"Varios
estudios demuestran que la posibilidad de que los estadounidenses
pobres crean que trabajando duro van a prosperar es 20 veces inferior a
la de sus semejantes latinoamericanos. El hecho de que el sueño
americano se base en el esfuerzo individual ha hecho que las redes de
apoyo público sean más débiles que en otros países.
Los estadounidenses
blancos son especialmente pesimistas, mucho más que negros y latinos,
minorías acostumbradas a las adversidades.
Estados Unidos se ha ganado la reputación de ser excepcionalmente
tolerante con la desigualdad económica. Esto se debe a los altos niveles
de movilidad social. Estos factores sustentan el "sueño americano"
concebido por Thomas Jefferson; el derecho de todo ciudadano a perseguir
un determinado tipo de vida, la libertad y la felicidad.
El
concepto de "sueño americano" no gira en torno a la promesa de lograr el
objetivo marcado sino en torno al concepto de búsqueda de
oportunidades. El escritor del siglo XIX Horatio Alger Jr.
supo crear personajes que encarnaban esta noción; jóvenes de clase
trabajadora que conseguían pasar de la miseria a la riqueza o, al menos,
convertirse en miembros de la clase media, gracias a su esfuerzo y a su
espíritu emprendedor.
Sin embargo, la posibilidad de vivir el
sueño americano es más remota ahora que hace unas décadas. Mientras que
el 90% de los que nacieron en la década de los cuarenta del siglo pasado
consiguieron mejorar su posición económica en comparación a sus padres,
solo el 40% de los que nacieron en los ochenta lograron subir en la escala social.
También ha cambiado la percepción ciudadana en torno a las
desigualdades. En 2001 se publicó un estudio que concluyó que los únicos
estadounidenses que mostraban mayores niveles de insatisfacción frente al aumento de las desigualdades
eran los estadounidenses ricos de izquierdas, mientras que los
estadounidenses pobres percibían esta desigualdad como una oportunidad
de prosperar en un futuro.
Desde la publicación de este estudio,
el optimismo ha disminuido. En 2016, solo el 38% de los estadounidenses
pensaban que sus hijos vivirían mejor que ellos. Al mismo tiempo, el
debate público en torno a las desigualdades ya no tiene en cuenta un
factor clave de la noción del "sueño americano": la suerte.
De la misma forma que en muchos de los relatos de Alger los
protagonistas prosperan gracias a la ayuda de un generoso benefactor, a
lo largo de la historia de los Estados Unidos se han dado incontables
casos reales en los que el factor suerte ha desempeñado un papel clave.
Sin embargo, en los últimos años ha descendido el apoyo social hacia los
menos afortunados, especialmente los pobres que no consiguen un empleo a
tiempo completo. Todo parece indicar que este apoyo seguirá
disminuyendo.
Resumiendo, los estudios más recientes que tienen en cuenta nuevas métricas de bienestar parecen concluir que el sueño americano se desmorona.
Desesperación blanca, esperanza de las minorías
Empecé mi estudio comparando las actitudes en torno a la movilidad
social en Estados Unidos y en América Latina; una región conocida por
sus desigualdades y altos índices de pobreza (si bien en las últimas
décadas se han hecho avances). Me detuve en una pregunta clásica en las
encuestas Gallup, relativa al sueño americano: "¿Puede un individuo que
trabaja duro prosperar en este país?".
La brecha entre las
respuestas de los estadounidenses ricos y las de los pobres (los
encuestados de Gallup que se encuentran entre el 20% más rico y más
pobre del país) era abismal. Esto contrastaba con los resultados
obtenidos en América Latina, donde no se aprecian diferencias
significativas en función del nivel de ingresos de los encuestados.
Las posibilidades de que los estadounidenses pobres crean que
trabajando duro van a salir adelante son 20 veces inferiores a la de sus
semejantes latinoamericanos, a pesar de que estos últimos tienen una
situación mucho peor si atendemos a sus posesiones materiales.
Otra pregunta de la encuesta analiza si los encuestados sufren estrés a
diario. El estrés es un indicador de mala salud y el tipo de estrés que
suelen sufrir los pobres, "el estrés malo", en general debido a
situaciones negativas que escapan a su control es considerablemente peor
que el "estrés bueno" que se asocia a la obtención de los objetivos
marcados por aquellos que tienen la sensación de que controlan su
futuro.
En general, los latinoamericanos sufren menos estrés en
su día a día, y sonríen más a menudo que los estadounidenses. En este
aspecto, la brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos es mucho mayor
(1,5 veces en una puntuación del 0 al 1) que la de América Latina. Los
pobres de Estados Unidos sufren más estrés que los ricos y los pobres de
América Latina.
La brecha entre las expectativas y los
sentimientos de los ricos y los pobres de Estados Unidos también es más
acusada que la de muchos otros países del este de Asia y Europa (las
otras regiones estudiadas). Todo parece indicar que ser pobre en un país
muy rico y con grandes desigualdades, que se enorgullece de ser una
meritocracia y no ayuda a los que se quedan atrás, se traduce en altos
niveles de estrés y de desesperación.
Mi estudio también reveló
muchos otros hechos sorprendentes. Tomando como punto de partida los
bajos niveles de confianza en el valor de trabajar duro y los altos
niveles de estrés entre los encuestados estadounidenses más pobres,
comparé los niveles de optimismo frente al futuro mostrados por los
encuestados pobres de distinta raza.
Me basé en una pregunta que
hace Gallup a los encuestados estadounidenses. Les pregunta dónde creen
que estarán dentro de cinco años en una escala de satisfacción del 0 al
10.
Descubrí que las minorías más pobres, especialmente los
afroamericanos, ven su futuro con más optimismo que los blancos pobres.
De hecho, la posibilidad de que los encuestados pobres negros muestren
un mayor optimismo sobre su futuro es tres veces superior a la de los
encuestados pobres blancos.
Los hispanos pobres son 1,5 veces más
optimistas que los blancos. Los blancos pobres tenían el doble de
posibilidades que los negros pobres de haber sufrido estrés el día
anterior a la encuesta. En el caso de los hispanos pobres, la
posibilidad de haber sufrido estrés el día anterior era 25% inferior a
la de los blancos.
¿Por qué las minorías que tradicionalmente han sufrido
discriminación y mayores penurias son las que se muestran más
optimistas? Se debe a varios factores.
Uno de ellos es que las
minorías más vulnerables, a diferencia de los estadounidenses blancos,
siempre han contado con redes informales de apoyo y la ayuda de su
entorno, como la familia y la iglesia. Los psicólogos también indican
que los miembros de las minorías tienen una mayor capacidad para superar
la adversidad y son menos propensos a sufrir depresiones o suicidarse
que los blancos, tal vez porque a lo largo de la historia han tenido que
enfrentarse a dificultades y desgracias que les han causado un grave
impacto emocional.
Otro factor que debe tenerse en cuenta es que la clase trabajadora
blanca que vive en los estados industriales del país ha visto en los
últimos años amenazadas sus posibilidades de prosperar. En estos estados
han desaparecido muchos puestos de trabajo en el sector minero y en las
fábricas. Un estudio de Andrew Cherlin, de la Universidad Johns
Hopkins, concluye que en comparación con los blancos pobres,
que creen vivir peor que sus padres, los negros y los hispanos pobres
creen haber prosperado. Los blancos pobres son los más afectados por la
desaparición del sueño americano.
El problema estadounidense
¿Qué importancia tiene esta situación? Las investigaciones que llevé a
cabo hace una década, y que han quedado confirmadas por estudios
posteriores, me permitieron constatar que las personas que ven su futuro
con optimismo suelen gozar de mejor salud y suelen tener mejores
perspectivas laborales. Los que tienen esperanza en el futuro suelen
invertir en su futuro, a diferencia de los que lidian con el estrés, las
dificultades del día a día y la desesperanza. Estos últimos, no solo
carecen de los medios necesarios para construir su futuro sino que
además tampoco creen que valga la pena hacer el esfuerzo.
El
indicador más demoledor de la desesperanza que se vive en Estados Unidos
es el aumento significativo de muertes prematuras en la última década.
Se han incrementado los suicidios y las muertes causadas por el consumo
de alcohol y drogas, y también se han estancado los progresos que se
habían hecho en las últimas décadas en relación con la prevención de
enfermedades cardiovasculares y el cáncer de pulmón. Los principales
perjudicados, aunque no los únicos, son los blancos de mediana edad y
sin estudios superiores. La tasa de mortalidad entre los negros y los
hispanos, si bien es de media superior a la de los blancos, ha
disminuido a lo largo de la última década.
Esta tendencia se debe a muchos factores. El hecho de que cada vez
es más fácil conseguir determinadas drogas, como por ejemplo los
opiáceos, la heroína y el fentanilo ha coincidido en el tiempo con la
desaparición de puestos de trabajo en el sector industrial,
principalmente debido a la revolución tecnológica. El 15% de los hombres
en edad laboral no tienen trabajo y se prevé que en 2050 la tasa de
desempleo sea del 25%.
Los blancos que trabajan en el sector industrial
parecen tener mayores dificultades para trabajar en otro sector que las
minorías. Si bien ahora hay nuevas oportunidades laborales en otros
sectores, como por ejemplo en el sector salud, los hombres blancos
tienen mayores dificultades para reciclarse que los hombres
pertenecientes a minorías.
La desesperanza también es un factor
que hace aumentar la tasa de mortalidad, como demuestra el último
estudio que he llevado a cabo con Sergio Pinto.
De media, las
personas que se muestran más desesperanzadas suelen vivir en áreas
estadísticas metropolitanas (AEM) cuyas tasas de mortalidad para
aquellos que tienen entre 45 y 54 años son más elevadas.
Las
personas desesperadas tienen mayores probabilidades de morir
prematuramente. Vivir rodeado de muertes prematuras también erosiona la
esperanza. Las personas que viven en áreas metropolitanas donde la tasa
de mortalidad prematura es menor muestran mayores niveles de optimismo.
Suelen ser áreas con mayor diversidad racial, mejores hábitos de salud
(como demuestra el hecho de que pocos encuestados fuman o tienen una
vida sedentaria) y suelen ser áreas con un mayor dinamismo urbano y
económico.
Ser pobre en EEUU
Los avances tecnológicos no
solo afectan a Estados Unidos y a los trabajadores estadounidenses no
cualificados. Es un reto para los trabajadores no cualificados de la
mayoría de países de la OCDE. Y sin embargo en estos países la tasa de
muertes prematuras no ha aumentado como en Estados Unidos. Tal vez se
deba al hecho de que la mayoría de estos países tienen sistemas de
protección social más sólidos y una normativa más sofisticada en lo
relativo a la responsabilidad que tiene la sociedad con todos aquellos
que se quedan rezagados.
Irónicamente, el sueño americano podría ser parte del problema. Los
blancos del sector industrial cuyos padres vivieron el sueño americano y
que esperaban que sus hijos también lo vivieran son los que se sienten
más afectados por el hecho de que este sueño se haya desvanecido.
Sorprendentemente, por lo general suelen votar en contra de programas de
protección social del gobierno.
En cambio, los miembros de minorías que
han pasado penurias durante años ya saben lo que es tener trabajos muy
distintos y también saben pedir ayuda a sus familiares y a la comunidad
cuando la necesitan. Tienen una mayor capacidad para superar
adversidades y se muestran más esperanzados, ya que creen que aún tienen
la posibilidad de prosperar.
Ser pobre en Estados Unidos tiene
un coste muy alto. A los ganadores les va muy bien; a los perdedores,
fatal. El hecho de que el sueño americano se fundamente sobre la base
del esfuerzo individual en una supuesta meritocracia ha hecho que las
redes de apoyo público sean más débiles que en otros países.
En estos
países hay sistemas de protección, formación y apoyo de la comunidad
para quienes están en desventaja o para aquellos que atraviesan por una
racha de mala suerte. Este tipo de medidas son más necesarias que nunca,
especialmente en los mismos estados donde vivían los personajes
ficticios de Horatio Alger. Hace tiempo que a sus semejantes se les
agotó la suerte." (Carol Graham , The Guardian, eldiario.es)
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