"(...) Has hablado del racismo del Norte contra el Sur. En
Europa aumentan los partidos de extrema derecha. En España no hay una
Marie Le Pen, ¿crees que hay menos racismo?
Eso es una falacia. La extrema derecha española está
en el Partido Popular. En el PP están todos los discursos de Marie Le
Pen, pero camuflados, como si fuera la derecha clásica. Y si hay dudas,
solo hace falta echar un vistazo a las políticas aplicadas en los
últimos cuatro años.
Ellos son la extrema derecha en la práctica; en
sus políticas tienes racismo, austeridad, lógicas neoliberales salvajes,
lo tienes todo. El PP camufla la extrema derecha y, en este sentido, es
peor que los partidos de extrema derecha, cuyo discurso es directo.
¿Entonces cómo se manifiesta el racismo en la vida cotidiana de uno?
El racismo es siempre institucional. En las actuales
sociedades, cuando se define el racismo, se piensa que es un problema
de prejuicios y estereotipos. La idea de que el racismo se limita a un
grupo de personas con prejuicios es muy problemática, porque reduce todo
a unos extremistas minoritarios en la sociedad.
De este modo, lo que
hay que hacer es educar a estos extremistas para que cambien, pero el
resto de la sociedad está bien. Y eso no es así.
El racismo es una práctica institucional. Es decir,
para que haya racismo no basta con que haya gente con prejuicios, tiene
que haber instituciones que lleven a la práctica estos prejuicios.
Cojamos por ejemplo a la policía: si hacen un examen de tolerancia, tal
vez muchos policías pasen este examen. Pero cuando se aborda el
funcionamiento de la policía como institución, uno detecta que, en
función del barrio, utiliza distintos métodos de actuación.
El problema no es el extremista con prejuicios sino
que las propias instituciones normativas de las sociedades
occidentalizadas están construidas sobre prácticas racistas hacia
inmigrantes o minorías. Estas prácticas las encuentras en el mercado de
trabajo, en la ausencia de derechos ciudadanos, en la falta de acceso a
recursos, etc.
El racismo es un cáncer terminal de la civilización
occidental, porque está organizando desde dentro y de forma transversal
todas las formas de dominación de la existencia humana.
¿Cuáles son los marcadores del racismo?
El racismo tiene muchos marcadores. El color de la
piel, la identidad religiosa, étnica, nacional... El color de la piel es
el más habitual debido a la historia del secuestro masivo de africanos
por parte de los imperios europeos y su desplazamiento forzado a las
Américas para ser esclavizados. Pero el racismo no se relaciona solo con
el color.
Los grupos que padecen racismo institucional están sujetos en
cualquier momento a la violencia o a políticas de despojo de recursos.
La opresión de clase se vive también de forma diferente si se pertenece a
un grupo afectado por el racismo o no. En una compañía de aviones de
Estados Unidos o de Francia, un obrero gana unos 150 euros a la hora,
trabaja ocho horas al día y, si hay un conflicto con la compañía, puede
acudir a un Tribunal u organizar una marcha en la calle, y sabe que esa
noche regresará a casa vivo a dormir.
En cambio, los obreras de un grupo
que sufre opresión racial, y digo obreras porque el 90% del
proletariado mundial son mujeres del Tercer Mundo, ganan uno o dos
dólares al día. Y no trabajan ocho, sino catorce o dieciséis horas al
día. Estas mujeres, si intentan hacer una huelga o llevar a esta
compañía a un Tribunal, saben que se juegan la vida porque en las “zonas
del no-ser” el sistema gestiona los conflictos con violencia y
desposesión.
Por ejemplo, las maquiladoras en Estados Unidos o en Asia.
Pero eso no pasa solo en México, en Marruecos o en el llamado Tercer
Mundo. Eso pasa dentro del mundo occidental, en sus ciudades globales,
donde hay zonas de manufactura con mano de obra migrante que intenta
reproducir los costes de China. (...)" (Entrevista a Ramón Grosfoguel, Público, 23/07/2015)
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