"El éxito económico de las democracias liberales en la posguerra no fue
sólo resultado de dar vía libre a los mercados. Además de eso, en
Estados Unidos y los países de Europa los mercados estuvieron enmarcados
en una estructura que permitía a la gente aprovecharlos al máximo.
Esa
estructura se está desintegrando, y el proceso impulsa el ascenso de
líderes populistas de izquierda y derecha. Pero aunque estos plantean
preguntas correctas, rara vez tienen respuestas acertadas. Tal vez sería
mejor que ayudaran a la gente a encontrar sus propias soluciones.
¿Por
qué se está desintegrando esa estructura? En los primeros tiempos de la
posguerra, hubo en Estados Unidos un sistema de educación secundaria
formidable, que preparaba a los estudiantes para trabajar o seguir
estudiando en las mejores universidades del mundo. Cuando ingresaban a
la fuerza laboral, lo hacían con habilidades que les permitían conseguir
buenos empleos.
Además, un crecimiento económico veloz y una relativa
desregulación alentaban a muchos a iniciar empresas propias. La
flexibilidad de las políticas laborales hacía posible que los
trabajadores despedidos encontraran otro trabajo en poco tiempo. Las
recesiones, cuando se producían, eran breves y poco profundas.
El
sistema educativo daba a los estadounidenses un nivel de preparación
“premercado” superior, y abundaban las oportunidades económicas, de modo
que Estados Unidos podía funcionar con relativamente poca protección
social contra la volatilidad de los mercados. La provisión de seguro de
desempleo era reducida, y muchas personas no tenían cobertura de salud,
ni siquiera después de que en los años sesenta se introdujeron planes
con respaldo federal para los ancianos y los más pobres.
El sistema educativo de Europa continental empezó mucho más abajo. En 1950, el varón francés promedio sólo terminaba 4,75 años de escuela
(un nivel similar al de Myanmar en la actualidad), contra ocho en
Estados Unidos. Pero Europa fue reduciendo esa distancia y al mismo
tiempo creó fuertes protecciones laborales y redes de seguridad social.
En cierto sentido, Europa compensaba una preparación “premercado”
inicialmente inferior dando un apoyo más fuerte “post-mercado”. Ambos
sistemas funcionaron bien en las décadas de la posguerra.
Por
desgracia, a principios de los setenta el crecimiento se estancó. Las
democracias capitalistas de Occidente respondieron con una mayor
liberalización en el plano interno y una integración económica más
profunda en el plano internacional. Aunque Estados Unidos puso el acento
en lo primero y Europa continental en lo segundo, los dos sistemas
convergieron hasta cierto punto. En particular, Europa mejoró el apoyo
premercado y desarmó algunas de sus protecciones post‑mercado, que eran
cada vez más insostenibles en una era de crecimiento lento.
Pero
el crecimiento nunca recuperó el ímpetu inicial de la posguerra. Y
luego la revolución tecnológica automatizó muchos empleos bien
remunerados pero rutinarios y facilitó la reubicación de puestos de
trabajo industriales con ingresos medios. Hoy los empleos bien pagos
demandan más habilidades, y por ende, más apoyo premercado.
Lamentablemente,
en Estados Unidos ese apoyo se volvió mucho menos igualitario. En las
comunidades urbanas y suburbanas prósperas, los niños reciben la
formación que necesitan para triunfar, pero en guetos urbanos y áreas
semirrurales en decadencia no es así. Estados Unidos lleva décadas
tratando de resolver sus problemas educativos, pero la creciente
segregación de los ingresos dificulta la tarea.
Las familias
profesionales se van con sus hijos a comunidades prósperas de clase
media alta, pero las demás no pueden seguirlas, porque los altos costos
de vida e inmobiliarios se lo impiden. Las demandas del mercado están
creando una meritocracia, pero de tipo hereditario, en la que los hijos
de familias exitosas tienen más probabilidades de tener éxito ellos
mismos.
Pese
a ser más igualitaria, en Europa también hay un problema creciente de
disparidad educativa, que se da con la llegada de inmigrantes a
comunidades de clase trabajadora de bajo costo. Como en general sus
hijos tienen que adaptarse a la vez a un sistema educativo diferente y a
otro idioma, es casi inevitable que mientras se ponen a la par del
resto necesiten mucha más atención de los maestros y otros miembros del
personal educativo.
Esto, además, afecta el aprendizaje de los
estudiantes que ya estaban, y crea un motivo para que las familias con
movilidad ascendente se vayan.
Un
factor que probablemente agrava la escasez relativa de oportunidades
para los rezagados es el ascenso de “superestrellas” corporativas, que
coincidió con una desaceleración de la creación de startups
y otros emprendimientos en Estados Unidos. Las superestrellas demandan
personal más cualificado. Cuando Amazon prometió crear miles de puestos
de trabajo en la nueva sede que tenía previsto instalar en Queens (Nueva
York), la promesa fue menos atractiva para la comunidad local que lo
que sugerían las cifras publicadas, porque muchos de esos puestos de
trabajo de calidad estarían fuera del alcance de la mayoría de los
residentes. Políticos progresistas del Partido Demócrata se movilizaron
contra Amazon, y la empresa archivó el plan.
En
respuesta al deterioro del apoyo premercado para su electorado natural,
el populismo de izquierda reclama agregados a la red de seguridad, por
ejemplo cobertura sanitaria universal (en Estados Unidos), trabajo
garantizado y diversas formas de ingreso básico universal. Pero la
derecha populista rechaza esas propuestas porque harán menos sostenible
la red de seguridad ya provista a la mayoría nativa.
La
respuesta de los populistas de derecha a la decadencia de las
comunidades es culpar a inmigrantes y otras minorías y al comercio
internacional. Es verdad que impedir la inmigración puede en un primer
momento reducir la presión sobre escuelas y servicios en las comunidades
de clase trabajadora. Pero en el largo plazo, las privará de la
juventud, la energía y las perspectivas de revitalización que los
inmigrantes traen consigo. Y aunque la izquierda populista defiende la
inmigración como algo esencial para sostener nuevos programas de
bienestar social, tiende a coincidir con la derecha en el proteccionismo
comercial.
Lamentablemente,
con sus políticas de “empobrecer al vecino”, el proteccionismo sólo
logrará que todo el mundo sea más pobre. Las comunidades en decadencia
necesitan con urgencia otras formas de atraer nuevas actividades
económicas, y una mejor preparación de sus ciudadanos para responder a
la globalización y al cambio tecnológico.
En
general, las capitales nacionales están demasiado alejadas de los
problemas locales, y demasiado paralizadas por luchas internas para
tomar la delantera. Por eso se necesitan soluciones de nivel local,
implementadas con el conocimiento y la participación de las comunidades,
que los gobiernos nacionales deben apoyar con financiación y una ligera
supervisión allí donde sea necesario.
Si
estas soluciones pueden mejorar la preparación premercado de los
habitantes de comunidades en problemas, ya no será tan necesario
extender la red de seguridad post‑mercado, y también será menos costoso.
¿No tendría sentido que en vez de las grandes políticas centralizadas
del populismo de izquierda y de derecha confiáramos más en las
comunidades locales? Esa sí que sería una idea populista." (
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