"Si el nacimiento del fenómeno del fútbol fue casi contemporáneo con
la construcción del Estado-Nación, en la actualidad el deporte rey tiene
una gran capacidad para reforzar el sentido de comunidad y hacer
Patria.
En tiempos de neoliberalismo todos somos mercancía y el fútbol
se ha convertido en uno de los pocos espacios comunitarios que sirven para que las clases populares se agrupen en torno a un ideario social imaginario.
El fútbol es en un terreno privilegiado de afirmación y formación de
identidades sociales y comunidades imaginadas y simbólicas. Vázquez
Montalbán decía que el fútbol era la religión diseñada más extendida del
planeta y que le interesaba porque era la que había hecho menos daño.
Nada más hacerse cargo de la Selección Española en 2004, el entrenador Luis Aragonés en
tono castizo soltó una frase cargada de simbolismo, que pasó
desapercibida hasta que llegaron los éxitos en el fútbol, las camisetas a
las calles y las banderas a los balcones: "Me gustaría que la selección
tuviera un nombre, una identidad. Igual que Brasil es la canarinha o
Argentina la albiceleste, me gustaría que España fuera La Roja".
La Roja se convirtió en un sujeto integrador para animar a España sin
nombrarla. En lugar de La Roja podría haberse denominado La Rojigualda,
de todos los colores de la bandera actual y de los vencedores de la
Guerra Civil, o los rojos como les bleus en Francia y con reminiscencia
al bando republicano.
Pero sin embargo fue La Roja: un eslogan femenino,
corto y pegadizo que el poder mediático vio con buenos ojos. Una resignificación de los símbolos nacionales que despojó connotaciones ultraderechistas.
Luis Aragonés luchó por la creación de un estilo contra el
estereotipo vigente e interiorizó en un grupo de artistas atrevidos la
necesidad de ganar sabiendo no perder y jugando bien. Más tarde Del
Bosque se hizo cargo del equipo y cuando ganó el Balón de Oro reivindicó
un estilo modélico: “Se puede fallar delante de la portería, donde no
se puede fallar es en el comportamiento”.
Se construyó un gran relato como sublimación simbólica que convirtió
la historia del fatalismo y la leyenda negra de las frustraciones
deportivas en pasado. Se presentó una imagen inclusiva, moderna y
victoriosa de la nación que dejó obsoleto el universo simbólico de La
Furia. La Furia había formado parte de la nomenclatura
del régimen franquista como maquinaria propagandística. Franco veía bien
que el fútbol fuera concebido como un campo de batalla, una expresión
de teórica esencia de la nacionalidad española.
Los procesos de pensamiento humano son en gran medida metafóricos.
Pensamos en función de marcos de estructuras de pensamientos que
conforman nuestro modo de ver el mundo. Y una España representada por un
estilo y una manera abierta y sofisticada de interpretar el fútbol
suponía el inicio sobre lo que construir un nuevo gran relato a partir
de un rasgo identitario y estético diferente a la antigualla de La
Furia.
Si seguimos la teoría de Lakoff en No pienses como un elefante,
la dicotomía padre estricto (valor de la autoridad, la disciplina, la
fortaleza y la lucha en un mundo competitivo) está muy ligada a La
Furia, y el padre protector (dialogante, que apoya y escucha) remite a
La Roja.
Desde el punto de vista de Dante Panzeri en Fútbol dinámica de lo impensado
podemos agregar la dicotomía juego-alegría, un ente cooperativo en el
que todos hacen de todo por placer y la seriedad-angustia en el que
priman los valores atléticos.
Y en el lenguaje de signos para el fútbol
que promulgó Pasolini diferenciamos un fútbol-prosa (La
Furia) que crece en el orden a través de sintaxis y un fútbol-poesía
(La Roja) que trata de ser poético con un discurso de belleza que
destroza el orden de forma creativa.
Escribió Galeano que el estilo de juego era un modo de ser, que revelaba el perfil propio
de cada comunidad y afirmaba su derecho a la diferencia. La Roja se
fraguó como nuestro modo de ser a partir de valores progresistas.
La Roja se convirtió en símbolo de innovación y diversidad en un país de
países y en el desahogo de una ciudadanía indignada. El fútbol no fue
utilizado como arma arrojadiza sino como motivo de orgullo. Pienso como
Panzeri que si se difunden los valores mediante los futbolistas como
únicos héroes de la nación es porque nos hemos quedado sin valores.
Y
que nada funciona en un país si sólo se recrean identidades, narrativas y
se llega a acuerdos por el éxito deportivo, ya que estos acuerdos no
valdrán cuando se pierda. Pero me parece de una superioridad moral
inadmisible negar a los excluidos el derecho a festejar el fútbol, que
es el único rincón de consuelo en el que son aceptados y
pueden sacar una bandera sin ser acusados por nada. Además el fútbol no
desgasta energías para las protestas sino que las puede acrecentar y
ser herramienta de cambio." (Fonsi Loaiza
, Diagonal, 09/06/16)
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