"(...) P. China es la gran potencia emergente y su papel será
crucial en los próximos años. Su crecimiento ha sido enorme, y entre los
factores que lo han provocado están, y en lugar principal, la
insensatez occidental, que trasladó allí su producción para que sus
empresas tuvieran beneficios mucho mayores, pero al hacerlo dio acceso a
China a muchísimos recursos.
China no imitó las formas de hacer
occidentales, sino que recogió todo lo que había sido expulsado de
nuestro sistema productivo, centralización, planificación, trabajo a
largo plazo, reparto del bienestar. Si China ha crecido ha sido por un
error grave de las democracias liberales. Ahora Trump
quiere frenar a China, pero otros dirigentes occidentales creen que se
debe mantener una actitud amistosa.
R. En esto los
liberales han cambiado. El liberalismo se basa en gran medida en la
antigua teoría de la modernización según la cual el desarrollo económico
produce una demanda de más libertad: una vez que las sociedades cuentan
con una clase media robusta y numerosa, van a exigir más derechos. Por
eso se apoyaba a China, porque esperábamos que ese movimiento interno se
produjese, pero nos hemos dado cuenta de que no hay una relación
directa entre ambas cosas. Hay muchos aspectos que no tomamos en
consideración, como la tradición cultural o el tamaño del país.
Por
ejemplo, si comparas a los soviéticos con los chinos, había élites
soviéticas que pensaban que el sistema no funcionaba, pero sí tenían una
idea acerca de lo que debía preservarse del comunismo. Gorbachov creía que lo bueno de su sistema eran las ideas socialistas y que lo malo era el monopolio del partido comunista. Los chinos creen justo lo opuesto, lo bueno del comunismo es el poder del partido comunista, porque es eficaz, pero se utilizó para cosas equivocadas.
De modo que Occidente tiene que afrontar un problema con China. Por
una parte, no sabemos durante cuánto tiempo se va a mantener el éxito de
su economía y no sabemos cómo va a reaccionar su poder político chino
cuando ese crecimiento deje de producirse, y somos conscientes de que
China tiene un problema demográfico, que proviene de la política de hijo
único. Pero, por otra parte, estamos viendo cómo el gobierno chino
utiliza con mucho éxito su tecnología de vigilancia como medio de
controlar a la sociedad.
Un gran experto en China me contaba algo
fascinante acerca del control social y de las ‘social cards’: aseguraba
que eso no les hacía infelices. Lo más amenazante cuando vives en un
sistema autoritario es que te castiguen por algo que no has hecho y este
sistema introduce pruebas. Y, en segundo lugar, este sistema de
puntos es muy similar a la experiencia de un niño con un videojuego, se
te castiga o se te dan premios en función de lo que hagas. Está pensado para una generación determinada.
En todo caso, en EEUU ya no hay líderes políticos que defiendan que hay que encajar a China en el orden liberal.
He pasado bastante tiempo durante el último año en EEUU y he visto un
cambio similar al acontecido respecto de la Unión Soviética en el
periodo 1947-1948. Hasta esa fecha, había distintas opiniones respecto
de cómo actuar con ellos, y de repente todo cambió: se convirtieron en
el enemigo. Ocurre lo mismo con China, también porque ha cambiado el
punto de vista de las empresas americanas, sobre todo las de Silicon
Valley. China ha perdido todos sus partidarios en EEUU.
P.
A veces no tenemos en cuenta la capacidad de las poblaciones para
amoldarse. La tecnología de vigilancia se utiliza también sobre los
estadounidenses o los europeos por parte de empresas privadas y la gente
no parece estar preocupada, seguimos utilizando esos medios de la misma
manera aun cuando sabemos que nuestros datos están en manos de otras
personas. China vigila, pero ofrece contrapartidas: hay más bienestar
material y ahora son un imperio, con lo que supone de refuerzo del
orgullo y de los elementos identitarios.
R. La gran
diferencia entre la vigilancia china y la occidental es que la primera
está controlada por el Estado y aquí es privada y, además, el control
chino es visible, porque te dejan clarísimo que te están vigilando. En
nuestro caso no. Siempre bromeo con que este autoritarismo del big data
que hay en China tiene una ventaja, que no necesita informadores
políticos, porque ya todo el mundo informa sobre sí mismo.
Es importante
subrayar que en todas partes ha habido un cambio psicológico. En la era
industrial, todo estaba basado en los intereses económicos y en la idea
del votante racional, pero ahora, y se vio claro en las prácticas de
Cambridge Analytica, se saben con precisión las preferencias de la gente
y se intentan manipular, pero no a través de sus intereses sino de su
idiosincrasia. Ha habido un giro político hacia la psicología que construye una forma de gobernar diferente.
P. En esa guerra entre EEUU y China, la Unión Europa parece
la gran perdedora. Carece de cohesión, su tecnología está por debajo de
las que utilizan las grandes potencias, no tiene ejército propio ni un
liderazgo claro. No hay elementos que hagan pensar que vamos a tener un
buen futuro, en especial los europeos del sur.
R. Los
búlgaros no somos famosos por nuestro optimismo… Pero sí, el nuevo telón
de acero va a ser la tecnología. Europa está tratando de encontrar una
tercera vía para que no quedar aplastada entre China y EEUU pero va a
llegar un momento en que ambas partes van a querer garantizar sus
opciones, y Europa tendrá que optar entre uno u otro.
El 5G es el
ejemplo típico. En el mundo en el que Europa sigue existiendo, percibe
la mayor parte de las cuestiones como comerciales, pero tanto para EEUU
como para China el comercio se ha convertido en una cuestión
geopolítica. Y esto no sólo provoca una división entre países, sino que señala la división entre las élites.
Por ejemplo, el jefe de la inteligencia alemana tiene una posición
sobre el 5G, mientras que los empresarios del automóvil tienen otra muy
distinta, porque China les puede dejar de comprar coches. Va a ser una
difícil decisión.
P. Sí, porque la UE tiene una posición
difícil. Sus alianzas militares y políticas tradicionales son con EEUU,
pero China es un socio comercial vital. Esto, en el caso de Alemania, es
muy evidente.
Sí, y además porque los alemanes venden a
China pero su hardware tecnológico es americano. Este es el problema y
va a producir cambios importantes. La gente habla últimamente de esferas
de influencia, pero estas no van a quedar definidas por la naturaleza
del gobierno, sino por el tipo de buscador de internet que utilices."
(Entrevista a Iván Krastev, Esteban Hernández, El Confidencial, 01/12/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario