"(...) ¿Y si la que canta es Carmen Linares?
¡Ah! Eso es otra cosa. Me quedo vacía. Pero hace tiempo que
me lo tomo de otra forma: intento relajarme, porque sé que si yo no lo
paso bien, el público tampoco. El flamenco es muy difícil. Si no estás
fuerte y bien, o tienes problemas personales, si no estás confiada con
el sonido y con el público, o si tu voz no responde a tu cabeza (que a
veces también pasa), es muy difícil transmitir al público. Pero cuando
todo está bien, ah, es la gloria.
¿Será que el flamenco es un estado de ánimo?
Sí, un estado de ánimo que no hay quien lo entienda.
¿Y cómo recibe el público de fuera de España el flamenco?
Con un gran respeto. Como dice Zubin Mehta, el flamenco es
la esencia de la cultura. Y eso mismo lo sabían ya las vanguardias del
siglo XX, los poetas de la Generación del 27, músicos como Stravinski,
Albéniz, Falla, Debussy, Rimsky Korsakov, Miles Davis...
Por algo los
extranjeros inteligentes siempre que vienen a España quieren oír
flamenco. El flamenco es un tesoro, una música de una calidad
excepcional, un arte popular hecho por profesionales.
¿Cuál es el sitio más exótico en el que ha cantado?
En Nueva Zelanda, quizá. Y en Sydney hice un recital yo
sola con una guitarra. La gente enloquecía. ¡Y eso que no entienden las
letras!
El flamenco salió del gueto, de las cuevas, de las hogueras, y hoy se come el mundo.
Sí, gracias a los artistas salió y ahora, afortunadamente,
hay otra forma de escuchar, cada vez actuamos más en los teatros, que es
lo suyo, y la gente va a escuchar el cante, no a comer jamón. Eso hay
que agradecérselo a artistas como Carmen Amaya, Pilar López, las
compañías de baile antiguas, la de Antonio, la de Gades… Ellos abrieron
el camino.
Y así se olvidó el trauma del franquismo, que convirtió el flamenco en una exhibición de tipismo malo.
Sí, había mucha confusión, lo convirtieron en una
españolada, le metieron todos los tópicos, la maceta, la copa de fino,
la reja… El flamenco es otra cosa, más profundo y mucho más vital.
Un arte difícil de aprender en las academias.
A cantar se aprende escuchando, con mucha afición, yendo a
ver a los compañeros, en el trabajo diario de los tablaos, teniendo las
orejas bien abiertas, escuchando muchos discos, los cantes de los
artistas antiguos, Tomás Pavón, Manuel Torre, Antonio Chacón… Lo
esencial es que te guste la vida y la cultura flamenca. (...)
Mi madre escribía cartas para el sorteo y un día, una
vecina de Ávila, de la calle Batalla de Belchite, oyó por la radio que
nos había tocado el premio y subió gritando para decírnoslo. Fue una
alegría muy grande, porque en casa no teníamos dinero para comprar uno, y
ese tocadiscos me dio la vida. Mi padre fue a recogerlo y no tuvo más
remedio que comprar algunos discos, y recuerdo que compró de Porrina, de
Mairena, de Marifé y de Fosforito. ¡Eso fue un mundo para mí!
Descubriendo el tesoro…
Fue un descubrimiento, sí, pero lo malo es que yo no tenía
físico de cantaora, era muy flacucha, y me tentaron mucho para hacer
copla, pero a mí lo que me gustaba era la siguiriya, la soleá, los
cantes más serios. La antología de Mairena me la había embebido entera, y
la de Caracol me la llevé a Estados Unidos en una casete, y oía esas
casetes como loca. Aquello no era estudiar, era gozar. Los de la gira me
llamaban “La Niña del Tape”, todo el día oyendo flamenco, en el
autobús, en los camerinos… Así me fui metiendo en manteca.
¿Y le gustaban más las cantaoras o los cantaores?
Igual. Me gustaba mucho La Niña de los Peines, La Perla, La
Paquera, La Fernanda por soleá… Pero empecé cantando por Fosforito y
aprendí mucho de Mairena, de Matrona, de Caracol, de El Gallina, de
Varea…
¿Recuerda aquel ambiente flamenco como machista? ¿La recibieron bien siendo mujer?
Iba siempre con mi padre, que era muy simpático y muy buen
aficionado, y me respetaban mucho. “La niña, la niña…” Y la niña siempre
estaba metida en los saraos. Y ellos me enseñaban muchas cosas. Matrona
me dijo: “Tú, con esa voz, tienes que meterle mano a la malagueña, a la
taranta, a la granaína…”. Y todavía recuerdo que vino a oírme cantar
una noche, con 80 años y su bastón, el hombre tenía una afición…
Y mucho ingenio, según dicen los que le conocieron…
La gracia que había en esa época ya no la hay ahora. Había
muchos que tenían mucho ingenio, eran gente muy flamenca… Después del
trabajo en Chinitas nos íbamos todos juntos de fiesta, y nos daban las
cinco o las seis. Había mucha comunicación.
Era más una forma de vida que un trabajo.
Los flamencos vivían para el flamenco, el flamenco era su
religión. Adoraban su arte y el de los demás. Iban a escucharse unos a
otros, había una admiración y una unión preciosa. Eso se perdió. Ha
cambiado la vida, y hemos perdido en unas cosas y hemos ganado en otras.
Antes había más tiempo…
Sí, comenzaron las prisas, muchos artistas volvieron a
Andalucía, las tertulias se fueron acabando, y cambió la manera de ser
artista. Recuerdo las noches flamencas del Café Silverio, nos pagaban
tres mil pesetas que inmediatamente nos las gastábamos allí mismo en
copas invitando a los amigos. También tengo en la memoria el primer
festival flamenco que se hizo en el Palacio de los Deportes de Madrid,
se llenó hasta la bandera. Y cómo no recordar la Cumbre Flamenca del
Teatro Alcalá Palace (en 1984) que organizaron Juan Verdú, Paco Sánchez y
Miguel Espín. Esos espectáculos crearon muchísima afición en Madrid... (...)
En esa época estaban haciendo la revolución
flamenca Paco de Lucía y Camarón, consiguiendo que los discos vendieran
por fin cifras más razonables, más acordes con la calidad de esa música.
Sí, Paco y Camarón fueron importantísimos, pero yo creo que el más revolucionario de todos ha sido Enrique Morente.
Que por ejemplo hacía recitales de cante en la universidad franquista casi a hurtadillas.
Sí, con otros cantaores como Menese y Gerena; no se los
llevaron presos de milagro. Aquella época fue muy dura, pero
esperanzadora.
Y poco a poco el flamenco dejó de ser una sociedad casi secreta.
Sí, ya grababas, hacías recitales en teatros como solista,
ibas de gira, salías en televisión, te juntabas con otros músicos… Así
pude cantar El amor brujo en la Bienal, y luego grabar las Canciones
populares de Lorca, que me abrieron muchas puertas…
Pero fue crucial en su carrera la antología del
cante de mujer, que enseñó por un lado la gran riqueza histórica del
flamenco femenino y por otro su gran diversidad de registros.
No lo hice con una intención feminista, pero sí, sirvió
para ver la importancia que la mujer había tenido en el cante, y para mí
fue importantísimo también, era la primera vez que se hacía una
antología así. No lo he vuelto a escuchar; es curioso, pero nunca
escucho lo que grabo. Lo oigo tantas veces en el estudio que luego no lo
quiero oír más. Aunque lo podía haber hecho mejor, y no lo digo por
decir, sigo contentísima de ese trabajo.
¿Quizá ése fue el disco en el que encontró su voz propia?
Camarón nos influyó mucho a todos. Él fue el filtro de todo
el cante antiguo. Pero no se le puede imitar, porque era único: tenía
una personalidad enorme, todo lo hacía suyo. Lo que hizo fue enseñarnos
el camino: oír muchas cosas, asimilarlas y luego hacerlas tuyas. Que la
carrera es larga y no hace falta correr, y que, cuando llega el momento,
todo lo que haces suena a ti. Y entonces puedes jugar y divertirte. Y
cantar cada vez mejor.
Con su personalidad…
Claro, en eso consiste la evolución del flamenco, lo
interesante es aportar tu forma y siempre me ha interesado mucho andar
caminos nuevos. Si no hubiera cogido ese tren no hubiera sido yo misma,
habría sido como un gramófono. ¿Cómo vas a ser auténtica si no
transmites lo que te gusta? La pureza del flamenco, si tiene alguna,
porque es una música totalmente mestiza, consiste en transmitir y
emocionar. Si calcas o imitas, ¿dónde está el sentimiento?
¿Y dónde la libertad del artista? Como dijo Barishnikov, el flamenco es una gran celebración de la vida.
¡Eso es precioso! Por eso hay que elegir siempre el camino
de la libertad. No hay que tener miedo al flamenco. Hay que arriesgar.
Simplemente hay que cantar como uno siente. Adaptar los cantes a tu
sensibilidad. Respetando tus condiciones de voz, todo es posible.
O también la de otros músicos, como en el disco Locura de brisa y trino, de Manolo Sanlúcar.
Sí, ahí cambié mucho mis registros, me adapté a su música.
En cambio en Un ramito de locura soy más yo, o más bien fue un disco
hecho a medias con Gerardo Núñez. Seguramente, ése es el disco que yo
más he trabajado con la guitarra.
Un instrumento que ha crecido increíblemente en los últimos tiempos.
Uff, ahora hacen diabluras, armonías diferentes, tienen
mucha más preparación. Por otro lado, hoy es todo más difícil y subirte
al escenario te asusta más: hay que ofrecer mucho más que antes a la
gente, dar algo que tenga interés, que sea mejor que lo otro. Hay mucho
público que exige cosas distintas, nuevas: una soleá fresca, un rescate,
un poema de Valente o de Borges…
De manera que el flamenco es un arte que suena milenario pero que en realidad es como un niño que está aprendiendo a andar.
¡Es un arte muy joven! Dicen que está ya todo hecho, pero
yo creo que hay mucho por hacer. Hay un futuro enorme, aunque ahora todo
se ha aflamencao y se venden cosas que no son flamenco como si lo
fueran. Por eso hay que cuidar mucho este arte, ser muy respetuoso con
él, y eso es una tarea de los artistas pero también de las
instituciones, que lo tienen que apoyar y defender. Si a la ópera le
dedican muchos millones los gobiernos, ¿por qué no al flamenco? Porque
sin darle nada, llena siempre.
El verdadero arte povera: una voz, una silla y una guitarra.
Sí, pero el duende sin un buen sonido no viene. Hay que
poner las condiciones para que salga. Si estás calentito en el teatro,
cantas mejor. El duende no sale a bajo cero. Y aunque Lorca no sé qué
diría de esto, algo de dinero no le viene mal al duende.
Buenas luces,
buen sonido, una Bienal bien organizada que ayude y financie a los
jóvenes con ideas, un circuito que gire con las producciones de la
Bienal… Con un poco de imaginación, dinero, voluntad política, es más
fácil que todo el mundo sepa que el flamenco es un arte de una calidad
inmensa. " (Miguel Mora, entrevista a Carmen Linares, Fragmento del libro La voz de los flamencos, editado por Siruela en 2008, CTXT, 14/10/2015)
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