25/1/19

Mujeres que aman a los hombres




"Hace unos meses levantó cierto revuelo en las redes sociales un vídeo en el que algunas mujeres pedían emotivamente perdón a los hombres por sus abusos hacia ellos

El vídeo alcanzó una inusitada difusión en nuestro país al calor de las reacciones antifeministas a la manifestación del 8M, aunque partía de una desconocida terapeuta alemana que sólo pretendía restaurar el equilibro entre hombres y mujeres dentro de las relaciones de pareja.

 La versión subtitulada al español se llamaba Mensaje de mujeres que aman a los hombres y reclaman su masculinidad” y, así como muchos hombres resentidos con el feminismo lo recibían con gran entusiasmo, muchas mujeres lo veían como una traición y una instrumentación machista.

A mí ese vídeo me produjo una extraña impresión y sólo después de unos días me di cuenta por qué. Al analizarlo con calma, llegué a la conclusión de que era un vídeo realmente singular, que no podía calificarse de machista, porque, sin pretenderlo, mostraba hasta qué punto los antiguos roles del patriarcado se están rompiendo.

El concepto de “mujeres que aman a los hombres”, si se piensa detenidamente, es realmente inusual. La cultura europea ha basado las relaciones entre hombres y mujeres en el amor romántico que se remonta al amor cortés medieval. La mujer, en este estereotipo, es la dama: el objeto admirado y amado por excelencia, ensalzado hasta la saciedad en infinitud de poemas y obras de arte. 

Nos hemos acostumbrado a ver a la mujer como amada, como deseada y también en las versiones más degradadas del porno, como utilizada y humillada. Pero, lo que muy pocas veces vemos en nuestra cultura, incluso ahora, es a la mujer como sujeto amante. Por eso resulta tan rompedor este vídeo, porque se basa en una mirada de la mujer sobre el varón, que puede gustar o disgustar a quienes se definen como feministas, pero que busca la mirada de ellas.

Durante siglos, la mujer fue marginada de la cultura y de la vida pública, de forma que, el ser humano masculino se identificaba con toda la especie: la humanidad era el Hombre. Como dice Joserra Landarroitajauregi en su ensayo Lecciones de Sexosofía Antigua,la mujer, era lo otro, ese ser observado por los hombres con admiración, extrañeza o desprecio. 

Muy pocas veces la mujer era la observadora que escribía los libros o los poemas y, menos veces aún, la que escribía sobre ellos.

El feminismo nos ha dado la oportunidad de observarnos a nosotras mismas y definirnos fuera de los estrechos estereotipos de dama, puta, esposa o princesa que los hombres nos dieron. Pero, lo que todavía no se ha hecho, es observar y definir a la otra mitad de la humanidad, al varón, sin confundirlo con el Hombre.

El feminismo ha lanzado también una mirada muy crítica sobre el hombre y sus roles dentro del patriarcado. Esta mirada era necesaria para poder romper con los asfixiantes papeles asignados históricamente a la mujer, pero ha generado una reacción muy indeseable. 

El rechazo que muchos hombres sienten hacia ese feminismo que destroza su identidad tradicional está detrás de gran parte de la reacción retrograda que estamos viviendo estos días. Se echan en falta formas de ser varón que no se basen en los obsoletos roles patriarcales y por ello hay quienes están hablando de nuevas definiciones de la masculinidad.

Pero uno no puede identificarse a base de mirar únicamente a sí mismo, necesitamos el espejo de la mirada del otro para sabes quiénes somos. Y, en ese sentido, el varón tiene muchos problemas para definirse porque existen muy pocas miradas de la mujer sobre él, y las que hay, pocas veces van más allá de la crítica al patriarcado.

 ¿Por qué no empezamos a mirar a los hombres con una mirada libre de estereotipos que les permita saber, simplemente, como ve una mitad de la humanidad a la otra mitad? ¿Por qué no empezamos a generar literatura que  hable de mujeres que estudian a los hombres, mujeres que aman a los hombres o mujeres que desean a los hombres?

La crítica a los estereotipos patriarcales ha estado muy bien, pero no podemos quedarnos únicamente con esa mirada. No por miedo a la reacción machista, sino porque estamos utilizando una mirada miope y estrecha y con ello evidenciamos que nosotras también seguimos viendo al varón como el Hombre y a la mujer como lo otro, sin haber asumido la identidad dual del ser humano basada en dos sujetos en diálogo mirándose el uno al otro: mujer y varón.

Es obvio que el varón es para la mujer un ser tan odiable, despreciable y criticable como amable, admirable y deseable.  Reconocer esto no es ningún demérito ni parte de una postura de sumisión, es, simplemente, ejercer esa capacidad de mirar al otro que distingue al sujeto del objeto

 Es, en definitiva, disfrutar del mayor logro que el feminismo nos ha regalado: haber conseguido que la mujer deje de ser considerada (y de considerarse) un objeto para ser sujeto de su propia vida."                (Marga Mediavilla, blog, 23/01/19)

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