"Hace unos meses levantó cierto revuelo en las redes sociales un vídeo en el que algunas mujeres pedían emotivamente perdón a los hombres por sus abusos hacia ellos.
El vídeo alcanzó una inusitada difusión en nuestro país al calor de las
reacciones antifeministas a la manifestación del 8M, aunque partía de
una desconocida terapeuta alemana que sólo pretendía restaurar el
equilibro entre hombres y mujeres dentro de las relaciones de pareja.
La
versión subtitulada al español se llamaba “Mensaje de mujeres que aman a los hombres y reclaman su masculinidad”
y, así como muchos hombres resentidos con el feminismo lo recibían con
gran entusiasmo, muchas mujeres lo veían como una traición y una
instrumentación machista.
A mí ese vídeo me produjo una extraña impresión y sólo después de
unos días me di cuenta por qué. Al analizarlo con calma, llegué a la
conclusión de que era un vídeo realmente singular, que no podía
calificarse de machista, porque, sin pretenderlo, mostraba hasta qué
punto los antiguos roles del patriarcado se están rompiendo.
El concepto de “mujeres que aman a los hombres”, si se
piensa detenidamente, es realmente inusual. La cultura europea ha basado
las relaciones entre hombres y mujeres en el amor romántico que se
remonta al amor cortés medieval. La mujer, en este estereotipo, es la dama: el objeto
admirado y amado por excelencia, ensalzado hasta la saciedad en
infinitud de poemas y obras de arte.
Nos hemos acostumbrado a ver a la
mujer como amada, como deseada y también en las versiones más degradadas del porno, como utilizada y humillada. Pero, lo que muy pocas veces vemos en nuestra cultura, incluso ahora, es a la mujer como sujeto amante.
Por eso resulta tan rompedor este vídeo, porque se basa en una mirada
de la mujer sobre el varón, que puede gustar o disgustar a quienes se
definen como feministas, pero que busca la mirada de ellas.
Durante siglos, la mujer fue marginada de la cultura y de la vida
pública, de forma que, el ser humano masculino se identificaba con toda
la especie: la humanidad era el Hombre. Como dice Joserra Landarroitajauregi en su ensayo Lecciones de Sexosofía Antigua,la mujer, era lo otro, ese ser observado por los hombres con admiración, extrañeza o desprecio.
Muy pocas veces la mujer era la observadora que escribía los libros o los poemas y, menos veces aún, la que escribía sobre ellos.
El feminismo nos ha dado la oportunidad de observarnos a nosotras mismas y definirnos fuera de los estrechos estereotipos de dama, puta, esposa o princesa
que los hombres nos dieron. Pero, lo que todavía no se ha hecho, es
observar y definir a la otra mitad de la humanidad, al varón, sin
confundirlo con el Hombre.
El feminismo ha lanzado también una mirada muy crítica sobre el
hombre y sus roles dentro del patriarcado. Esta mirada era necesaria
para poder romper con los asfixiantes papeles asignados históricamente a
la mujer, pero ha generado una reacción muy indeseable.
El rechazo que
muchos hombres sienten hacia ese feminismo que destroza su identidad
tradicional está detrás de gran parte de la reacción retrograda que
estamos viviendo estos días. Se echan en falta formas de ser varón que
no se basen en los obsoletos roles patriarcales y por ello hay quienes
están hablando de nuevas definiciones de la masculinidad.
Pero uno no puede identificarse a base de mirar únicamente a sí
mismo, necesitamos el espejo de la mirada del otro para sabes quiénes
somos. Y, en ese sentido, el varón tiene muchos problemas para definirse
porque existen muy pocas miradas de la mujer sobre él, y las que hay,
pocas veces van más allá de la crítica al patriarcado.
¿Por qué no
empezamos a mirar a los hombres con una mirada libre de estereotipos que
les permita saber, simplemente, como ve una mitad de la humanidad a la
otra mitad? ¿Por qué no empezamos a generar literatura que hable de mujeres que estudian a los hombres, mujeres que aman a los hombres o mujeres que desean a los hombres?
La crítica a los estereotipos patriarcales ha estado muy bien, pero
no podemos quedarnos únicamente con esa mirada. No por miedo a la
reacción machista, sino porque estamos utilizando una mirada miope y
estrecha y con ello evidenciamos que nosotras también seguimos viendo al
varón como el Hombre y a la mujer como lo otro, sin haber asumido la identidad dual del ser humano basada en dos sujetos en diálogo mirándose el uno al otro: mujer y varón.
Es obvio que el varón es para la mujer un ser tan odiable,
despreciable y criticable como amable, admirable y deseable. Reconocer
esto no es ningún demérito ni parte de una postura de sumisión, es,
simplemente, ejercer esa capacidad de mirar al otro que distingue al sujeto del objeto.
Es, en definitiva, disfrutar del mayor logro que el feminismo nos ha
regalado: haber conseguido que la mujer deje de ser considerada (y de
considerarse) un objeto para ser sujeto de su propia vida." (Marga Mediavilla, blog, 23/01/19)
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