seguro. Todos pueden perder los logros conseguidos durante su vida sin previo aviso.
No hace tantos años, seis, el crédito y los bancos se
hundieron y la gente empezó a ser desahuciada de sus casas y sus
trabajos. Antes de eso, los optimistas hablaban de orgía del consumo,
la gente pensaba que podía gastar dinero que no tenía porque las cosas
serían mejores cada vez y también sus ingresos, pero todo eso se ha
hundido.
Las consecuencias son hoy los recortes, la austeridad, el alto
nivel de desempleo y, sobre todo, la devastación emocional y mental de
muchos jóvenes que entran ahora al mercado de trabajo y sienten que no
son bienvenidos, que no pueden añadir nada al bienestar de la sociedad
sino que son una carga.
Aumentan lo que llama vidas desperdiciadas.
Cada vez hay más. Pero es que además la gente que tiene un empleo experimenta la fuerte sensación de que hay altas posibilidades de que también se conviertan en desechos. Y aun conociendo la amenaza son incapaces de prevenirla. Es una combinación de ignorancia e impotencia. No saben qué va a pasar, pero ni sabiéndolo serían capaces de prevenirlo.
Ser un sobrante, un desecho, es una
condición aún de una minoría, pero impacta no sólo en los empobrecidos
sino también en cada vez mayores sectores de las clases medias, que son
la base social de nuestras sociedades democráticas modernas. Están
atribuladas.
¿Van a desaparecer las clases medias?
Estamos en un interregno. La palabra se usó por primera vez en la historia de la antigua Roma. El primer rey legendario fue Rómulo, que reinó 38 años. Era la media de vida de la gente, así que cuando murió pocos o ninguno recordaban el mundo sin él. La gente estaba confundida.
¿Qué hacer? Rómulo les decía qué hacer. Y si
hubiera otro, quién sabe lo que les pediría. Gramsci actualizó la idea
de interregno para definir una situación en la que los viejos modos de
hacer las cosas ya no funcionan, pero las formas de resolver los
problemas de una nueva manera efectiva aún no existen o no las
conocemos. Y nosotros estamos así.
Los gobiernos viven atrapados entre
dos presiones imposibles de reconciliar: la del electorado y la de los
mercados. Tienen miedo a que si no actúan como las bolsas y el capital
viajero quieren, las bolsas quebrarán y el dinero se irá a otro país. No
se trata sólo de que pueda haber corrupción y estupidez entre nuestros
políticos, sino que esta situación les hace impotentes. Y por eso la
gente busca desesperadamente nuevas formas de hacer política.
¿Cómo los indignados?
Es un buen ejemplo. Si el gobierno no cumple, vamos a la plaza pública. Pero es un buen intento que no trae mucho resultado. Estamos buscando. Intentando crear alternativas practicables para cumplir con las necesidades colectivas.
El interregno
por definición es transitorio. Yo creo que no viviré para ver el nuevo
arreglo, pero su vida estará llena de búsqueda de estas alternativas.
Porque este periodo de suspensión en el que muchas cosas van mal y
tenemos pocas ideas para solucionarlas no es eternamente concebible.
¿No nos habremos hecho ya demasiado líquidos?
Los cambios van y vienen. Mucha gente está hoy convencida de que ya hay alternativas, pero que son invisibles porque aún están muy dispersas. Jeremy Rifkin habla del procomún colaborativo. Benjamin Barber ha publicado el libro Si los alcaldes gobernaran el mundo en el que dice que los estados están acabados, que fueron una buena herramienta para la separación, la independencia y la autonomía, pero que en nuestros tiempos de interdependencia deben ser reemplazados.
Que las instituciones locales son capaces de enfrentarse a
los problemas mucho mejor, tienen la dimensión adecuada para ver y
experimentar su colectividad como una totalidad. Pueden llevar a cabo
luchas mucho más efectivas para mejorar las escuelas, la sanidad, el
empleo, el paisaje. Pide una especie de Parlamento mundial de alcaldes
de las grandes ciudades.
Nada demasiado utópico, porque el 70% de la
población vive en ciudades. Un Parlamento donde la gente hable y
comparta experiencias que son enormemente similares. Y los cambios
pueden estar ya aquí. Mi tesis, cuando estudiaba, fue sobre los
movimientos obreros en Gran Bretaña. Indagué en los archivos del siglo
XIX y los diarios. Para mi sorpresa, descubrí que hasta 1875 no se
mencionaba que estaba teniendo lugar una revolución industrial, había
sólo informaciones dispersas.
Que alguien había construido una fábrica,
que el techo de una fábrica se hundió… Para nosotros es obvio que
estaban en el corazón de una revolución, para ellos no. Es posible que
cuando entreviste a alguien dentro de 20 años le diga: cuando fue a
entrevistar a Bauman a Leeds estaban en medio de una revolución y usted
le preguntaba a él por el cambio." (Entrevista a Zygmunt Bauman, texto de Justo Barranco y fotos de Carlos González Armesto para mgmagazine.es , en Ssociólogos)
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