14/11/16

Es muy habitual que la gente que muere vea a sus madres

"(...) Las visiones de familiares o amigos fallecidos son las percepciones más habituales, pero también se han reportado historias en las que se experimentan alucinaciones relacionadas con un trauma, como el retorno al campo de batalla de antiguos soldados.  

Kerry Egan, la capellán de un hospital para enfermos terminales, acaba de publicar 'On Living' (Penguin Life), en el que explica su experiencia con muchos ancianos durante sus últimos compases de vida, y desvela cuáles son los sueños que con más frecuencia suelen tener.

“Cualquier persona que trabaje en una residencia, cualquiera, te dirá que es muy habitual que la gente que muere vea a sus madres”, explica en un reportaje publicado en 'NPR'. “No es un paso necesario, no todo el mundo lo experimenta, pero ocurre muy a menudo.

 Se acercan a ellos, les saludan, a veces les hablan, y es algo que realmente les conforta”. Una opinión que se encuentra en consonancia con la mayoría de descripciones de estas experiencias, definidas por ser muy vívidas y proporcionar una sensación de paz a los que las viven. (...)

Una investigación publicada en 'The Journal of Pallative Medicine' entrevistó a 59 pacientes de la unidad de cuidados paliativos del Hospice Buffalo para entender un poco mejor esta clase de experiencias, y llegó a la conclusión de que tienen un puñado de características en común: son reconfortantes, suelen aparecer personas ya fallecidas y aluden a la resolución de asuntos pendientes, a los preparativos de un viaje o al amor y, sobre todo, el perdón

En muchos casos, los moribundos son tranquilizados por las personas que aparecen en sus visiones, que les recuerdan que han sido buenos padres, hijos o compañeros. Un pequeño porcentaje (alrededor del 20%) tenían visiones traumáticas, como el enfermo que confesó haber soñado varias veces con el desembarco de Normandía, al que había sobrevivido. Se veía rodeado de soldados muertos, hasta que uno le avisó, dos días antes de su muerte, que pronto irían a por él.

La mayoría de estos sueños, no obstante, son positivos. “Estaban mi padre y mi madre, mi tío. Todo el mundo que conocía que había muerto estaba allí”, explicaba Jeanne Faber a los investigadores del Palliative Care Institute

“Los únicos que faltaban eran mi marido y mi perro, pero sabía que iba a verlos”. No hace falta ser un lince para sospechar que estas visiones son parte de un mecanismo de defensa ante la inminencia de la muerte (o un recuerdo de los remordimientos no resueltos en los casos más negativos).

Es la teoría que defiende el neurocientífico Tore Nielsen, director del Dream and Nightmare Laboratory de la Universidad de Montreal, que señalaba a 'The New York Times' en un reportaje sobre el tema que estos sueños provienen del miedo y la incertidumbre: “Los soñadores están ayudándose a sí mismos a salir de una situación difícil”. 

Más complicado es explicar por qué resultan tan vívidos, aunque muy probablemente se deba a que sean percibidos en un estado de delirio (habitualmente inducido por los cambios en la química corporal de los pacientes terminales) o al sufrir una hipoxia cuando el cerebro recibe menos oxígeno de lo normal.

Una experiencia para todas las eras

Lo más llamativo de muchas de estas historias es que coinciden con aquellas representaciones de la muerte que se han realizado durante siglos: es un tropo común en la literatura o en el cine que un familiar vuelva al mundo de los vivos para visitar a aquel que pronto va a morir.

 Hay quien señala que es la demostración más clara de que estos fenómenos se han producido a lo largo de toda la historia del hombre. Otros dan la vuelta a la tortilla y sugieren que si vemos a nuestros padres antes de fallecer es porque hemos aprendido a hacerlo gracias a los libros y las películas.

“Todos los pacientes son únicos”, señala Egan. “Algunos encuentran el significado en la religión. Otros lo hacen en la familia, amigos y sus relaciones, o en el arte, la literatura y la música”. Sin embargo, casi todos ellos tienen algo en común: el recuerdo de aquellos que les criaron cuando eran pequeños; en concreto, de la persona de la que nacieron. ¿Mala conciencia por un sentimiento de deuda o un reconfortante pensamiento antes del gran tránsito?"                 (El Confidencial, 10/11/16)

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