"(...)En el libro “La posibilidad del fascismo”, has escrito :
“este texto tiene como objetivo provocar un debate acerca de nuestra
situación actual ” ¿Podrías explicarnos a qué te refieres con esa
frase?
El deseo de escribir este libro está radicado tanto en una
insatisfacción intelectual como en el sentimiento de que estamos
viviendo un momento histórico cuya naturaleza extremadamente preocupante
y peligrosa no parece ser tomada en serio.
Existe, me parece, una paradoja bastante extraña. Por toda una serie
de razones analizadas en el libro, surgió una amenaza fascista de un
nuevo tipo, desde la década de 1980 en Francia (también en otros países
aunque en fechas diferentes)y se ha desarrollado desde entonces, pero, a
medida que aumenta el peligro, la sensibilidad ante el peligro parece
debilitarse.
Tengo la sensación de que nos hemos acostumbrado a la idea que la
extrema derecha este progresando en las elecciones y esto se percibe
falsamente como inexorable. Se han trivializado sus “ideas” y estás se
difunden en el campo político-mediático, parea terminar arraigadas en el
cuerpo social. Sin embargo, la posibilidad que la extrema derecha
termine conquistando el poder político (sola o en forma de alianza) no
se toma en serio.
Pero esto no es una hipótesis abstracta. En Europa está Italia (donde
la Lega, está en el gobierno) y Austria; también hay otros casos en el
mundo: India, Israel y Brasil con la victoria electoral de un candidato
fascista en la primera potencia económica de América Latina. La creencia
que la extrema derecha contemporánea no podría conquistar el poder se
ha vuelto insostenible.
Otra forma de eludir el peligro fascista es afirmar que esta extrema
derecha no tiene nada de “fascista”. Otros no quieren reconocer la
amenaza fascista afirmando que las “ideas” fascistas ya estarían
gobernando.
En realidad los partidos de derecha están utilizando la retórica
ultra y racista de la extrema derecha porque hay una complicidad entre
las élites políticas ante la posible llegada de los regímenes
neo-fascistas.
Por lo tanto, el libro es una llamada de atención que pretende
demostrar la urgencia de combatir el fascismo de manera frontal. Tanto
en sus formas organizadas como las políticas que lo alimentan.
Me refiero a las políticas neoliberales, al endurecimiento
autoritario de los estados y al auge del racismo y la xenofobia. Estas
dos peleas están entrelazadas y uno no debería tener que elegir entre un
enemigo “principal” (que sería Macron, porque ya está en el poder) y
un enemigo “secundario” que existiría sólo como una marioneta para
asustarnos.
Durante mucho tiempo he estado leyendo estudios de la historia del
fascismo “clásico” o investigaciones detalladas de la sociología
política sobre la extrema derecha contemporánea. Me he encontrado con un
panorama académico extremadamente fragmentado . En la práctica este
tipo de investigaciones han favorecido una despolitización del análisis
del fascismo porque a menudo toman la forma de un discurso “contra el
ascenso de los extremos” o “contra la violencia”.
Pocos investigadores están tratando de construir una comprensión
histórica y sociológicamente sólida del fenómeno político que
enfrentamos actualmente en Francia y en otros países.
En múltiples publicaciones sobre “el regreso a la década
de 1930”, se rechaza una repetición idéntica a la experiencia fascista
vivida por Italia o Alemania ¿Según Alain Bihr, el fascismo fue
producto de una coyuntura muy particular, y por tanto este término sólo
debería utilizarse para denominar el fascismo histórico?
Creo que si ese argumento fuera
rigurosamente respetado sería necesario deshacerse de una gran parte de
los conceptos utilizados por las ciencias sociales y por (casi todo) el
marco teórico del marxismo. Tomemos el ejemplo del concepto (importante
en la tradición marxista) del bonapartismo, que es un concepto casi tan
central como el imperialismo.
Es bastante obvio que lo que Marx destaca en su elaboración está
asociado con una situación histórica muy específica (las luchas de
clases en Francia entre 1848 y 1852 y con un movimiento político
particular (en torno a Louis -Napoleón Bonaparte). El concepto, sin
embargo, permite pensar otras situaciones históricas y otros movimientos
políticos, y ha sido usado, en particular por August Thalheimer, para
pensar sobre el fascismo.
La negativa a cuestionar la actual realidad de las sociedades
capitalistas y los movimientos de extrema derecha, con la categoría de
fascismo me parece derivar de una concepción muy cuestionable en el uso
de los conceptos: una concepción frugal, estenográfica.
Para esta visión, un buen concepto es una descripción histórica o
sociológica lo más precisa posible de un fenómeno en particular, pero
tan precisa que el concepto ya no permite una comparación real o un
extensión como generalidad. Entonces si uno empuja el argumento hasta el
final, se encontrará con tantas categorías y conceptos como se puedan
distinguir los movimientos o regímenes. [1] .
Mi libro persigue un objetivo opuesto.
Se basa en la idea de que se
puede llegar a comprender las lógicas sociales, los proyectos políticos y
las dinámicas históricas que son similares aunque no sean
idénticos. Hay que pensarlas a través del mismo concepto, incluso si se
desarrollan en contextos muy diversos, obviamente con formas específicas
que dependen de otros contextos y a los que debemos darles toda su
importancia.
Es cierto que existe el peligro inverso: utilizar conceptos tan
generales y abstractos que no nos permiten captar ninguna realidad
histórica concreta. Por otro lado creo que mi uso de la categoría
fascismo no cae en asimilarlo a la categoría “populismo” , porque un
concepto como el populismo es tan general que pretende atraparlo todo
No creo que solo podamos definir el fascismo a partir del uso de la
violencia política como se hace a menudo. La violencia fue, de hecho,
fundamental para el fascismo histórico, aunque, contrariamente a la idea
dominante, los fascistas no llegaron al poder sin ser mayoría en las
elecciones.
Sin embargo, la violencia ha marcado históricamente todas las
ideologías políticas y todos los tipos de régimen. Basta recordar la
increíble violencia que utilizaron los países colonialistas de regímenes
considerados “democráticos” (la Tercera República en Francia, por
ejemplo) o, la represión a los levantamientos populares por
los “regímenes democrático”.
Como ideología política, el fascismo puede describirse (a partir de
la obra de Zeev Sternhell) como una síntesis compleja que plantea como
ideal, una sociedad reconciliada consigo misma, pero nunca se plantea
la abolición de la explotación sino que absolutiza la Nación y que a la
vez, una rebelión reaccionaria contra las ideas de la ilustración, los
derechos humanos, la democracia. [3]
Como práctica política, el fascismo sistematizó la milicia (lo
que los italianos llamaban escuadrismo) según una lógica paramilitar y
extra-estatal, implementada previamente por el Ku Klux Klan contra los
negros en los Estados Unidos[4] , pero también contra los judíos en la
Rusia zarista.
En otras palabras, en un sentido purista el fascismo es un proyecto
político de regeneración nacional que utiliza la violencia
sistemáticamente y que combina la acción de organizaciones estatales
con milicias extra-estatales para reprimir violentamente cualquier
fermento de conflicto o división nacional. El fascismo es una
articulación entre un nacionalismo extremo concebido como “religión
política” y una “militarización de la política”, para usar las palabras
del historiador Emilio Gentile.
Lejos de llamar fascista a nuestra era (o post-fascista) o
predecir el inevitable advenimiento del fascismo en el siglo XXI, tu
libro está más interesado en las crisis sociales que podrían crear las
condiciones del fascismo. En el segundo capítulo, explicas que la
crisis del capitalismo hacen posible la hipótesis fascista: ¿por qué te
parece esencial comprender la especificidad de la situación actual?
De hecho, para comprender el fascismo es esencial entender que es un
producto del capitalismo: “El que no quiere hablar sobre el capitalismo
debe guardar silencio sobre el fascismo”, dijo Horkheimer con razón.
Pero esta buena definición es insuficiente, porque es demasiado
general. Cualquier crisis del capitalismo no produce fascismo: aunque
triunfó en la década de 1930 en Alemania ( por los efectos de la caída
del mercado de valores de 1929) no logró imponerse en los Estados Unidos
donde la crisis también tuvo aspectos catastróficos.
Así que la crisis económica del capitalismo no nos llevan
necesariamente al fascismo, incluso si la crisis económica es la base
sobre la cual puede florecer el nacionalismo xenófobo, el racismo y el
autoritarismo.
Para ser más precisos, el fascismo es el resultado de una crisis
hegemónica, es decir, de un debilitamiento de la capacidad de la
burguesía para organizar su dominación política y de una situación en
que la izquierda y el movimiento obrero es suficientemente fuerte como
para aparecer como una amenaza, pero es demasiado débil para imponer una
solución a la crisis política [5]
Para comprender nuestra actual situación, es importante
comprender la actual crisis de hegemonía y su origen: la imposición de
políticas neoliberales a partir de la década de 1980. Estas políticas
han ayudado a restaurar parcialmente las tasas de ganancias (que habían
disminuido en la década de 1970), pero al mismo tiempo ha
desestructurado el tejido social y especialmente todo lo que
proporcionaba un puente entre la población y la sociedad civil, por un
lado y, el campo político y el Estado por el otro. Estas mediaciones
garantizaban una cierta estabilidad política.
En otras palabras, el neoliberalismo al poner en crisis el sistema se
convierte en un “agente de la autodestrucción del capitalismo”. Lo que
está en crisis, como señala Neil Davidson, son las mediaciones
políticas , las mediaciones ideológicas y las mediaciones
institucionales que dieron cierta legitimidad al capitalismo.
Dado que la crisis del capitalismo se está desarrollando en todas
partes y en todos los países (donde se han implementado las políticas
neoliberales) la amenaza fascista se está extendiendo hoy por el mundo.
Detona con intensidades desiguales y en diferentes formas dependiendo
de diferentes factores como la historia política de cada país, sus
luchas sociales, etc. También es importante el lugar en que las naciones
están ubicados en el reparto del sistema imperialista mundial, este
lugar necesariamente influye en el contenido y las formas de aparición
de los nacionalismos extremos constituidos por el fascismo.
Están los fascismos que se desarrollan en un capitalismo en pleno
declive (Francia y Gran Bretaña, por ejemplo) la ideología fascista
adopta formas más defensivas y electorales (lo que no significa menos
peligrosas) y más orientado hacia la restauración de lo antiguo,
especialmente al dominio de sus industria y de su poder militar.
También están los fascismos que se desarrollan en los capitalismos
ascendentes (India y Brasil, por ejemplo), donde la ideología fascista
adopta formas más ofensivas , en la medida que estas potencias – en
ascenso- aspiran a conquistar un nuevo lugar en el capitalismo mundial.
Las antiguas naciones imperialistas hoy están en pleno declive. Pero
pese a que la hegemonía neoliberal está fuertemente cuestionada por la
movilización social el peligro fascista ha vuelva aparecer en Francia,
en Alemania, en España. En estos países hay un extrema derecha
organizada que tiene fundamentos esencialmente xenófobos e islamófobos
alimentados por un pasado colonial
En gran parte de Europa los partidos políticos tradicionales están
debilitados y casi no hay izquierda.
No estoy hablando de esa “derecha
acomplejada” en que se convirtió en el PS, según la palabras de Frédéric
Lordon. Estoy hablando de la necesidad de una izquierda capaz de
transformarse en una alternativa de poder con un proyecto creíble para
las clases populares. En tal situación es inevitable un aumento del
peligro fascista.
Aunque no comparas el fascismo con el autoritarismo,
dedicas un capítulo entero al autoritarismo dentro del estado
neoliberal, describiendo cómo el fascismo se alimenta de ese
autoritarismo ¿El autoritarismo puede aumentar los riesgos de
fascistización de la sociedad?
El autoritarismo no significa fascismo, y me gustaría enfatizar este
punto. Las “democracias occidentales ” entre sus procedimientos
habituales, tienen muchos momentos autoritarios. Por ejemplo, cuando
reprimen las protestas con dureza o con derramamiento de sangre, cuando
se olvida de los resultados electorales y se gobierna por decreto,
cuando se espía a los militantes revolucionarios, etc. Todo esto de
ninguna manera es ajeno a las “democracias capitalistas” (un cuasi
oxímoron), especialmente cuando la respuesta popular hace frágil al
régimen.
Esto es lo que estamos experimentando actualmente en muchos países y
particularmente en Francia: es la crisis de la hegemonía lo que explica
el endurecimiento autoritario. Pero todo esto no debe confundirse con el
fascismo, porque este actúa de manera diferente: no solo ataca a los
militantes revolucionarios, aplasta todas las formas de protesta (
incluidas las más moderadas), limita el ejercicio de los derechos
democráticos y las libertades públicas, sino que también las suprime por
completo y prohíbe las protestas sin excepción. No hace que la
impugnación al régimen sea más difícil, lo hace imposible,
Dicho de otra manera, el fascismo es la abolición pura y simple de lo
que se llama el imperio de la ley. Sabemos que hoy una parte de la
población, musulmanes, emigrantes, romaníes y los barrios de clase
trabajadora, ya está recibiendo un tratamiento excepcional. El fascismo
es la extensión de este tipo de tratamiento a sectores cada vez más
amplios, pero también la intensificación de un régimen excepcional, que
puede llegar hasta la deportación en masa e incluso hasta el exterminio (
si hay una guerra de por medio).
Por lo tanto, existe una diferencia entre un estado fuerte (o
autoritario) y el fascismo, y esta diferencia tiene consecuencias
importantes para la práctica política. Pero esto no significa que
debamos considerar el autoritarismo como un “mal menor”.
El autoritarismo ya está alimentando la dinámica fascista, está
contribuyendo al fortalecimiento de las organizaciones fascistas y
probablemente preparando el terreno para el establecimiento de una
dictadura fascista .
El autoritarismo tiende a acostumbrar a las clases dominantes al uso
de procedimientos antidemocráticos y a la represión, que hasta hace poco
eran inconcebibles en una “democracia”. Y el autoritarismo tiende a
legitimar las soluciones ultra-autoritarias defendidas por la extrema
derecha y está realizando alianzas con esa derecha extrema.
El endurecimiento autoritario favorece el empoderamiento del aparato
represivo del estado, otorgándole una capacidad de acción cada vez más
importante, en particular a los servicios que están a cargo de las
tareas más brutales del estado. También sabemos por experiencia que la
extrema derecha esta arraigada en estos servicios policiales.
Con el refuerzo autoritario el estado crea una base institucional ;
un arsenal legal que proporciona a los fascistas instrumentos de acción
pública, que en un futuro les permitiría reprimir de forma rápida y muy
severa cualquier forma de oposición, prohibir a las organizaciones
sociales y políticas: en resumen instalar y consolidar su poder sin
tener que abandonar la legalidad.
La Quinta República en Francia se está alejando de los estándares
democráticos mínimos al otorgarle al Presidente de la República
prerrogativas que incluyen la facultad de suspender las libertades
públicas (con los “plenos poderes” el Presidente se puede instalar el
“estado de sitio” ).
Con el auge del autoritarismo se puede acostumbrar a las personas a
restringir sus derechos políticos y limitar sus libertades públicas,
pero, sobre todo, a considerar legítimo el tratamiento violento y
arbitrario de sectores de la población.
En los análisis ortodoxos del
fascismo de algunos “marxistas”, se reduce el fascismo a una simple
herramienta de la clase dominante. ¿ Usted habla de “entender el
carácter multiclasista ” del fascismo para comprender la situación
actual y la posibilidad del fascismo?
Lo que dije anteriormente sobre el fascismo como producto de una
crisis de hegemonía permite entender que no es una simple herramienta de
la burguesía que podría utilizar cuando lo necesite con urgencia.
El fascismo no responde a una simple “necesidad” del capitalismo en
un momento dado de su historia. La clase dominante prefiere mantener las
formas “democráticas” de dominación política. En particular porque
crean la ilusión de participación pública en la toma de decisiones y
porque hace posible operar la conciliación entre los diversos intereses (
a veces contradictorios) de las diferentes fracciones que conforman la
clase dominante.
Pero lo que es abstracto no siempre es cierto en una situación
histórica concreta. Cuando el capitalismo entra en una crisis multiforme
y estructural, cuando la inestabilidad política se vuelve tal que la
situación parece ingobernable (lo que no significa que las clases
populares tengan la ofensiva) una fracción de la clase dominante puede
verse tentada por la “solución” fascista.
La conquista del poder por parte de los fascistas y la construcción
de una dictadura fascista, serán el resultado de una alianza entre los
sectores tradicionales de la clase dominante y el propio movimiento
fascista. Con un agregado: el sector conservador se justificará asimismo
con la ilusión que pueden dominar fácilmente al fascismo.
Aquellos que afirman que el marxismo tiene una concepción mecanicista
del curso de la historia, de hecho tienen una ilusión intelectualista
(“escolástica”, como diría Bourdieu) que consiste en construir un
esquema teórico e imaginar que la historia (pasado, presente y futuro)
operaría invariablemente de acuerdo con ese esquema.
Este enfoque es erróneo, incluso cuando se acerque a procesos
históricos reales, ya que postula que el futuro de las sociedades se
ajustaría de alguna manera a las “leyes de la historia”.
Toda la historia del siglo 20 ha negado a los pensadores del “sentido
común de la II ª Internacional” (con Kautsky a la cabeza) por lo que
que hay que deshacerse de ellos de forma permanente.
¡Pero el problema es aún más serio cuando el esquema es esencialmente
incorrecto! Este es el caso de la idea pseudo-marxista que el fascismo
es la solución que la burguesía usaría cuando su poder esté amenazado
por una ofensiva revolucionaria de la clase trabajadora. Este análisis
lleva a afirmar, hoy en día, que el fascismo no sería relevante, ya que
no habría ninguna ofensiva revolucionaria en el horizonte y por lo tanto
no habría razón para que la clase dominante use el fascismo.
Históricamente, este esquema es falso porque, en los casos de Italia y
Alemania, la burguesía abrió las puertas a los fascistas en un momento
en que la clase obrera estaba en retroceso y ya no tenía la capacidad
de tomar el poder.
En el libro “El nacimiento del fascismo” Angelo Tasca habla del
régimen fascista como una contrarrevolución “póstuma y preventiva”, y
tiene razón: el fascismo se propone terminar definitivamente un ciclo
histórico en el que el movimiento obrero ha podido amenazar el orden
capitalista y prevenir su cualquier revolución por venir.
Hay que entender que la burguesía es una clase cuyo poder se basa en
la propiedad económica pero que es estructuralmente débil a nivel
político.[6] Por tanto el actor de la contrarrevolución fascista no es
simplemente la clase dominante, aunque obviamente hay sectores de esta
clase, especialmente los terratenientes, en el fascismo italiano.
En realidad el principal actor de esta contrarrevolución es el
fascismo en sí mismo, porque es un movimiento de masas, que logró
convertirse en un actor político inevitable y en un posible recurso,
para una situación de ingobernabilidad , a la que contribuyó con su
acción, tanto a nivel parlamentario como en la calle.
Hoy el fascismo sería impensable si creemos que el programa de la
extrema derecha contemporánea no se corresponde con las “necesidades del
capital”, mientras que, según la tesis más generalizada de cierta
izquierda , el fascismo histórico habría correspondido a las tendencias
del capitalismo de su tiempo, a saber; una intervención más fuerte del
Estado en la economía, etc.
Hay una inconsecuencia básica en esta tesis, tan común en
ciertaizquierda, además del hecho que los fascistas no tendrán ningún
problema para cambiar radicalmente sus programas electorales una vez en
el poder [7].
La primera es que es altamente cuestionable que el fascismo en
realidad correspondiera a las necesidades básicas del capital, [8] a
pesar que ciertamente correspondía a las necesidades inmediatas de al
menos un sector de los capitalistas italianos o alemanes. Más bien creo
que las modalidades NO fascistas de una mayor intervención estatal en la
economía, , implementado en otros lugares (especialmente en los Estados
Unidos), correspondió con el necesidades de la clase capitalista en su
conjunto.[9] .
El segundo problema es el más importante: en el régimen capitalista,
un fenómeno político como el fascismo puede ocurrir no solo porque el
sistema no cumpla con las necesidades de la acumulación de capital, sino
por desequilibrios y las contradicciones insolubles. – o al menos
difícilmente solucionables por medios ordinarios . En este caso, una
parte de la clase dominante puede apoyar a los fascistas con la
esperanza que en el ejercicio del poder por los fascistas , estos sean
económicamente “razonables”, es decir, a no obstaculicen la satisfacción
de sus intereses.
Entonces, en la extrema derecha contemporánea hay ciertos aspectos de
su programa, por ejemplo el euroescepticismo, que pueden estar en
contradicción con los intereses o necesidades del capitalismo.
Probablemente por esto el FN de Francia ha sacado de su programa esta
reivindicación en la última elección presidencial. Como lo explico en
el libro, un partido de extrema derecha fascista nunca se decidara a
salir del euro o de la UE.
¿Significa esto que la extrema derecha no tiene ninguna posibilidad
de llegar al poder? No, porque ni ayer ni hoy el éxito de los fascistas
está basado en el hecho que ellos serían los únicos defensores de los
intereses del capital.
Los fascistas pueden conquistar el poder cuando, al final de una
crisis de prolongada de hegemonía, han logrado construir una coalición
de intereses heterogéneos y obtener una recepción masiva, principalmente
sobre la base de una ideología nacionalista extrema y. en una
situación de ingobernabilidad. Esta tendencia lleva a algunos sectores
de la clase dominante a verlos como una solución, abriéndole las puertas
del poder con alianzas políticas.
Aunque las fuerzas de extrema derecha, se nutren de una
agenda política usted niegan equiparar el racismo estatal francés con
el fascismo. Entonces, ¿ Porque el racismo es nueva “posibilidad de
fascismo”?
Para hacer la conexión con la pregunta anterior, otro defecto central
de ciertos “marxistas” no es tomar en serio lo que es específico y
autónomo en el campo de la ideología y la política.
En el enfoque economicista que acabo de mencionar, el fascismo se
reduce a una solución adoptada por el capital ante una crisis de su
sistema en el marco de una ofensiva revolucionaria del proletariado.
¿Entonces por qué debemos tomar en serio, intelectual y políticamente,
las transformaciones ideológicas que, durante un largo período de tiempo
han favorecido a los fascistas?
Al repetir que el fascismo tendría como función principal, o incluso
única, aplastar el movimiento obrero [10] , olvidamos que el nazismo no
podría haberse desarrollado, convertirse en un movimiento de masas y,
por lo tanto, parecer una solución para los ojos de una parte de la
clase dominante alemana, sin un enraizamiento de ideologías pan-alemanas
y antisemitas durante varias décadas.
El economicismo va tan lejos que hace ininteligible el genocidio de
judíos, gitanos y eslavos : si el nazismo fue solo el representante del
capital alemán que aspiraba a destruir el movimiento obrero para
salvaguardar sus intereses, ¿por qué gastar tanta energía en exterminar a
los judíos y a otros pueblos de Europa? ¿Por qué se empeñó en una
empresa monstruosa que no tiene ninguna racionalidad económica
capitalista?
Para entender el fascismo de nuestro tiempo, es necesario buscar en
las últimas décadas, en el campo intelectual como en el campo político,
los materiales que se ha producido para constituir una nueva ideología fascista.
Aunque está en fase de construcción, la ideología no está unificada
globalmente. Hoy está basada en un conjunto de axiomas convergentes,
todos los cuales están referidos a un nacionalismo xenófobo (obviamente
para la extrema derecha el enemigo común son los inmigrantes), que ha
evolucionado históricamente y que adopta variadas formas. Según las
tradiciones intelectuales y políticas de cada país.
La ideología neofascista puede ser ultra conservadora con los
derechos de las mujeres y los homosexuales (en Brasil, por ejemplo), o
por el contrario, presentarse como defensora de estos derechos (que
estarían amenazados por parte de los extranjeros) en especial por los
musulmanes en los Países Bajos y en la extrema derecha francesa.
Principalmente se ha estigmatizado a los musulmanes (en Europa
occidental), a los negros (en los Estados Unidos), a los judíos (en
Europa del Este).
Por lo general, tienen ideas ultra-productivistas (el
crecimiento industrial es concebido como una condición para el
renacimiento de la nación), aunque también hay corrientes que defienden
formas de eco-fascismo.
Para volver específicamente al racismo, este un punto me pareció muy
importante cuando estaba preparando este libro. En la izquierda francesa
y en la extrema izquierda de la década de 1980, en el marco de lo que
podría llamarse la ” SOS-Racismo”, el racismo solía considerarse como
ideas reducidas solo a la extrema derecha y se excluía cualquier
consideración por los mecanismos de producción sujetos a una supuesta
inferioridad racial (discriminación en la contratación y en la
promoción, segregación racial en el espacio público y en los alquileres,
acoso policial y la violencia impune, etc.).
Y, sin embargo, la extrema
derecha seguía siendo vista como “el peor enemigo de la clase
trabajadora”; sin mención explícitamente, a aquellos segmentos de la
clase trabajadora que fueron principalmente blanco de la FN,
Obviamente, la xenofobia y el racismo fue el motor del desarrollo de
la extrema derecha, pero cierta izquierda tendía a ver el fenómeno como
un virus ideológico impuesto desde afuera para dividir a la clase
halagando a los trabajadores con prejuicios arcaicos de una parte del
pueblo francés.
El panorama es muy diferente si consideramos que el racismo colonial
fue un aspecto central en la construcción del Estado francés con fuertes
implicaciones en la formación de la clase obrera en Francia.
Le Pen no es simplemente el que inocula el virus. El y su hija son el
síntoma más visibles de una enfermedad de larga data en la sociedad y
en la política francesa [11] . Un síntoma que permite proyectar los
rasgos de una sociedad en que un solo individuo concentra la ideología
racista y la asume explícitamente.
Criticar la demonización de Le Pen, no es para mitigar su carácter
racista y xenófobo, lo hago porque esta demonización tiene esencialmente
una función de escapatoria, que permite olvidar la escala, la
sistematicidad y la transversalidad del racismo en la sociedad francesa.
Entonces, lo que traté de hacer en el capítulo del libro es describir
la dialéctica entre la ofensiva nacionalista y racista en Francia y el
desarrollo de la extrema derecha, que puede describirse como la
tendencia más brutalmente racista del nacionalismo francés, cuyo
proyecto se identifica plenamente con una purificación etno-racial del
cuerpo nacional francés.
Esto me llevó a examinar dos cosas : por un lado, el papel central,
que ha jugado el FN por imponer un doble consenso xenófobo e
islamófobo en la política francesa desde finales de los años 80.
Este análisis implica enfatizar la responsabilidad de los partidos
gobernantes, y especialmente del PS, que primero se unió al consenso
anti-migratorio, para después ser una de las puntas de lanza de la
ofensiva islamofóbica en los años 2000.
Por otro lado, la centralidad del racismo y la xenofobia en la
ideología del FN, no es el resultado de una amenaza para los
trabajadores franceses o un desafío socioeconómico desviado. La
“ofensiva blanca” de FN no es comprensible sin el proceso que Sadri
Khiari llama “el poder indígena”, que documenta y analiza brillantemente
en su libro “La contrarrevolución colonial en Francia”.
Un ejemplo reciente ha sido la reacción el poder político, ante las
manifestaciones masivas de solidaridad con Gaza. En ese momento hubo una
represión extremadamente brutal que marcó el comienzo de la ofensiva
autoritaria del gobierno de Hollande-Valls-Macron.
Usted dedica un capítulo a la extrema derecha,
específicamente a la FN, ¿Qué opina del debate sobre la naturaleza
fascista (o no) de la FN?
Le dedico sólo lo un capítulo porque es un error fundamental reducir
lo que yo llamo dinámicas fascistas a una única pregunta acerca de una
partido que encarna el proyecto fascista, dejando de lado los factores
(económicos, sociales, políticos e ideológicos), pero también dejando de
lado el tipo de crisis que hace posible el fascismo, lo que el
historiador Geoff Eley denominó “las crisis que producen el fascismo”
[12] . Por lo tanto, es necesario tratar esta encarnación organizacional
como un elemento, de hecho central (pero uno más entre otros) de la
dinámica fascista.
Obviamente, ha sido y es rentable para los partidos dominantes, ayer
el PS, hoy el partido de Macron , centre el debate en el FN: les permite
desvanecer las políticas que han liderado, uno de cuyos efectos ha sido
el crecimiento del FN. Esto se debe a que el PS ha gobernado alineado
con la derecha, o para ser más precisos se ha unido a políticas
neoliberales, xenófobas y de seguridad represiva.
El PS ha inducido un
consenso extremadamente mortal el pueblo. Hoy millones de personas han
llegado a considerar que “la derecha y la izquierda son lo mismo”, lo
que sin duda ha abierto un espacio político al FN.
Pero hay un segundo problema: el debate sobre la “naturaleza”
(fascista o no) de la FN está sistemáticamente mal planteado. En primer
lugar, hay que destacar que ninguna organización tiene una “naturaleza”
(es decir, una esencia fijada de una vez por todas por su genealogía) .
Todas las organizaciones evolucionan de acuerdo a las luchas internas
por el poder y su entorno externo, por lo que una organización puede ir
de la derecha al fascismo (esta es la reciente trayectoria de la AFD en
Alemania), y un partido fascista puede transformarse en una
organización de derecha clásica.
Este segundo caso ocurrió en Italia,
donde la principal organización europea neofascista de la post-guerra,
el MSI (Movimiento Social Italiano), se convirtió gradualmente – bajo el
nombre de Alianza Nacional – en un grupo de la derecha conservadora.
Pero sobre todo, la naturaleza fascista o no fascista del FN
generalmente se evalúa sobre la base de la presencia de militantes que
asumen explícitamente la herencia fascista, o que muestran los rasgos
más visibles de pertenencia al movimiento fascista, o porque tiene
miembros que militan en organizaciones claramente fascistas o
neofascistas.
Sin embargo, dada la ilegitimidad de todo lo que se asocia con el
fascismo, es difícil ver a los líderes de la FN como una marca explícita
con el fascismo histórico que los condenaría a la marginalidad
política.
Este tema tiende a poner en segundo plano los dos criterios más
relevantes para la caracterización de la FN: su ideología (el tipo de
proyecto político defendido, que se encuentra en los discursos, los
programas electorales, las declaraciones de sus líderes, investigaciones
realizadas, etc.), y su práctica.
En el libro digo que si tomamos en serio estos dos criterios:
ideología y practica , me parece que estamos obligados a caracterizar al
FN, no como un partido populista sino como un partido fascista sin
terminar o en fase de preparación. De hecho, si actualmente no tiene un
aparato de violencia característico de los movimientos fascistas
clásicos [13] es porque su proyecto fascista no tiene necesidad de decir
su nombre y tampoco necesita, por ahora, del escuadrismo.
¿Cuáles son los principales obstáculos que la izquierda tendrá que superar para enfrentar la “posibilidad del fascismo”?
En primer lugar, se debe tener en cuenta que la izquierda francesa
posiblemente se haya librado del PS. Este es un punto importante ya que
este partido ha constituido, desde su giro neoliberal, un actor central
en la estabilización política del capitalismo francés, un capitalismo.
sacudido por la “contestación multiforme de Mayo del 68″ [14].
Luego el PS se sumó alegremente a la ofensiva neoliberal, xenófoba y
autoritaria. Así que fue una cerrojo que tuvo que ser volado. Su brutal
declive, a pesar que tuvo todas las palancas del poder político en 2012,
marca una oportunidad histórica para que surja una nueva fuerza
política, incluso si el logro de este objetivo enfrenta obstáculos
serios.
Mi hipótesis es que el antifascismo podría jugar un papel positivo como catalizador político, pero bajo ciertas condiciones.
El primero, el más obvio, es rechazar la reducción del antifascismo a
una postura moral de indignación a los discursos de la extrema derecha.
La indignación no es en sí misma problemática pero, si la reducimos es
una simple reacción individual, será fácilmente recuperable por los
partidos dominantes y, en última instancia, inofensiva, porque es
incapaz de aunar responsabilidades y tareas políticas colectivas.
De la misma manera, hay que advertir contra la tentación
intelectualista de reducir el antifascismo a una refutación puramente
intelectual de los “argumentos” de la extrema derecha.
No es que debamos negarnos a enfrentar el fascismo en el terreno de
las ideas, pero no podemos engañarnos a nosotros mismos en este punto:
su progreso no es principalmente el producto de victorias intelectuales
sino de las condiciones económicas, sociales y políticas,
Transformar estas condiciones debe estar en el primer lugar de la
acción política. Tanto la indignación como la batalla intelectual son
productivas sólo si forman parte de una lucha colectiva por otra
sociedad, en otras palabras, por una política de la emancipación.
Una segunda condición es deshacerse de la ilusión institucional que
se manifiesta en dos niveles. El primero es lo que se llama el “frente
republicano”, que consiste, para decirlo rápidamente, en la alianza
política con todas las fuerzas no fascistas.
Este enfoque es puramente defensivo, estrictamente electoral y pone a
los antifascistas junto a partidos cuyas políticas continúan
alimentando el ascenso de los fascistas. De hecho esta política
justifica la idea promovida por la extrema derecha , que se autodenomina
como la única amenaza para el sistema y por tanto, la única
alternativa.
Al rechazo del enfoque del “frente republicano” no excluimos un
llamado a votar para eliminar el peligro inmediato de una victoria
fascista en las elecciones, si al menos esta apelación se distingue
claramente de cualquier forma de alianza y si está acompañada por una
crítica pública a las fuerzas burguesas o “reformistas”.
Hay que combinar la estrategia de lucha antifascista con un proyecto político de ruptura con el orden existente.
Por lo tanto, fue justo llamar a votar por Haddad en Brasil para
enfrentar el peligro representado por Bolsonaro, pero no se debe
entregar un cheque en blanco al PT . Hay que insistir en las
movilizaciones posteriores a las elecciones para rechazar la extrema
derecha.
La ilusión institucional es también la creencia que las
instituciones políticas y de los estados “democráticos” pueden “digerir”
los movimientos fascistas, y prevenir la dictaduras. Todo esto que se
afirmaba que el siglo 20 ha sido contradicho por la historia . Y es la
gente – especialmente las minorías y los activistas del movimiento
obrero – los que pagaron el precio de estas creencias . Hay varias
razones para esto, pero podemos mencionar dos rápidamente.
En primer lugar, todos los regímenes “democráticos” prevén medidas
excepcionales que el ejecutivo puede usar en circunstancias en que la
seguridad del estado se considera “amenazada”: los fascistas
generalmente sólo tienen que utilizar estos procedimientos legales para
instalarse en el poder y construir la dictadura.
El estado no es un árbitro neutral. Cuando facciones más prominentes
de las clases ricas deciden apoyar a un partido fascista, el estado,
especialmente el aparato estatal represivo, no sólo hace la vista gorda
ante sus acciones criminales, sino que también colabora activamente con
ellos, destruyendo el movimiento obrero y armando a las pandillas
fascistas. Esperar que la policía, el ejército o la justicia nos
protejan de los fascistas, es cavar nuestra propia tumba.
Por lo tanto, cualquier iniciativa que vaya en la dirección de la
autodefensa popular debe ser acogida positivamente, alentada y
sistematizada por las organizaciones sociales.
Una tercera condición es el rechazo a un sectarismo que puede tomar
diferentes formas (construcción del único partido verdaderamente
revolucionario, pretensión de encarnar a la clase obrera, etc.).
Todas
estas pretensiones conducen negarse a ponerse de pie y aislarse . Hay
que poner de pie a todos aquellos que aceptan un programa de defensa de
los intereses de la mayoría de la población, la mayoría que lucha contra
la opresión, y por conquistar una verdadera democracia (que presupone
tomar el poder sobre la producción, socializando la economía).
El frente antifascista de nuestro tiempo puede parecer difícil de
construir, porque hoy en día no puede ser decretado desde arriba por
fuerzas limitadas y fragmentadas. Esto no significa que no se debe
perseguir con obstinación y paciencia, porque no se puede simplemente
esperar que una movilización espontánea alcance la unidad antifascista .
Las organizaciones políticas, sindicales y asociativas tienen y
tendrán un papel que desempeñar, pero su implementación debe estar
vinculada orgánicamente a la vida de los ciudadanos , más que sus
miembros o simpatizantes.
Una cuarta condición es la estrecha conexión que debe establecerse
entre el antifascismo y el antirracismo político. El racismo,
especialmente el islamofóbico y las políticas anti-migratorias son
productos sociales cuyo resultado final puede ser el fascismo. Ningún
antifascismo serio puede ignorar este problema. El frente antifascista
debe, por lo tanto, extenderse a todas las organizaciones y colectivos
que luchan contra las opresiones estructurales.
Para concluir, diría que si la cuestión del fascismo es tan crucial
para nosotros, es que, más allá de la resistencia inmediata, plantea el
problema de la alternativa, la peste marrón no puede ser derrotada por
una lucha estrictamente defensiva, pero si puede ser vencida por una
lucha que asuma la conquista del poder.
El fascismo puede definirse como el movimiento real que, en una época
de crisis orgánica del capitalismo, perpetúa el orden establecido con
el terror . Sin embargo el fascismo se presenta asimismo como radical e
incluso revolucionario. Por tanto una defensa que acepte el mundo tal
como no sólo es muy poco atractiva y nos llevará al fracaso.
Hay que
generar un “movimiento real que cambie el estado actual de cosas” del
que hablaron Marx y Engels. Depende de nosotros, colectivamente,
imaginar sus formas y forjar los medios."
(Entrevista al historiador Ugo Palheta realizada por Selim Nadi ( Revista francesa Contratemps”), en Krítica, 07/02/19)
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