"Hace una década, decir que Internet como red libre estaba
para tirar a la basura y empezar de cero con otra era considerado una
postura radical. Hoy es lo que propone uno de sus padres, Tim
Bernes-Lee, el ingeniero que inventó del concepto de la World Wide Web. A
través de la fundación que dirige está buscando apoyos para
desarrollar una red
descentralizada y que impida por concepto que los gobiernos y las
grandes empresas vuelvan a cerrarla, como han hecho con la actual. Internet no es neutral y nunca lo ha sido, pero está yendo a peor.
Que
EEUU haya decidido determinar a la población mundial sobre qué
dispositivos comprar, bloqueando que haya software o componentes
estadounidenses en los dispositivos que fabriquen la empresas chinas
Huawei o ZTE es el último ejemplo. Pero hay muchos más, mirando arriba,
abajo y a los lados.
No hay ninguna autoridad pública que gobierne los asuntos
de Internet. Esta circunstancia, considerada positiva por los expertos
como un plus en sus primeros años, está en cuestión tras escándalos como
el de Facebook y Cambridge Analytica.
No hay nadie que ponga reglas, pero eso implica que tampoco hay nadie
encargado de que proteger la red como un espacio neutral.
Otros
aspectos están gobernados de forma estrictamente privada.
Es el caso de
la asignación de nombres de dominio, como los ".com" o ".es", sobre los
que decide el ICANN, una institución privada aunque sin propósito de
lucro radicada en California. Puede parecer que su labor no es demasiado
trascendental, hasta que se topa con un debate con aristas, como sobre
el que se ha posicionado esta semana: ¿el dominio ".amazon" debe ser de Amazon o de los países de la cuenca del Amazonas?
Un conflicto de siete años que el ICANN ha resuelto este
jueves a favor de la multinacional. Esta solicitó primero la gestión del
".amazon", cuando la organización anunció que permitiría un mayor grado
de personalización de los dominios. Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador,
Guyana, Perú, Surinam y Venezuela solicitaron una "gobernanza
compartida": argumentan que no pretenden impedir que Amazon pueda
utilizar "kindle.amazon" o "ebooks.amazon" como desee, pero no querían
depender de la buena voluntad de la multinacional para otros como
"tourism.amazon". Ahora tendrán 90 días para presentar alegaciones al
ICANN que, si no son aceptadas, supondrán el punto final de sus
aspiraciones a decidir sobre ".amazon".
"En realidad,
si te pones a buscar en la materialidad sobre la que se asienta
Internet, en sus infraestructuras físicas, en qué zonas geográficas, y
te das cuenta de que en realidad la red lleva privatizada casi desde su
surgimiento", recuerda en conversación con este medio Enric Luján,
profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona.
"Ves que la
gran mayoría de cables de Internet los controlan megacorporaciones
internacionales, que los intercambiadores de paquetes y todos los
centros logísticos están en manos privadas. Al final, quien controla la
infraestructura tiene un control muy alto sobre qué se mueve por ella,
cuándo y a qué velocidad".
"La decisión de Trump de vetar a Huawei, más que ser un game breaker,
lo que hace es confirmar la tendencia de segmentación que Internet ha
tenido desde el principio. Ahora perdemos también la libertad de escoger
una u otra marca. Se te restringe el acceso a Internet incluso como
usuario, como cliente, desde determinados soportes, solo porque sobre
ese soporte hay un boicot activo y descarado para beneficiar a unas
marcas por delante de otras", continúa Luján, experto en la relación
entre filosofía y tecnología y coautor del libro Resistencia digital.
El
Gobierno estadounidense escudó su veto a Huawei en motivos de
"seguridad nacional", acusándola de espionaje. EEUU no ha ofrecido
pruebas de ello, mientras que las investigaciones que se han abierto en
otros países tampoco han hallado evidencias. Varias fuentes de empresas
del sector digital español con presencia en toda Europa confesaron a
eldiario.es que detrás del veto ven motivos económicos,
ya que esta empresa es puntera en el desarrollo de la tecnología 5G,
clave en el proceso de robotización de la sociedad y el futuro de
proyectos como el del coche autónomo, y está en negociación con varios
gobiernos europeos para suministrarles su tecnología.
Fronteras y privatización cada vez más visibles
La cuestión de la soberanía digital ha vuelto con fuerza al debate público europeo a raíz del recorte de libertades que un gobierno tercero ha impuesto al resto del mundo a la hora de elegir la marca del dispositivo que desea comprar. Pero en los países de fuera de la órbita de EEUU como China o Rusia. Estos países sospecharon desde el principio de la neutralidad de la red estadounidense y de las empresas estadounidenses que le daban forma. Las primeras vetadas fueron las empresas de redes sociales y Google. Tienen compañías que dan servicios paralelos, pero nacionales y bajo la vigilancia de sus gobiernos.
Los chinos viven directamente en su propio ciberecosistema vallado:
su buscador censurado Baidu es el más usado del mundo. Apenas usan
productos de Google. En el otro extremo, las cifras de venta de Huawei
en EEUU son muy pequeñas, lo que deja a Europa como uno de los
territorios más afectados por el veto de Trump.
"Hay
varios estados, sobre todo los grandes países más autoritarios, que
tienen su propio control de Internet, no cerrado del todo, pero sí muy
controlado. Está China, Rusia o la India, pero hay otros", explica
Andrés Ortega Klein, investigador del Real Instituto Elcano y director
del Observatorio de las ideas. "La guerra comercial se está dando
también por la preeminencia tecnológica. No solo por imponer tecnología
propia a los demás países, sino por el control: Internet es también en
un instrumento de control tanto de las poblaciones propias como del
resto de países".
El experto recuerda en este punto las publicaciones de
Edward Snowden, que demostraron que los servicios de inteligencia tenían
túneles para espiar básicamente a todo el mundo, desde Angela Merkel a
los técnicos brasileños que analizaban una de las mayores bolsas de
petróleo del mundo que fue encontrada frente a su costa y por el que
estaban pujando las petroleras estadounidenses.
"El
resto de países se han dado cuenta de esto y los que pueden, quieren
tener su propia
infraestructura. Esto está fragmentado Internet en
varias redes, cada vez más separadas", detalla el experto: "Además en
poco tiempo puede venir una fragmentación superior, que son los Internet
de diversa calidad", alude Ortega Klein en referencia a la intención de
la administración Trump de romper la neutralidad que todavía existe
entre los contenidos que circulan por la red y permitir a las operadoras
priorizar unos sobre otros. Los que más paguen, concretamente.
Independízate si puedes
En el verano de 2013 acababa de estallar el escándalo de espionaje revelado por Snowden los europeos interrogaron a la UE por los motivos por los que la directiva de privacidad que debía protegerles de desmanes como aquel estuviera tan sumamente anticuada. Databa de 1995, antes siquiera de la expansión de Internet.
La entonces
vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de la cartera de
Justicia, Viviane Reding, dio una pista sobre el por qué de semejante
retraso: "Nunca había visto un lobby tan potente", declaró, señalando al
Gobierno estadounidense y sus multinacionales digitales. Explicó que en
ese momento en Bruselas había más lobbistas tratando de dificultar que
la nueva norma saliera adelante que burócratas comunitarios trabajando
en ella: "[Las compañías norteamericanas] han presionado para que no se
les aplicasen los estándares comunitarios. Y el Gobierno estadounidense
ha ejercido presión, lo mismo que esas compañías".
"Los estadounidenses han entendido antes que los europeos
la importancia de este dossier. Por eso intentan pararlo, porque
suponía que no podrían actuar más como hasta ahora. Es un juego de poder. Y los estadounidenses lo han entendido", denunció Redding, del PP europeo.
El
Reglamento General de Protección de Datos europeo seguiría retrasándose
mucho más. Terminó entrando en vigor un lustro después, el 25 de mayo
de 2018. Las autoridades comunitarias lo festejaron como una vía para
poner a Europa en el mapa digital. No se independizaría del imperialismo
digital estadounidense, pero al menos impondría los estándares más
altos en cuanto a protección de derechos individuales en el entorno
digital.
Una de sus medidas más publicitadas fue la
posibilidad de multar a cualquier compañía que se lo saltara con un 4%
de su facturación mundial anual. Un año después se su entrada en vigor
esas grandes sanciones aún están por llegar." (Carlos del Castillo, eldiario.es, 23/05/19)
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