2/5/17

El grado de protección social y la cobertura de los servicios públicos como sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios sociales, vivienda y otros, eran mayores en la Rusia comunista que en los de Estados Unidos

"(...) Hace ya tiempo, antes de que la Unión Soviética colapsara, visité, analicé y escribí sobre ella, en particular sobre la política social de aquel país, y muy específicamente de la Seguridad Social y de su sistema sanitario. 

Mi libro Social Security and Medicine in the USSR, publicado en 1977, era una crítica desde la izquierda al Estado el Bienestar de aquel país. El libro tuvo bastante impacto en EEUU, pues hasta entonces el análisis académico más frecuente de este tema estaba dominado por una visión conservadora y liberal (liderada en aquel entonces por académicos de la Universidad de Harvard, en Boston), la cual, bajo un estilo y narrativa supuestamente académicos, presentaba mera propaganda antisoviética propia de la Guerra Fría.

 Todos estos estudios concluían que la Revolución Bolchevique había sido un enorme desastre y que el Estado del Bienestar que había generado era una calamidad. Si el lector considera que exagero, le aconsejo que lea la bibliografía “científica” sobre la Unión Soviética publicada en EEUU en aquellos tiempos y lo verá.

Los datos que presentaba en mi libro, sin embargo, mostraban que la Revolución Bolchevique había sido un hecho de primera magnitud que afectó positivamente la calidad de vida y el bienestar de las poblaciones de aquel país, desarrollando una fuerza económica que fue capaz en muy poco tiempo de derrotar a una de las mayores potencias económicas en Europa, la Alemania nazi, durante la II Guerra Mundial. 

Nada menos que Winston Churchill, el dirigente conservador del Reino Unido, reconoció que la URSS fue la potencia que en realidad derrotó a la Alemania nazi en Europa. Ni que decir tiene que las fuerzas aliadas jugaron un papel importante, pero no determinante en la derrota de la Alemania nazi. La intervención soviética sí que fue la determinante. 

En referencia a su política social, lejos de ser un desastre, proveyó seguridad y protección social a la gran mayoría de la población. Y lo pude ver en mis visitas. En realidad, el grado de protección social y la extensión de la cobertura de sus beneficios en los servicios públicos como sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios sociales, vivienda y otros, eran mayores que los existentes en EEUU.

Ahora bien, el punto flaco de aquel sistema dictatorial era que el maridaje del Partido Comunista con el Estado era tal, que el aparato del partido se fue convirtiendo en una nueva clase que controlaba la sociedad a través del Estado, y que utilizaba tal control para optimizar sus intereses como clase, lo cual aparecía también en su Estado del Bienestar. En cada uno de los sectores, desde la sanidad a la educación, así como en las pensiones, había dos niveles y tipos de servicios y transferencias: unos para la clase dirigente y los otros para todos los demás. 

Esta dicotomía era clara y aparente, y contribuyó a la pérdida de legitimidad del sistema, pues la narrativa oficial de hermandad y solidaridad contrastaba con la práctica: una sociedad con explotación de clase. De ahí que ya anunciara en mi libro escrito en 1977 que el sistema político era inestable y que ocurrirían cambios como consecuencia de la presión popular para que los hubiera. Y así ocurrió. En 1991 la URSS colapsó.

Lo que es interesante señalar es que mi crítica de la URSS desde la izquierda enojó y enfadó al gobierno soviético presidido por el Sr. Breznev mucho más que la crítica de los autores conservadores y liberales de Harvard, que criticaban a la URSS desde la derecha. Pasé a ser persona “non grata” en la Unión Soviética, y mis libros fueron prohibidos, mucho más prohibidos, por cierto, que los escritos por aquellos autores conservadores y liberales –soldados de la Guerra Fría-, que sorprendentemente estaban autorizados en círculos académicos de la URSS.

 Estaba claro que el sistema soviético era más temeroso de las críticas de las izquierdas que de las críticas de las derechas. (...)"                 

 (Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 20 de abril de 2017, en www.vnavarro.org, 20/04/17)

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