Cédric Herrou, en su casa de de Breil-sur-Roya
"Mi inacción y mi silencio me harían cómplice”. Con estas palabras,
Cédric Herrou, 37 años, trató de justificarse el pasado 4 de enero en
Niza durante la sesión de apertura de uno de los juicios más mediáticos
en Francia en estas primeras semanas de 2017.
Este modesto productor de
aceite de oliva y huevos de gallina está acusado de haber permitido la
llegada a territorio francés de 200 inmigrantes sin permiso de entrada.
También le imputan haber abierto un campamento de acogida de refugiados
en un edificio abandonado de la SNCF (la compañía ferroviaria estatal
francesa).
Unas acciones que, según la legislación actual, pueden
suponerle hasta cinco años de prisión y 30.000 euros de multa. La
petición del fiscal se limita, sin embargo, a ocho meses de prisión
condicional. Unas acciones que lo han convertido asimismo en una figura
emblemática de la Francia más solidaria con los refugiados.
“Cuando veo a un chico andando por la carretera, me siento obligado a
detenerme, no tengo otra elección”, explica Herrou para justificar su
comportamiento.
“No soy ningún militante, lo único que busco son
soluciones a los problemas que me encuentro delante de casa”, añade este
joven campesino que siempre lleva puestas sus gafas de culo de vaso y
una boina negra. Afincado en una casita blanca en medio de una colina en
las afueras de la localidad de Breil-sur-Roya, a siete kilómetros de la
frontera entre Francia e Italia, Herrou ha sido testigo durante este
último año de la conversión del valle del río Roya en una zona de paso
casi obligada para los refugiados.
Desde junio de 2015, la policía francesa controla las zonas fronterizas
en la carretera y los trenes, donde los inmigrantes sin papeles son
detenidos sistemáticamente y reenviados a territorio italiano. Unos
controles que se acentuaron después del ataque terrorista del 14 de
julio en Niza.
Más de 36.000 inmigrantes fueron detenidos en la frontera
francoitaliana durante el año pasado, según la prefectura de los
Alpes-Marítimos. Por este motivo, los centenares de extranjeros que se
encuentran bloqueados en la ciudad italiana de Ventimiglia suelen andar
de noche siguiendo la vía del tren en medio de las montañas escarpadas
de los Alpes. Y una de las primeras casas que divisan en territorio
francés es la de Cédric Herrou.
“Desde el pasado mes de mayo, se han alojado varios centenares de
inmigrantes en mi casa. Hemos llegado a ser un máximo de sesenta”,
asegura Herrou. Aunque decidió irse a vivir al campo en 2004 porque
quería “estar solo y tener una vida tranquila”, su hogar se ha
convertido en un lugar de referencia para los refugiados que llegan al
Valle del Roya.
“Primero llegaba un grupo de inmigrantes y unos meses
después venían sus hermanos y hermanas”, afirma este campesino que ha
instalado tres caravanas y cuatro tiendas de campaña en su jardín, al
lado de un campo de olivos. Asimismo, numerosos voluntarios vienen de
otras regiones de Francia para alojarse en su casa y ayudarlo en su
actividad humanitaria.
Además de darles cobijo, Herrou ofrece comida y da medicinas a los
refugiados. “Al principio los campesinos de la zona me ayudaron
aportándome comida y a partir del mes de agosto nos organizamos mediante
la asociación Roya Citoyenne”, explica.
Apoyada por unos 300 vecinos de
la zona, y compuesta por 100 miembros activos, este grupo se ocupa
ahora de obtener la comida, la ropa y los medicamentos. Buena parte de
los miembros de este colectivo ha alojado a inmigrantes en sus casas y
muchos de ellos les han ayudado a cruzar la frontera.
“Habré transportado a varios centenares de refugiados desde
Ventimiglia hasta el territorio francés”, afirma Herrou. Incluso
adquirió una furgoneta de nueve plazas que le permitía llevar a un mayor
número de personas.
Aunque el hecho de ayudar a un solicitante de asilo
a cruzar la frontera es considerado un delito por la legislación
francesa, él no se arrepiente de ello: “El gobierno francés no es
consciente de las consecuencias de haber cerrado las fronteras. Muchos
de los refugiados llegan cansados y heridos al Valle del Roya”. En 2016,
cinco personas murieron mientras intentaban alcanzar el territorio
francés.
El 11 de agosto Herrou fue detenido por primera vez por la policía
francesa, cuando llevaba de camino a su casa a un grupo de ocho
eritreos, entre los que había tres mujeres y dos niños de cinco años, a
los que había recogido en Ventimiglia. El fiscal de Niza prefirió no
imputarle y lo declaró inocente por “inmunidad humanitaria”. Pero la
reivindicación de sus acciones en un artículo del New York Times, publicado a finales de septiembre, fue vista como una provocación por las autoridades locales.
Entonces, el presidente de la región Provence-Alpes-Côte d’Azur, el ultraconservador y sarkozista confeso
Christian Estrosi, se puso en contacto con el Ministerio de Justicia
para pedir explicaciones sobre su no imputación. A partir de finales de
septiembre la policía empezó a investigar su actividad. “Creían que yo
era el jefe de una amplia red organizada de militantes franceses e
italianos que se encargaba de transportar a inmigrantes”, asegura
Herrou.
Esta investigación culminó el 20 de octubre cuando la policía
fronteriza viajó expresamente desde Niza para detenerle. El pretexto que
utilizaron fue la ocupación de una antigua residencia de vacaciones de
la SNCF en Saint-Dalmas-de-Tende, donde el 17 de octubre habían
instalado a una cincuentena de refugiados —la mitad de
ellos eran menores.
“Decidimos crear este centro de acogida para alertar
a los poderes públicos de la situación de los menores que son
reenviados a la frontera italiana y de todos los refugiados que se
encuentran en el Valle del Roya y que no pueden pedir asilo en Francia”,
reconoce Herrou. (...)
“Cédric Herrou se ha convertido en un grano de arena en el interior
de la máquina política, ya que se ha declarado públicamente en contra de
la negación de los derechos de los refugiados”, añade Dumont. Gracias a
su tarea humanitaria, Herrou fue elegido como ciudadano del año en la
Costa Azul por los lectores del diario regional Nice-Matin.
Una
elección significativa teniendo en cuenta el carácter profundamente
conservador de esta región, donde el Frente Nacional obtuvo el 38% de
los votos en la segunda vuelta de las elecciones regionales de 2015.
Tras la designación de Herrou como ciudadano del año, el presidente
del departamento de los Alpes-Marítimos, Éric Ciotti, publicó un
artículo en Nice-Matin en el que criticaba rotundamente esta
decisión.
“Herrou no tiene otro objetivo que el de provocar y desafiar a
la autoridad del Estado”, afirmó este político de centro-derecha, que
se opone de forma obstinada a la inmigración. Éste calificó asimismo de
“delincuentes” y de representar una amenaza para los menores al “puñado
de activistas que organiza el pasaje clandestino de extranjeros en la
frontera francoitaliana”.
Junto con Herrou, otras once personas se han visto involucradas
durante estos últimos meses en procesos judiciales por haber
transportado a inmigrantes. Por ejemplo, el profesor universitario
Pierre-Alain Mannoni, al que detuvieron mientras transportaba a tres
mujeres eritreas y que fue declarado inocente el pasado 6 de enero.
A
pesar de esta sentencia, el fiscal mantiene su petición de ocho meses de
prisión condicional para Herrou. “Las autoridades quieren dar un
mensaje de atención a todos aquellos ciudadanos que pretendan actuar de
forma solidaria con los refugiados”, explica la abogada Mireille
Damiano, miembro del sindicato de abogados de Francia. La sentencia del
juicio será pronunciada el próximo 10 de febrero. " (Enric Bonet, CTXT, 18/01/17)
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