"En las sociedades avanzadas, casi todo el mundo se considera de clase
media, y auto-catalogarse como de otra clase significa muchas veces que
gran parte de nuestro entorno vaya a mirarnos con cierto recelo, bien
sea porque nos vean como envidiable y económicamente privilegiados, bien
sea porque lamentablemente nos denostan por lo contrario. Ser de clase media tiene mucho sex-appeal socialmente.
Pero la realidad va mucho más allá de simplemente buscar la
aceptación social. En diversas encuestas y estadísticas que se contestan
de manera anónima, efectivamente, el grueso de la población también
confiesa considerarse a sí mismo de clase media.
Y no es por nada, pero
la clase media presenta una flagrante diferencia entre los que
efectivamente tienen unos ingresos acordes a dicha clase, y los que se
auto-califican de clase media sin realmente parecer que lo sean. ¿A qué se debe esta diferencia? ¿Qué quiere decir socioeconómicamente y qué implicaciones tiene? Pues muchas y muy importantes, como podrán ver.
El hecho es que, en principio, no debería ser mala noticia que los
ciudadanos en general se consideren a sí mismos como que son de clase
media. Aunque sólo sea por su convencimiento y por la lógica búsqueda de
estabilidad y progreso para dicha clase, ello redunda en sostenibilidad
para el sistema: dar estabilidad a la clase media hace que el sistema sea sostenible en los plazos más largos.
Lamentablemente, una cosa es lo que la gente vota que su
socioeconomía necesita, y otra muy distinta cómo la realidad
socioeconómica va evolucionando elecciones tras elecciones. Saben que,
desde estas líneas, una de nuestras principales inquietudes
socioeconómicas pasa por fomentar y preservar a esa valiosa clase media, que consideramos la joya de la corona de toda sociedad avanzada
(que además pretenda seguir siéndolo).
Pero lo cierto es que, lejos de
que estemos asistiendo a un renacer de la clase media, especialmente
tras la terrible Gran Recesión de hace más de una década, las condiciones socioeconómicas de esa esencial clase media están ciertamente estancadas, e incluso hasta en claro retroceso.
Y aun así, a pesar de que esta clase no tenga todo el glamour
socioeconómico de otros tiempos, aunque la realidad de la evolución de
nuestros sistemas socioeconómicos le castigue en vez de protegerla, a
pesar de que la creciente dicotomía entre ricos y pobres amenace con
seguir haciendo que retroceda, a pesar de todo, la inmensa mayoría de la población se sigue considerando a sí misma de clase media. ¿Dónde está aquí el truco?
Hace unas semanas, El Confidencial publicó un interesante artículo que exponía datos sobre esa auto-percepción como de clase media de gran parte de la sociedad.
Y esta anomalía estadístico-psicológica no es sólo un hecho local de
España: ocurre en otros países como en el mismo EEUU, donde un 70% de la
población también se considera a sí misma de esa sexy clase media.
Psicológicamente resulta más comprensible que ciudadanos con
capacidad económica reducida traten de obviar su situación, y se
convenzan a sí mismos de que son de una clase media cuyo modo de vida en
realidad no se pueden permitir.
De hecho, especialmente desde las
penurias que trajo la Gran Recesión (y que aún se sienten a día de hoy),
este auto-convencimiento de los menos favorecidos es algo que ocurre a
nivel macroeconómico, donde incluso la inmensa mayoría de los
trabajadores que no llegan ni de lejos a ser mileuristas también afirman
considerarse a sí mismos de clase media.
No es para nada de
extrañar que ocurra esto en una sociedad que errónea y mayoritariamente
mide el éxito de un individuo exclusivamente por su capacidad económica.
¡Como si no hubiese otras fuentes de éxito personal igual o más
importantes!
Pero algo todavía más complejo de entender socioeconómicamente es el porqué de que gente con salarios de cientos de miles de Euros
afirme sin tapujos que ellos también son de clase media, y además lo
hagan plenamente convencidos. Dada la divergencia de la realidad con la
teoría, lo que procede plantearse es: ¿Pero qué demonios significa “ser
de clase media”?
Una de las claves de las anomalías socioeconómicas del tema de hoy se
basa precisamente en eso: la gente no está diferenciando bien entre dos conceptos radicalmente diferentes: la clase media, y la clase trabajadora.
Llegados a este punto, y como otra muestra de mi habitual
transparencia, debo confesarles que, al leer el artículo anterior de El
Confidencial que ha dado origen a estas líneas, un servidor fue leyendo
el acertado desarrollo de su autor e iba reconociendo sin apenas reparos
las conclusiones como evidentemente ciertas (y planteándome nuevas
cuestiones adicionales e interesantes a desarrollar en este análisis).
Pero uno de mis mejores amigos fue más rápido que yo, y apenas
habiéndole introducido brevemente al tema del artículo que yo ya había
leído, ya concluyó lo mismo que su autor y adicionalmente sentenció: "Lo
que ocurre es que casi todos somos clase trabajadora: necesitamos el
trabajo para vivir, independientemente de los ingresos de cada uno".
Por algo otro buen amigo común lo llama cariñosamente “Sentencia”: casi
siempre hace (merecido) honor a su mote. Efectivamente, hoy en día casi
todos somos clase trabajadora, y vivimos mayormente encadenados a
nuestros gastos. (...)
Muy a menudo oímos en econometría y en boca de todo tipo de estancias
económicas cómo se habla de estadísticas mayormente en términos de
medias. Pues bien, las medias son tremendamente engañosas. Una media es
la media aritmética entre lo que puede ser una renta muy elevada de
clase alta, y una renta ínfima de clase desfavorecida: a pesar de las
divergencias, la media puede aparentar un valor medio sostenible.
Efectivamente, yendo al terreno macroeconómico, y proyectando la inercia
del deterioro de la situación socioeconómica de la clase media al
extremo, no sería en absoluto imposible un escenario con una clase media que acabe existiendo sólo sobre el papel de una estadística, y que en realidad no exista en un mundo dicotómicamente polarizado entre ricos y pobres.
Así, esas engañosas medias, aunque tienen su parte de valor
econométrico, deben ser ineludiblemente acompañadas de las medianas.
Estas medianas son el valor de la serie estadística por encima del cual
hay tantos individuos como por debajo.
Efectivamente, si la renta media
de un país polarizado socioeconómicamente tiene un valor elevado, la
mediana mostrará cómo en realidad esa media es engañosa, al ser la
mediana muy baja porque la mayor parte de los individuos están en
valores muy bajos.
A partir de ahora, presten menos atención a las
medias, y más a las medianas. ¿A que no oyen casi nunca que los
políticos nos hablen de ellas? Pues eso. Es que las medianas son
la medida irrefutable de la amplitud del progreso socioeconómico de un
país, y el “algodón que no engaña” que revela si la clase media progresa
de verdad, o si por el contrario sólo es una entelequia matemático-aritmética.
Y para finalizar, aún hay alguna conclusión más que resulta muy
interesante, y apuntaba a ella ya al principio del artículo. Lo
realmente relevante de que la inmensa mayoría de la sociedad se
considere de clase media es que, efectivamente, va a votar con
mentalidad de clase media.
Y con ese amplio y rentable espectro
sociológico, no es de extrañar que esas mágicas palabras de “clase
media” sean a las que todos los políticos le hacen estratégicos guiños
tele-dirigidos en las siempre prometedoras campañas electorales.
Lamentablemente, una vez hecho el recuento de las urnas, y al pasar del
“modo promesa” al “modo acción”, luego es esa pagana clase media la que acaba cargando con buena parte de la siempre pesada losa fiscal. (...)" (DerBlaueMond , El blog salmón, 28/05/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario