"Aunque cada vez es más evidente el desastroso impacto del
plástico en el planeta, falta mucho por saber sobre la contaminación de
este material dentro de los propios humanos. De forma reciente, dos
estudios científicos han tratado de estimar cuánto plástico entra hoy en
día en nuestro organismo.
Uno de ellos, elaborado por la Universidad de Newcastle (Australia) para la organización ecologista WWF, llega a calcular que una persona ingiere de media aproximadamente cinco gramos de microplásticos a la semana, cantidad que compara con una tarjeta de crédito. ¿Qué supone realmente esto para la salud de las personas?
"Ojalá todo lo malo fuese comer tanto plástico como una tarjeta de crédito, pues eso se expulsa en las heces", señala Nicolás Olea,
investigador y catedrático de Radiología y Medicina Física de la
Universidad de Granada, que lleva más de 30 años estudiando el efecto en
la salud de determinados compuestos del plástico. "Lo importante es el
tamaño de la partícula, pues si tiene un tamaño mínimo, puede
interaccionar con algún sistema orgánico".
El segundo de los trabajos, realizado por la Universidad de Victoria (Canadá) y publicado en Environmental, Science and Tecnnology, estima el consumo de plástico humano en Norteamérica en un rango que va de 39.000 a 52.000 partículas anuales,
dependiendo de la edad y el sexo. Esta es solo una aproximación, pues
se basa en estudios anteriores de algunos alimentos (como marisco,
pescado, sal, azúcar, miel…) que cubren apenas el 15% de la ingesta
calórica habitual.
Lo llamativo de esta investigación es que la cantidad
de plástico que se estima que llega al interior del organismo aumenta a 74.000-121.000 partículas si se consideran las que pueden ser inhaladas y se añaden 90.000 partículas adicionales si se bebe normalmente agua embotellada en plástico.
"No se sabe qué toxicidad tienen estas partículas", recalca Olea, que explica que en este caso se está hablando de plásticos de unas 130 micras
(0,13 milímetros), más grandes que una célula humana. "Son tres veces
el tamaño de una célula y nadie sabe ni su comportamiento intestinal, ni
qué pasa cuando las bebes. Se sabe muy poco.
Hay una sospecha de que
las partículas al ser plásticas e hidrofóbicas –no se disuelven en agua–
están sirviendo para atrapar otros contaminantes ambientales. Y hay
varios trabajos describiendo que las partículas lo mismo están
acumulando PCB, hidrocarburos aromáticos policíclicos u otras moléculas
de pequeño tamaño".
Si estas partículas tienen un tamaño de unas 130 micras, habría que distinguir por encima los microplásticos, en este caso pedazos milimétricos, y por debajo, menores que las partículas, los nanoplásticos.
"Las nanopartículas son más pequeñas y probablemente sean fagocitadas
por las células intestinales, pues ya son partículas más pequeñas que el
tamaño de una célula”, comenta el investigador de Granada, que incide
de nuevo en que no se sabe qué impacto tienen en el cuerpo.
Paradójicamente,
este especialista llama la atención sobre trozos de plástico todavía
más pequeños de los que sí se ha demostrado que impactan negativamente
en el cuerpo humano y no son partículas, ni nanoplásticos, sino monómeros.
Los plásticos están formados por moléculas gigantes que se crean por
reacciones en las que se unen muchas unidades de otras moléculas
pequeñas, los monómeros.
"Hay muchísima atención de
pronto sobre los plásticos, de los que sabemos muy poco, pero nadie
habla de los monómeros del plástico, de los que sabemos mucho", subraya
Olea. "Se trata del bisfenol A, los ftalatos… Su toxicología es bien
conocida. Muchos de esos monómeros son disruptores endocrinos, es decir,
están hackeando la señal de las hormonas.
El estradiol, una hormona
femenina, tiene un peso molecular de 250, es una molécula muy pequeña
que viaja en sangre unida a proteínas y que tiene un receptor nuclear y
da un mensaje dentro del organismo, el de las hormonas sexuales
femeninas. El bisfenol A es un monómero del plástico que tiene un peso
molecular de 200 y que es casi idéntico de tamaño, por eso hackean las
señales internas de los receptores nucleares".
"Sabemos
que todos los niños españoles mean plástico, pero no micropartículas,
ni nanopartículas, lo que mean son monómeros de plásticos", destaca el
investigador, que explica que las partículas de plástico no pueden
llegar a la orina porque son demasiado grandes para ser filtradas por el
riñón.
"Cuánto más pequeño peor. Si el plástico es
del tamaño de una célula, probablemente pase por el intestino y se
elimine en las heces.
Pero si es subcelular entonces puede incorporarse
en la absorción intestinal y entre a formar parte de nuestro
metabolismo. Probablemente, como sustancias inertes, pero bueno, no
sabemos nada de ellas. Las nanopartículas podrían tener una toxicidad
debido a su pequeño tamaño y su interacción con las células intestinales
o con las células epiteliales pulmonares", afirma el investigador.
Como
destaca Olea, sorprende en el estudio de la Universidad de Victoria que
la mayor fuente de exposición al plástico considerada sea en la
inhalación, respirándolo. "Al tratarse de partículas de muy pequeño peso
están como contaminantes en el polvo, en el aire, formando parte de las
partículas de la contaminación del aire, las PM2,5 y las PM10", señala el investigador." (Clemente Álvarez, eldiario.es, 28/06/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario