"¿Cómo se explica que Donald Trump, un hombre que se jacta de tener una
riqueza de miles de millones y cubre de oro su apartamento, haya podido
conseguir el apoyo de dos tercios de los votantes blancos de la clase
trabajadora en las elecciones presidenciales de 2016?
Hay muchas respuestas a esa pregunta, incluyendo el resentimiento racial
y las actitudes sexistas. Pero una de ellas es el débil sentimiento de
clase de los estadounidenses. (...)
El enemigo, en cambio, no es el rico sino la élite: los medios de comunicación, el establishment político,
los académicos, que advierten sobre el cambio climático. Trump puede
ser rico, pero no es esnob o elitista. Es un tipo rico que es tal como
seremos nosotros cuando también seamos ricos.
Los partidarios de Trump con bajos ingresos no son sin
embargo los únicos que no logran identificar su propia situación de
clase. Hay un grupo cuya incapacidad para entender las estructuras de
clase y su lugar dentro de ellas está activamente haciendo la sociedad
americana más desigual.
Es precisamente la clase que los partidarios de Trump tanto odian. En un nuevo libro, Dream Hoarders. How the American Upper Middle Class Is Leaving Everyone Else in the Dust, Why That Is a Problem, and What to Do about It, Richard V. Reeves, miembro sénior de la Brookings Institution, acusa a su propio entorno: la clase media alta de Estados Unidos, entre ellos académicos, médicos, ejecutivos y miembros de los medios de comunicación.
Es precisamente la clase que los partidarios de Trump tanto odian. En un nuevo libro, Dream Hoarders. How the American Upper Middle Class Is Leaving Everyone Else in the Dust, Why That Is a Problem, and What to Do about It, Richard V. Reeves, miembro sénior de la Brookings Institution, acusa a su propio entorno: la clase media alta de Estados Unidos, entre ellos académicos, médicos, ejecutivos y miembros de los medios de comunicación.
El libro de Reeves es un recordatorio importante: Estados
Unidos tiene un sistema de clases, aunque nunca hablemos de ello. Desde
1939, Gallup ha demostrado que casi el 90% de los estadounidenses se
describen a sí mismos como "clase media". Sólo el 1 o el 2 por ciento se
definen como "clase alta". Estas definiciones, por lo tanto, han hecho
más para oscurecer las divisiones de clase que para aclararlas.
A pesar de que Estados Unidos tiene "una estructura de clases más rígida que muchas naciones europeas, incluido el Reino Unido", señala Reeves, “los estadounidenses son más tolerantes con la desigualdad de ingresos ... en parte debido a su creencia de que en cada generación los pobres entablan una carrera justa contra los ricos y los más brillantes tienen éxito”. Reeves presta un gran servicio hablando en voz alta sobre su propia clase y su influencia. (...)
A pesar de que Estados Unidos tiene "una estructura de clases más rígida que muchas naciones europeas, incluido el Reino Unido", señala Reeves, “los estadounidenses son más tolerantes con la desigualdad de ingresos ... en parte debido a su creencia de que en cada generación los pobres entablan una carrera justa contra los ricos y los más brillantes tienen éxito”. Reeves presta un gran servicio hablando en voz alta sobre su propia clase y su influencia. (...)
Movimientos como Occupy Wall Street han puesto de relieve
la característica que define nuestra edad de oro: la desigualdad de
ingresos, que ha visto el dinero y la riqueza del 1 por ciento más rico
distanciarse de los demás. Pero Reeves argumenta que este marco --en el
que el extremo de la capa superior se enfrenta a todos los demás--
contiene otra falla significativa, la que se encuentra entre el 20 por
ciento más rico y el resto.
Su definición de clase media alta es: los hogares en el 20 por ciento
superior de la distribución de ingresos, que ganan alrededor de $
117.000 o más al año. Y les ha ido extraordinariamente bien en las
últimas décadas (...)
"Demasiado a menudo la retórica de la desigualdad apunta a un problema
del "1 por ciento superior ", como si el 99 por ciento “inferior” se
encontrara en una situación igualmente desesperada”, escribe. "Esta
obsesión con la clase alta permite a la clase media alta convencernos a
nosotros mismos de que estamos en el mismo barco que el resto de Estados
Unidos; pero no es cierto". (...)
Pero mezclar los muy acomodados con el 99 por ciento
oculta importantes distinciones. Ha habido muy poco aumento en la
desigualdad de ingresos entre el 80 por ciento inferior; toda ella ha
sido creada por el quinto más rico que se sitúa por encima del resto de
nosotros.
Por cada dólar que pasó al 1 por ciento en las últimas tres décadas, dos fueron al 19 por ciento inmediatamente debajo del mismo. La clase media alta puede no cobrar tanto como los superricos, pero todavía está chupando una proporción desproporcionada de los ingresos.
Por cada dólar que pasó al 1 por ciento en las últimas tres décadas, dos fueron al 19 por ciento inmediatamente debajo del mismo. La clase media alta puede no cobrar tanto como los superricos, pero todavía está chupando una proporción desproporcionada de los ingresos.
Mientras que, señala Reeves, los miembros individuales del
1 por ciento pueden hacer girar su dinero con un gran impacto, el
bloque de la clase media alta tiene una influencia excesiva.
“El tamaño y el poder de la clase media alta significan que puede remodelar ciudades, dominar el sistema educativo y transformar el mercado de trabajo”, escribe. Cuando sus intereses están amenazados, los miembros de esta clase disponen del capital social para contraatacar.
“El tamaño y el poder de la clase media alta significan que puede remodelar ciudades, dominar el sistema educativo y transformar el mercado de trabajo”, escribe. Cuando sus intereses están amenazados, los miembros de esta clase disponen del capital social para contraatacar.
Un ejemplo perfecto es lo que sucedió cuando el presidente Obama trató
de eliminar una exención tributaria, disfrutada mayoritariamente por
este grupo, para ayudar a los menos favorecidos. Obama propuso eliminar
algunos de los beneficios fiscales del plan de ahorro 529 para la
universidad, que fue instituido por el presidente George W. Bush, puesto
que más del 70 por ciento del dinero de sus cuentas de ahorro pertenece
a familias que ganan más de 200.000 dólares al año.
Los nuevos
ingresos podrían haber sido redirigidos a subsidios para ayudar a los
estadounidenses con ingresos bajos y medianos a ir a la universidad.
La reacción fue rápida y severa. El plan puso en peligro
un beneficio que es popular entre la clase media alta que cuenta, a la
que pertenecen también los miembros del Congreso. Tanto demócratas como
republicanos lo rechazaron. Obama se apresuró a revocar la idea días
después de haberla lanzado. "Había subestimado la cólera de la clase
media superior estadounidense", escribe Reeves.
El hecho de no entender que las fortunas económicas de la
clase media alta se han alejado de las del resto de la clase media tiene
otras derivaciones. La mayoría de los legisladores demócratas, Obama y
Bill y Hillary Clinton entre ellos, prometen que nunca aumentarán
impuestos a la clase media.
Pero luego definen a este grupo como alguien
que gana 250.000 dólares al año o menos, a pesar de que la clase media
estadística --los que están en el 20 por ciento medio de la distribución
del ingreso-- está formada por familias que ganan entre 43.500 y 72.000
dólares al año.
Pretender que las personas con ingresos de seis cifras son
de clase media y prometer luego protegerlas de cualquier aumento de
impuestos significa que los políticos no pueden pedir a estas familias
que paguen un pequeño impuesto en nuevos beneficios universales como el
permiso familiar pagado.
Pero eso es sólo la punta del iceberg. Las
soluciones reales a un crecimiento exponencial de la desigualdad de
ingresos requieren un aumento extensivo de la inversión pública. Y los
ingresos fiscales necesarios no pueden salir todos del 1 por ciento
superior.
Tal como demuestra Reeves, incluso si la tasa impositiva
máxima sobre los ingresos de los hogares de más de 470.700 dólares
volviera al 50 por ciento, donde estaba a mediados de los años 80 para
los ingresos más altos, sólo se obtendría un aumento adicional de
95.000 millones de dólares al año.
Eso no es insignificante, pero no es
suficiente para financiar cosas como una renta básica universal, un
programa de empleo gubernamental, atención infantil y preescolar
universal, la universidad gratuita y atención sanitaria universal. Y no
se trata de que la clase media alta no pueda pagar más.
“Se puede
recaudar más dinero de la clase media alta sin precipitarlos en la
pobreza ...", señala. “Si necesitamos recursos adicionales para la
inversión pública, es razonable obtener algunos de ellos de la clase
media alta”.
Pero aunque la clase media alta no se ve a sí misma como
un grupo diferenciado, tiene un fuerte control sobre el poder. Se puede
esperar que casi el 80 por ciento de esta clase vote en las elecciones,
en comparación con menos de la mitad de los estadounidenses más pobres.
Reeves también ve otros tipos de influencia: el ascendente cultural de
tener a muchos de sus miembros trabajando en los medios de comunicación,
la publicidad y las artes, así como el dominio en los negocios, la
ciencia e incluso la misma política. "Como clase, somos un grupo
poderoso", dice.
También ve esta clase no sólo definida por el ingreso sino por una mejor
salud, educación, oportunidades de empleo e incluso una estructura
familiar diferente. La clase media alta utiliza estos activos para
acumular oportunidades para sí misma, perpetuando un sistema injusto:
sus miembros luchan por preservar leyes urbanísticas que mantienen las
buenas escuelas lejos de la asistencia de niños más pobres, encuentran
las maneras de pagar la entrada de sus hijos en las universidades de
élite (siente un resentimiento especial respecto a las admisiones
hereditarias) y mercadean favores para conseguir internados gratuitos
para sus hijos.
Los ricos distorsionan el juego para que la estructura
de clases estadounidense permanezca atrincherada. (...)"
(Bryce Covert es editor de Política Económica en ThinkProgress y colaborador de The Nation, CTXT, 26/07/17. Este texto está publicado en sinpermiso. Fuente: The Nation.
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