"¿Qué tienen en común los economistas austriacos, los
neokeynesianos, los monetaristas, parte de los economistas marxistas, y
el CEO o director ejecutivo de Blackrock, Laurence Fink? Sí, aunque
parezca sorprendente, todos ellos comparten, por distintas razones, un
denominador común, su salida en tromba y ataque rabioso contra la Teoría Monetaria Moderna (TMM).
Primero fueron los austriacos. Nunca perdonaron que
Nicholas Kaldor destrozará todas y cada una de las teorías y conjeturas
económicas de quien fuera su maestro en la London School of Economics, Friedrich Hayek.
Lo llevó a la irrelevancia académica, hasta que a finales de los 70 la
superclase reescribió la historia, creó un relato falso y acabó con el
consenso keynesiano. Para ello, además de rescatar del baúl de los
recuerdos a Friedrich Hayek, impulsó la escuela de Chicago, cuyas recetas económicas fueron un verdadero cáncer para la humanidad.
Los economistas marxistas, aunque no todos, véase Reuten o Bellifiore, siempre han sido reacios a la Teoría Monetaria Moderna. La visión del dinero de Marx presenta aspectos contradictorios. Aducen que la creación bancaria del dinero (dinero endógeno) sólo puede ocurrir porque existe una confianza última en que los depósitos puedan ser transformados en cualquier momento en dinero fiat, esto es, en base monetaria.
Pero la realidad muestra que relación entre el circuito del capital y la creación de dinero bancario que se desprende siguiendo al propio Marx entra en contradicción con la consideración del dinero en cuanto mercancía. La naturaleza de los adelantos que efectúan los capitalistas para la compra del factor trabajo y de medios de producción en el circuito del capital cuadra con la naturaleza del dinero como crédito, y no la del dinero mercancía.
Sí, me refiero a la ortodoxia neoclásica que ha nutrido intelectualmente a esa forma de gobernanza llamada neoliberalismo, y cuyos cuatro pilares básicos hacen aguas, tal como demostramos en su momento a partir de “The Deep Causes of Secular Stagnation and the Rise of Populism”, esa pieza exquisita del genial James Montier, estratega jefe de GMO, y de Philip Pilkington, de la Kingston University.
¿Por qué tanta alarma? Muy sencillo, la TMM empieza a ser la herramienta básica que hay detrás de las propuestas económicas de los políticos en alza en los Estados Unidos. Y esto empieza a ser serio. Me refiero a las propuestas económicas de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez o del senador Bernie Sanders, y que ya dominan el discurso político al otro lado del Atlántico, empezando “a contaminar” de verdad a todo el Partido Demócrata y a la sociedad. ¡Y hasta aquí podíamos llegar!
¿Se imaginan un plan de trabajo garantizado y un New Deal verde? El capital ya tuvo que aguantar bastante con Frank Delano Rooslvelt y Clement Atlee, cuyas recetas sacaron de la Gran Depresión a los Estados Unidos y al Reino Unido, iniciándose el mayor período de prosperidad, reducción de la pobreza y reparto de la riqueza de la historia –sin olvidarnos de la experiencia china del inmenso Den XiaoPing-.
No se puede volver a las andadas, braman los prohombres de la superclase. ¿Qué es eso de que la tasa de paro pueda llegar al 0% y de que los salarios suban? ¡Hasta aquí podríamos llegar, faltaría más! ¡Se nos subirían a las barbas, y el miedo dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria!
Lo más alucinante es que los análisis de aquellos que critican la TMM dejan, digámoslo suavemente, mucho que desear. El enfoque IS-LM presente en casi todos ellos no deja de ser una fantasía infantil tan entrañable como la del ratoncito Pérez o Santa Claus. Pero veamos brevemente quienes acudieron a la fiesta anti-TMM.
Por un lado, Paul Krugman, que aún a fecha de hoy sigue sin entender la naturaleza endógena del dinero, y el papel de la deuda en la Gran Recesión. No podía faltar tampoco Lawrence Summers, sin duda otro invitado con caché, quien en su momento afirmó que Occidente solo podía sobrevivir en base a burbujas, con tipos de interés reales negativos.
Otro que se ha auto-invitado al guateque anti-TMM es quien en mayo de 2008, cuando era el economista jefe del FMI, afirmó que la macroeconomía global estaba en su mejor momento. Me refiero a Oliver Blanchard. Menudo ojo clínico: a los pocos meses, la Gran Recesión. Pero suma y sigue. También se sumó a la fiesta anti-TMM, tras la correspondiente invitación, Kenneth Rogoff, el de los errores de la hoja de cálculo en su artículo “Growth in a Time of Debt”, pelillos a la mar.
El mismo que de manera acertada envió una carta abierta a los directores ejecutivos –CEOs- de las principales compañías del planeta criticando la visión cortoplacista de las empresas, que no fomentan la inversión a largo plazo, sino solo la especulativa. Pero ahí seguimos señor Fink, sin que nadie haga nada.
Todos ellos curiosamente usan para atacar a la TMM, dicho de paso de manera excesivamente vulgar, exactamente las mismas críticas que se planteaban contra la QE de Ben Bernanke, es decir, generará hiperinflación y devaluará la divisa. Después de multiplicar por 5 el tamaño del balance de la Reserva Federal (FED), del Banco Central Europeo, o del Banco de Inglaterra, estos economistas siguen buscando la inflación, sin encontrarla. Y mira que buscan y rebuscan debajo de las piedras.
Entiendo el nerviosismo de todos ellos. Tras muchos años de medrar y coquetear con el poder; tras un largo tiempo de ocupar puestos de responsabilidad en organismos multilaterales, gobiernos, universidades, bancos centrales, y empresas; tras haber contribuido todos ellos al desmantelamiento del estado del bienestar, es duro imaginarse que ya hay una enmienda a la totalidad. Aún más duro es asumir que sus modelos son completamente inútiles.
Pero bienvenido sea su salida de tono, en tromba, porque denota que, ahora sí, la huella de Hyman Minsky, de Wyne Godley, está ahí y frente a la distopía de sus políticas hay una alternativa. Tras la Gran Depresión surgió un abanico amplio de economistas -Michal Kalecki, Joan Robinson, Nicholas Kaldor, Piero Sraffa, John Maynard Keynes…- que destrozaron académicamente a la ortodoxia dominante del momento, y que pudieron cambiar el rumbo de la historia. Por todo ello, ¡ahora es el momento de la TMM!" (Juan Laborda, Vox Populi, 12/03/19)
Los economistas marxistas, aunque no todos, véase Reuten o Bellifiore, siempre han sido reacios a la Teoría Monetaria Moderna. La visión del dinero de Marx presenta aspectos contradictorios. Aducen que la creación bancaria del dinero (dinero endógeno) sólo puede ocurrir porque existe una confianza última en que los depósitos puedan ser transformados en cualquier momento en dinero fiat, esto es, en base monetaria.
Pero la realidad muestra que relación entre el circuito del capital y la creación de dinero bancario que se desprende siguiendo al propio Marx entra en contradicción con la consideración del dinero en cuanto mercancía. La naturaleza de los adelantos que efectúan los capitalistas para la compra del factor trabajo y de medios de producción en el circuito del capital cuadra con la naturaleza del dinero como crédito, y no la del dinero mercancía.
El ‘establishment’ contra la TMM
Pero no ha sido hasta ahora cuando el 'establishment' ha empezado a preocuparse, saliendo en tromba contra la TMM. Para ello han recurrido a toda una pléyade de académicos ortodoxos -Paul Krugman, Lawrence Summers, Oliver Blanchard, Kenneth Rogoff-, que no son otros que aquellos que han dado forma a las propuestas y recetas económicas que se llevan implementado desde finales de los 70.Sí, me refiero a la ortodoxia neoclásica que ha nutrido intelectualmente a esa forma de gobernanza llamada neoliberalismo, y cuyos cuatro pilares básicos hacen aguas, tal como demostramos en su momento a partir de “The Deep Causes of Secular Stagnation and the Rise of Populism”, esa pieza exquisita del genial James Montier, estratega jefe de GMO, y de Philip Pilkington, de la Kingston University.
¿Por qué tanta alarma? Muy sencillo, la TMM empieza a ser la herramienta básica que hay detrás de las propuestas económicas de los políticos en alza en los Estados Unidos. Y esto empieza a ser serio. Me refiero a las propuestas económicas de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez o del senador Bernie Sanders, y que ya dominan el discurso político al otro lado del Atlántico, empezando “a contaminar” de verdad a todo el Partido Demócrata y a la sociedad. ¡Y hasta aquí podíamos llegar!
¿Se imaginan un plan de trabajo garantizado y un New Deal verde? El capital ya tuvo que aguantar bastante con Frank Delano Rooslvelt y Clement Atlee, cuyas recetas sacaron de la Gran Depresión a los Estados Unidos y al Reino Unido, iniciándose el mayor período de prosperidad, reducción de la pobreza y reparto de la riqueza de la historia –sin olvidarnos de la experiencia china del inmenso Den XiaoPing-.
No se puede volver a las andadas, braman los prohombres de la superclase. ¿Qué es eso de que la tasa de paro pueda llegar al 0% y de que los salarios suban? ¡Hasta aquí podríamos llegar, faltaría más! ¡Se nos subirían a las barbas, y el miedo dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria!
Lo más alucinante es que los análisis de aquellos que critican la TMM dejan, digámoslo suavemente, mucho que desear. El enfoque IS-LM presente en casi todos ellos no deja de ser una fantasía infantil tan entrañable como la del ratoncito Pérez o Santa Claus. Pero veamos brevemente quienes acudieron a la fiesta anti-TMM.
Por un lado, Paul Krugman, que aún a fecha de hoy sigue sin entender la naturaleza endógena del dinero, y el papel de la deuda en la Gran Recesión. No podía faltar tampoco Lawrence Summers, sin duda otro invitado con caché, quien en su momento afirmó que Occidente solo podía sobrevivir en base a burbujas, con tipos de interés reales negativos.
Otro que se ha auto-invitado al guateque anti-TMM es quien en mayo de 2008, cuando era el economista jefe del FMI, afirmó que la macroeconomía global estaba en su mejor momento. Me refiero a Oliver Blanchard. Menudo ojo clínico: a los pocos meses, la Gran Recesión. Pero suma y sigue. También se sumó a la fiesta anti-TMM, tras la correspondiente invitación, Kenneth Rogoff, el de los errores de la hoja de cálculo en su artículo “Growth in a Time of Debt”, pelillos a la mar.
¡Ahora es el momento!
Pero en toda fiesta “cool” que se precie se debe invitar a un hombre de Wall Street. Y el sarao anti-TMM no podía ser menos. Me refiero a Laurence Fink, el director ejecutivo de la mayor gestora de fondos del mundo, BlackRock.El mismo que de manera acertada envió una carta abierta a los directores ejecutivos –CEOs- de las principales compañías del planeta criticando la visión cortoplacista de las empresas, que no fomentan la inversión a largo plazo, sino solo la especulativa. Pero ahí seguimos señor Fink, sin que nadie haga nada.
Todos ellos curiosamente usan para atacar a la TMM, dicho de paso de manera excesivamente vulgar, exactamente las mismas críticas que se planteaban contra la QE de Ben Bernanke, es decir, generará hiperinflación y devaluará la divisa. Después de multiplicar por 5 el tamaño del balance de la Reserva Federal (FED), del Banco Central Europeo, o del Banco de Inglaterra, estos economistas siguen buscando la inflación, sin encontrarla. Y mira que buscan y rebuscan debajo de las piedras.
Entiendo el nerviosismo de todos ellos. Tras muchos años de medrar y coquetear con el poder; tras un largo tiempo de ocupar puestos de responsabilidad en organismos multilaterales, gobiernos, universidades, bancos centrales, y empresas; tras haber contribuido todos ellos al desmantelamiento del estado del bienestar, es duro imaginarse que ya hay una enmienda a la totalidad. Aún más duro es asumir que sus modelos son completamente inútiles.
Pero bienvenido sea su salida de tono, en tromba, porque denota que, ahora sí, la huella de Hyman Minsky, de Wyne Godley, está ahí y frente a la distopía de sus políticas hay una alternativa. Tras la Gran Depresión surgió un abanico amplio de economistas -Michal Kalecki, Joan Robinson, Nicholas Kaldor, Piero Sraffa, John Maynard Keynes…- que destrozaron académicamente a la ortodoxia dominante del momento, y que pudieron cambiar el rumbo de la historia. Por todo ello, ¡ahora es el momento de la TMM!" (Juan Laborda, Vox Populi, 12/03/19)
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