"A 50 años del genocidio de más de un millón de comunistas en
Indonesia, una serie de documentos e investigaciones está revelando el
rol protagónico de Estados Unidos y otras potencias occidentales en la
matanza. Ni Indonesia ni Estados Unidos quieren hurgar en el tema, pero
el interés periodístico, la formación de un tribunal popular
internacional que sesionará en La Haya este noviembre y un proyecto de
resolución presentado ante el Senado de Estados Unidos para que se abran
los archivos están dejando al descubierto la participación de dos
gobiernos demócratas, el apoyo de los James Bond británicos y hasta la
sorprendente colaboración del espionaje alemán liderado por un ex
jerarca nazi.
La apertura de los archivos ha sido con
cuentagotas, pero la luz que han filtrado muestra un paisaje típico de
la Guerra Fría, con Vietnam y la crisis de los misiles en Cuba como
telón de fondo. Los documentos desclasificados en junio revelan que en
1965 Indonesia era uno de los ejes principales de los briefings de la
Cia que recibía cada mañana en su despacho el entonces presidente Lyndon
Johnson.
Bajo el liderazgo del padre de la independencia, Sukarno,
Indonesia había adoptado un papel clave en el Movimiento de Países No
Alineados y trataba de mantener un equilibrio similar en su propio país
entre el poderoso Partido Comunista, el ejército que había combatido en
la guerra colonial de 1945-49 contra Holanda, y las poderosas
organizaciones islámicas de una nación mayoritariamente musulmana.
En la
perspectiva estadounidense Asia se estaba tiñendo de rojo, desde la
China de Mao hasta Corea y Vietnam, dividida en un norte comunista y un
sur proestadounidense: no había lugar para no alineados.
“La neutralidad
que promovía el presidente Sukarno era para Estados Unidos un comunismo
encubierto, es decir, un insidioso enemigo a eliminar. En 1958 lo
intentaron abiertamente con un golpe de Estado siguiendo el modelo de
los golpes en Irán de 1953 y Guatemala en 1954. Pero el golpe fracasó y a
partir de entonces operaron de manera encubierta”, dijo Stephen Kinzer,
autor de Overthrow: America’s Century of regime Change from Hawaii to Irak.
Un obstáculo para una evaluación más precisa es que los briefings están
llenos de párrafos tachados porque siguen siendo “peligrosos para la
seguridad nacional”. El rompecabezas histórico hay que armarlo con
distintas piezas sueltas. Un documento de la National Security Agency
(Nsa) desclasificado en 2001 especifica que la tarea principal de la Cia
en Indonesia en 1965 era la destrucción del Partido Comunista, el Pki,
aliado a Sukarno.
Otro documento, descubierto por una de esas
casualidades de la investigación histórica en una caja abandonada que
sobrevivió al tsunami que golpeó a la región en 2004, aporta una nueva
clave. Se trata de la orden emitida en la medianoche del 1 de octubre de
1965 por el general J Mokoginta, número dos del general Suharto, cabeza
de la rebelión contra Sukarno, de que se eliminara a todos los
comunistas.
Esta información estaba en el despacho de Johnson el 2 de
octubre a la mañana, clara muestra del grado de intimidad informativa
existente entre Estados Unidos y los militares: en menos de un día el
presidente era informado de un comunicado top secret de las fuerzas
armadas indonesias.
La desarticulación del gobierno de Sukarno
era un objetivo compartido por varios gobiernos occidentales. El
británico conservador Harold Mc Millan había establecido una alianza con
el demócrata John Kennedy que iba más allá de los colores políticos.
Cuando el laborista Harold Wilson asumió como primer ministro, en 1964,
siguió con esta “política de Estado” con el sucesor de Kennedy, Lyndon
Johnson.
En la base del MI 6 (espionaje exterior británico)
en Phoenix Road, Singapur, el Information Research Department trasladó
este acuerdo a una estrecha colaboración en las campañas de
desinformación montadas con la Cia sobre la crueldad de los comunistas
indonesios y la presencia maoísta, información que atizaba el miedo de
los sectores musulmanes.
Esta asistencia británica se extendió al campo
militar con la decisión de poner a un lado el conflicto existente
entonces entre Malasia, que contaba con abierto apoyo británico, y la
Indonesia de Sukarno.
“Buques de guerra británicos escoltaron a un barco
con tropas indonesias para que participaran de este terrible
holocausto. El trato era que una vez depuesto Sukarno, que se había
librado del Fmi y del Banco Mundial, Suharto reincorporaría a Indonesia a
ambos foros. Dicho y hecho”, señaló Roland Challis, corresponsal de la
Bbc en Asia en esa época.
La agencia de espionaje de Alemania,
el Servicio de Inteligencia Federal, bajo el mando de un ex general de
la era nazi, Reinhald Gehlen, suministró, según una investigación de la
revista Der Spiegel, “armas, radios y unos 300 mil marcos de la época
para el golpe de Suharto”.
Gehlen era uno de los cerebros del espionaje
durante la Segunda Guerra Mundial, y fue reclutado por Estados Unidos
para formar una red de espías en la Alemania Occidental de la época. Uno
de sus asistentes, Rudolf Oebsger-Röder, ex coronel de las SS, se
convertiría en un asistente directo y biógrafo de Suharto. Otros
generales de Suharto, como el temido Sukendro, visitaron Alemania en la
segunda quincena de noviembre del 65, en plena matanza.
El 2 de
octubre, coincidiendo con el aniversario del comienzo de la matanza, el
senador estadounidense Tom Udall presentó un proyecto de resolución para
la plena apertura de los archivos históricos sobre Indonesia.
El
rechazo oficial a abrir los archivos a los senadores no deja de
sorprender si se toma en cuenta que los legisladores tuvieron acceso a
información secreta para revelar las técnicas de tortura e interrogación
empleadas luego de los atentados del 11 de setiembre de 2001: ¿cómo una
historia de hace medio siglo es más sensible que esta información
contemporánea?
En La Haya este martes 10 el Tribunal Penal
Internacional analizará durante tres días la responsabilidad de
“Indonesia y otros países, incluyendo Estados Unidos, Holanda, Alemania,
Australia y Reino Unido” en el genocidio. “Buscamos la verdad de lo que
sucedió hace medio siglo. Una porción importante de esta verdad es la
participación internacional en los hechos”, dijo la coordinadora general
del tribunal, la indonesia Nursyahbani Katjasungkana." (Marcelo Justo , Brecha, en Rebelión, 12/11/15)
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