"El transporte público en coche, en España, estaba --está--
perfectamente regularizado. Acaso necesitaba algún retoque, como una
mayor persecución de los mangantes que hacen dar vueltas innecesarias a
los clientes extranjeros que van del aeropuerto a la ciudad.
Salvo
pequeños detalles como este, era, es un servicio rápido y de una
eficiencia ejemplar. Una de las cosas que funcionan bien en España.
A
diferencia de lo que pasa en otros países, especialmente en algunos
estados de EEUU, el servicio de taxi en
España era --todavía es-- fiable, razonablemente económico para el
usuario y está regido según parámetros de humanidad y dignidad para las
familias de los miles y miles de trabajadores autónomos que pagan su licencia y sus impuestos. Los impuestos que devengan por su trabajo revierten en la economía nacional.
No hay, pues, ningún motivo razonable para, derogando con artimañas la legislación vigente, abrir el
servicio del transporte sobre cuatro ruedas a ninguna empresa,
norteamericana o "global", que ofrece servicios "más baratos" --durante
algún tiempo--. Que es lo que entre nosotros se llama "liberalizar el sector".
"Liberalizar el sector" es el eufemismo que utilizan ciertas
plumas para describir lo que en realidad es un rápido proceso de
sustracción de los caudales españoles que ahora van a la Hacienda
pública común para traspasarlos a unos empresarios y accionistas de
California, con sede fiscal en Holanda y en otros paraísos, sin que les
importe hundir la ya precaria economía de docenas de miles de familias
españolas que dependen del sueldo de los conductores que se pasan largas
jornadas de trabajo sentados tras el volante.
Es como el que dice:
-Oye, pues yo he llamado alguna vez a Cabify, y la verdad es que te
atienden muy bien. Vienen en seguida y además no ponen el Carrusel
Deportivo en la radio.
Y no sabe ver que le está metiendo la mano en el bolsillo y
sustrayendo la cartera esa chica tan mona. Se queda con el besito que le
ha dado para despistarle mientras le susurraba: "Eres taaaan
atractivo...".
A lo mejor cuando ya no existan los taxistas
tradicionales y a él le suban los impuestos comprenderá que la chica era
una carterista y que de alguna manera hay que mantener a los miles de
desempleados que habrá enviado al paro su pequeño esnobismo de circular
en un coche de Uber sin carrusel deportivo.
La tolerancia suicida o la complicidad con Uber,
como antes con Airbnb, con Amazon y con las demás grandes empresas de la
economía digital --según el modelo de desregulación de la economía
global-- es un paso más en el empobrecimiento de un sector económico
tras otro, conduciendo a la ruina, si no a la desaparición, a diferentes
colectivos de la clase obrera.
Y debilita a la clase media hasta que
esta desaparezca también mientras se les mete en la cabeza que, de todas
maneras, estaban condenados a desaparecer y se les promete, como
consolación, que si sus hijos se hacen ingenieros informáticos a lo
mejor se salvarán.
Un proceso que condena a las ciudades europeas a la
suramericanización: o sea a dividirse entre, por un lado, los
condominios donde viven los ricos; y por el otro, las chabolas donde
agonizan los pobres.
Esto no es una visión apocalíptica personal sino una realidad
evidente que en el pensamiento social todos tienen muy claro, no lo
discute nadie.
Por eso extraña que los partidos de izquierdas, y más
concretamente el Gobierno (supuestamente socialista...) o, en su
defecto, cualquier otro representante político de esos tan nacionalistas
--españoles o catalanes-- que hoy tanto abundan, no cojan este toro por
los cuernos y salgan a las calles donde los taxistas
oponen una resistencia esforzada y admirable a la revolución digital, y
les digan, comprometiéndose delante de las cámaras, lo que el título de
este artículo resume: "Tenéis toda la razón. Defenderemos vuestros
puestos de trabajo, garantizaremos el pan de vuestros hijos. Sois la
última trinchera ante una deriva repugnante del capitalismo desorejado".
Estarán ocupados en otras cosas más importantes, aunque no se me
ocurre cuáles puedan ser. Acaso preparándose para las elecciones y esas
cosas." (Ignacio Vidal-Folch, Crónica Global, 22/01/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario