"Un ordenador cuántico
puede funcionar mejor que un supercomputador convencional. Esta frase,
tan sencilla de escribir, es una proeza que ha llevado décadas de
trabajo y contribuciones de docenas de investigadores. La comunidad
científica intuía que se podía alcanzar, pero nadie había cruzado esa
frontera.
El pionero que planeó el camino es un informático cuántico
español de Google, Sergio
Boixo: “Estamos explorando nuevas fronteras científicas donde nunca
hemos hecho experimentos antes, nos sentimos pioneros”, dice en
conversación con EL PAÍS desde Mountain View (California).
La computación cuántica ha vivido una de las semanas más movidas de su historia. El equipo de Google ha anunciado oficialmente que ha logrado la supremacía cuántica:
conseguir que un ordenador cuántico haga en unos minutos algo que a un
superordenador convencional le llevaría miles de años. Su gran
competidor comercial, IBM, ha puesto en duda la magnitud del hallazgo,
pero en la comunidad científica hay pocas dudas
de que el paso es un hito indudable en ese campo. “El logro científico
es enorme si se mantiene, y creo que lo hará”, dijo Scott Aaronson,
científico de computación de la Universidad de Texas, en un artículo en Nature.
“Diseñé la parte teórica del experimento”, explica Boixo. “Empezamos a
trabajar hace unos cuatro años. Queríamos demostrar que un ordenador
cuántico fundamental puede ser más rápido que los mayores
superordenadores del mundo”. Ningún humano había hecho antes algo así.
Es como mirar el futuro desde un lugar donde todo lo que hay delante es
oscuridad. Boixo llevaba la linterna para encontrar el camino: “Tienes
que diseñar una medida para comprobar que el ordenador cuántico funciona
bien. Es difícil cuando estás construyendo ordenadores cuánticos cada
vez más potentes para hacer algo que no se ha hecho nunca”, añade.
Cuando alguien está en la frontera de lo conocido, por definición no
sabe qué hay más allá. Puede de hecho haber “sorpresas fundamentales”,
una pared impenetrable puesta ahí por la naturaleza: “Según todas las
teorías que conocemos y los desarrollos de los pioneros de la
computación cuántica, no conocíamos ningún obstáculo. No obstante, a
medida que avanzas en los experimentos y aplicas teorías científicas
donde nunca se han aplicado siempre existe la posibilidad de que haya
una sorpresa fundamental”.
Un día, de hecho, sintieron que algo así podía estar ocurriendo.
"Cuando empezábamos a recoger datos y queríamos ver una curva predicha
por la teoría, de repente los datos experimentales empezaron a bajar y
en aquel momento una de las opciones que pensamos es que quizá el
experimento no funcionaba. En el peor de los casos nos encontramos nueva
física, pensamos. Pero lo decíamos un poco en broma, en realidad
estábamos preocupados por si no salía", explica.
La magnitud de los experimentos que manejaba el equipo de Boixo es un
salto extraordinario respecto a labores previas: "Los experimentos
anteriores han demostrado que la computación cuántica funciona con una
complejidad de mil estados y en este experimento hemos explorado una
dimensión de 10 billones de estados. Hemos movido el orden de
complejidad por un factor de 10.000 millones y debe comprobarse
experimentalmente".
Boixo, cuyo título oficial es jefe científico de teoría de
computación cuántica, era el jefe de los programadores del ordenador de
Google, pero el aparato en sí estaba en Santa Barbara. Boixo había
creado las "instrucciones", pero el "vehículo" experimental que le
permitía avanzar lo había hecho otro equipo de Google.
Boixo llegó a Google en 2013 y fue solo el segundo o tercer miembro
del equipo de computación cuántica, que tiene la sede en Los Ángeles. La
unidad era teórica pero, siendo Google, en seguida pensaron que había
que ponerlo en práctica. Ahí es cuando ficharon al equipo de John
Martinis en Santa Barbara, porque "tenían qubits con muy buena calidad".
Los qubits (quantum bits) son la unidad que mide la capacidad de un
ordenador cuántico.
El viaje de Boixo hasta la cima cuántica empezó en León en 1973. En
su familia había tradición: su padre, Ignacio, se encarga de
sensibilizar a la plantilla del Banco de España sobre la importancia de
la ciberseguridad; su abuelo fue un veterinario pionero en León; su
abuela era una apasionada de la química, y su tío trabaja en un centro
de investigación en León. Él también empezó pronto: “Recuerdo leer
libros científicos de divulgación de Isaac Asimov cuando tenía 12 o 13
años. A medida que iba creciendo iba leyendo cosas cada vez más
técnicas”, explica.
“Siempre he tenido la vocación, pero todo en esta vida requiere
esfuerzo”, añade. Una compañera de la facultad evoca la mochila de
Sergio. Siempre iba con libros científicos encima, aún hoy. Su padre
recuerda decirle en un viaje a un festival étnico en Cáceres: “Sergio,
no sé como puedes seguir estudiando en estas condiciones. Son las dos de
la mañana, tienes solo una luz que alumbra menos que un mechero y esto
es una discoteca”.
Para qué sirve un ordenador cuántico
Cuando Boixo empezó a principios de siglo en la computación cuántica
no estaba convencido de que vería un ordenador de ese tipo en su
carrera: “Seguro que no pensaba que en 2019 íbamos a ser capaces de
estar sobrepasando las capacidades de los superordenadores más grandes.
Ha avanzado más rápido de lo que esperaba”, dice. El experimento de
Boixo ha logrado que un ordenador cuántico haga un cálculo concreto sin
errores.
“Siempre he creído que los ordenadores cuánticos van a ser una realidad y van a tener un gran impacto. Y lo he pensado porque unen las dos revoluciones tecnológicas más importantes de la segunda mitad del siglo XX: la computación y la tecnología cuántica”, dice. Los beneficios que han traído los ordenadores son obvios, pero sin principios basados en física cuántica tampoco tendríamos semiconductores, láseres o pantallas planas.
Cuando los ordenadores cuánticos sean programables y funcionen a pleno rendimiento, su capacidad será difícil de imaginar hoy. Boixo espera una segunda revolución industrial de mayor eficiencia energética que ayude a combatir el calentamiento global: “Habrá 8.000 o 9.000 millones de personas en el mundo y con las tecnologías que tenemos ahora no todos podemos disfrutar de un estilo de vida occidental. Con computación cuántica creemos que a largo plazo se pueden simular procesos químicos, físicos.
El calentamiento global es un problema de energía y la energía es física y química. Ahora estamos un poco ciegos porque hay cálculos que no podemos hacer con la computación clásica”, explica Boixo. La computación cuántica puede permitir crear mejores baterías, materiales más ligeros que gasten, por tanto, menos energía.
“Siempre he creído que los ordenadores cuánticos van a ser una realidad y van a tener un gran impacto. Y lo he pensado porque unen las dos revoluciones tecnológicas más importantes de la segunda mitad del siglo XX: la computación y la tecnología cuántica”, dice. Los beneficios que han traído los ordenadores son obvios, pero sin principios basados en física cuántica tampoco tendríamos semiconductores, láseres o pantallas planas.
Cuando los ordenadores cuánticos sean programables y funcionen a pleno rendimiento, su capacidad será difícil de imaginar hoy. Boixo espera una segunda revolución industrial de mayor eficiencia energética que ayude a combatir el calentamiento global: “Habrá 8.000 o 9.000 millones de personas en el mundo y con las tecnologías que tenemos ahora no todos podemos disfrutar de un estilo de vida occidental. Con computación cuántica creemos que a largo plazo se pueden simular procesos químicos, físicos.
El calentamiento global es un problema de energía y la energía es física y química. Ahora estamos un poco ciegos porque hay cálculos que no podemos hacer con la computación clásica”, explica Boixo. La computación cuántica puede permitir crear mejores baterías, materiales más ligeros que gasten, por tanto, menos energía.
Número uno en ingeniería
Esa mentalidad le llevó a ser el número uno de la primera promoción
de Ingeniería Informática de la Complutense en 1996. Su compañera le
recuerda leyendo el periódico en clase. Boixo se explica: “Siempre me ha
gustado estudiar por mi cuenta. Muchas veces llegaba a clase y ya había
leído el libro que tocaba u otro parecido y a veces estaba en el fondo
de clase, prestaba atención pero podía tener un periódico delante porque
repasaban algo que ya había leído”, dice.
Su faceta vocacional no le cerró el paso al deporte o a las locuras
de la juventud. Una vez en pocas semanas cambió de color de pelo y barba
tres veces: de amarillo pollo a azul y luego, morado. “De tanto cambio
se me cayó el pelo de la barba”, recuerda. Mientras estudiaba
informática, se licenció en Filosofía y Matemáticas por la UNED. Antes
de volver a la investigación, pasó por la empresa privada e
instituciones públicas porque quería ahorrar antes de empezar el
doctorado. “Estuve en el Banco Central Europeo de prácticas. Me
ofrecieron un trabajo estupendo, pero yo quería perseguir inquietudes
más científicas. Si me quedaba, esa iba a ser mi trayectoria
profesional”, dice.
Antes de empezar su doctorado en la Universitat Autònoma de
Bellaterra (Barcelona), Boixo vivió cerca de un año en Egipto. Quería
vivir en otras culturas antes de casarse. Durante la conversación
destaca el apoyo que recibido de su mujer durante los difíciles inicios
de su carrera académica, con quien tiene tres hijos. Pero Boixo insiste
también en recordar el papel de otros investigadores cuánticos
españoles: Darío Gil, hoy su competidor en IBM; Ignacio Cirac, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, o Diego Porras y Juanjo García Ripoll, del CSIC.
En Barcelona, aprendió física cuántica con el profesor Albert Bramon:
“Me enseñó en verano, en su tiempo libre. Me dijo que me leyera un
libro y fuera a verle por las tardes”, dice. Al año, le dieron una beca
de La Caixa y en 2004 viajó a Estados Unidos para no volver. Fue al
California Institute of Technology con John Preskill, que fue quien
acuñó el concepto de supremacía cuántica. Después de un año en Harvard,
recaló en la Universidad de Southern California, donde trabajó con una
máquina considerada el primer procesador cuántico comercial. “Yo fui el
primer programador cuántico que contrataron para trabajar con un
procesador así”, recuerda. Y así continúa, siendo un pionero.
Por qué estudió filosofía
Boixo estudió filosofía para saber en qué especializarse cuando
acabara ingeniería informática: “Me gustaban la ciencia, la informática y
la ingeniería. La computación cuántica, que aúna todo eso, e incluso la
filosofía, aún no existía. Pensé que estudiar filosofía me ayudaría a
decidir en qué especializarme, y también a entender mejor el mundo
actual”, explica.
Para alguien como Boixo que trabaja en la frontera del conocimiento, no le ha ido mal el bagaje en filosofía. La física cuántica también tiene sus interpretaciones, según explica: “Como informático cuántico, la filosofía informa la forma en la que interpreto la física cuántica. Aún hay un debate abierto sobre los postulados de la física cuántica, el problema de la medida, y el papel del observador. En filosofía ese debate existe desde el siglo XVIII, y mi interpretación de la física cuántica es más bien kantiana”. (Jordi Pérez Colomé, El País, 27/10/19)
Para alguien como Boixo que trabaja en la frontera del conocimiento, no le ha ido mal el bagaje en filosofía. La física cuántica también tiene sus interpretaciones, según explica: “Como informático cuántico, la filosofía informa la forma en la que interpreto la física cuántica. Aún hay un debate abierto sobre los postulados de la física cuántica, el problema de la medida, y el papel del observador. En filosofía ese debate existe desde el siglo XVIII, y mi interpretación de la física cuántica es más bien kantiana”. (Jordi Pérez Colomé, El País, 27/10/19)
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