25/10/21

Nadie espera a la España Vaciada... Uno de los conflictos germinales de la modernidad fue el sostenido entre el campo y la ciudad que se resolvió con una victoria total e incontestable de lo urbano... con el horizonte de la descarbonización de la economía, las zonas mineras y las de instalación de renovables van a devenir en territorios tan estratégicos como Arabia Saudí o Texas en el siglo XX... Con todo lo que eso implica. Es esta una perspectiva desasosegante, pero también esperanzadora...

 "¿Tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.

1. NADIE ESPERA A LA ESPAÑA VACIADA

Lo que sigue es un relato de odio. Lo es, al menos, en la medida en que uno tiene que elegir entre a) y b) para definir el humor con el que escribe. Digamos, de manera más amable, que es una historia a la contra de toda esa corriente de opinión que, por lo que sea, necesita negar la España Vaciada. Ese "por lo que sea" abarca desde la compulsión de refutar el proceso de abandono para no tener que asumir la existencia de, al menos, un problema ("siempre estuvo vacía"), hasta el intento de captura de la España Vaciada como rehén de algún tipo de proyecto nacional (sutil, liberal, autoritario) que, como norma, tendrá poco que ver con los movimientos y reivindicaciones de esos territorios en trance de desertificación demográfica. En general, nos referimos a un mar de fondo que arrastran quienes vivieron con un cierto pesar la autodenominada "Revuelta de la España Vaciada" en 2019, por cuanto ésta suponía sacudirse unas tutelas (políticas, culturales, simbólicas) que se habían dado por supuestas sobre el universo de la despoblación.

...Y que no te sepa malo

Empecemos por el principio: la España Vaciada es un concepto incómodo, más que más porque no se deja atrapar ni se corresponde por completo con otros previos. España Interior, despoblada, desaprovechada, Serrania Celtibérica / Laponia española, el despectivo Tractoria en Catalunya o incluso el propio España Vacía han fracasado a la hora de cumplir con los dos objetivos de un apelativo, a saber: describir y ser aceptado por aquel a quien se describe. Algo en lo que fallaron en mayor o menor medida todos los nombres y adjetivos anteriores, y muchos otros

 Los nombres en los mapas (esto no es un paréntesis)

Antes de seguir, cuatro avisos. Primero, escribo como aragonés. No sé hacerlo de otra forma, y si existe algo como la España Vaciada, la estoy analizando con esas gafas. Segundo: soy urbanita; en tiempos fui eso que se ha dado en llamar "híbrido", pero ahora vivo en Zaragoza full time, y enseño en Teruel. Por consiguiente, intento hablar de los aspectos de la España Vaciada con los que se relaciona la "gente de lo lleno", o de los que me siento legitimado para dialogar; del resto, por respeto y decencia, me callo o solo pregunto. Tercero: a causa de lo anterior, no busco dar una definición de la España Vaciada más allá de una ad hoc que nos sirva de hilo conductor, a saber: aquellas zonas en las que, de acuerdo con la lógica neoliberal, es más razonable o rentable dejar de prestar un servicio que privatizarlo. No es la mejor definición del mundo, pero nos sirve para pensar ciertos malestares y ciertas luchas y las representaciones que llevan aparejadas.

Cuarto, y último, también caeré puntualmente en la confusión entre la España Vaciada (permitidme, de aquí en adelante, EV) y la rural. Muy al contrario, el movimiento de la EV se fundamenta en una alianza entre zonas rurales, gentes híbridas y la débil trama urbana con la que se articulan (resulta enternecedora, por cierto, la vehemencia de los opinadores al descubrir en 2021 -¡en 2021!- que las ciudades pequeñas de la EV también se están vaciando). En ese sentido, a pesar de reconocerse las mútuas diferencias y conflictos entre zonas rurales y urbanas, se ha desarrollado un marco de análisis y una identidad común, contrapuesta a una España llena, metropolitana y densa. De hecho, a lo largo del texto emplearé el par "lo vaciado" y "lo lleno" para expresar esa oposición.

 O al menos, nadie le había dado vela ni en su entierro ni en el del Régimen del 78, si es que llegaban a celebrarse. No es de extrañar. La Transición se fundó sobre una serie de pactos entre los cuales no figuraban la despoblación y la desigualdad territorial. Hubo varias razones para esta ausencia, empezando por que a nadie parecía importarle lo suficiente. De otro lado, la herida de la despoblación estaba todavía abierta -apenas habían pasado veinte años desde el inicio del gran éxodo rural- y aún no se tenía una idea clara de sus posibles derivadas en el futuro. Así, la perspectiva popular albergaba la esperanza de "revertir la despoblación", misión encomendada a partir de 1985 a las comunidades autónomas; el proyecto de la dirigencia, a su vez, estaba a algo muy distinto y ya aprestaba las reformas del campo -agrario no es rural, ni vaciado, pero...- previstas para el ingreso en la Comunidad Económica Europea.

Solo debatiendo su papel electoral le fue permitida a la EV una discreta presencia. Pues recordemos lo que el historiador Carmelo Romero nos ha repetido hasta la saciedad: el sistema electoral vigente desde 1977 privilegió la sobrerrepresentación de una serie provincias, no por corregir desequilibrios territoriales, sino por ser donde habían ganado las derechas en las últimas elecciones democráticas, las de febrero de 1936. Es decir, la EV era, de acuerdo con la cultura política de la Transición, la España sumisa o adherida al franquismo, y ese papel de brida conservadora era lo que la definía y la silenciaba; una ilusión, pues, de acuerdo con Berger, al menos el mundo campesino no se define tanto por la defensa del orden político como la de su significado: la continuidad. Puede, entonces, que la irrupción de el movimiento de la EV en 2019 fuera especialmente incómoda para ciertos actores -culturales, políticos- porque rompía con el principal papel que se le había asignado y de cuya representación tantos dependían.

2. SERÁ USTED MÁS FELIZ CON ESTA MODERNA ASPIRADORA

Arranca el conflicto, escúpelo

Uno de los conflictos germinales de la modernidad fue el sostenido entre el campo y la ciudad. En el Estado español -en general, en la Europa continental; más en general: el mundo- éste se resolvió con una victoria total e incontestable de lo urbano, hasta tal punto que numerosos autores dudan que se pueda seguir hablando, en propiedad, aquí y ahora, de lo rural. Ahora bien, por interesante que sea este debate académico, nuestro interés radica en que, muriera o no lo rural, seguimos ante un conflicto, y negar su existencia se ha transformado en una de las Bellas Artes.

 Esta relación antagónica tiene que ver, aunque no se limita, con los intereses de gentes en territorios históricamente desiguales; por ello, con su negación se buscará, en primer lugar, recluirla en un lugar del pasado donde no moleste: "aquello (desamortizaciones, desposesión, guerras, proletarización y empobrecimiento) existió, pero ya no existe". Ante la evidencia de las desigualdades en la distribución de renta, riesgo de pobreza, acceso a servicios o abandono escolar en zonas rurales, se pasará a hablar de "problemas", que pueden ser resueltos -la sombra del solucionismo es alargada- mediante la vuelta a, por ejemplo, la nación (liberal o autoritaria) como garantía de igualdad, que toma decisiones "correctas", pero sin violar nunca las jerarquías que separan lo lleno de lo vacío. Pero, en cualquier caso, es importante que los procesos de desposesión, metropolización y de mantenimiento de las desigualdades permanezcan en un segundo plano frente al pasado, ya felizmente superado, y a la promesa de una solución.

"Nuestra adhesión y nuestra gratitud"

El orden social de la modernidad distingue y clasifica los territorios, las gentes y los saberes. La eliminación u ocultación del conflicto se daría en falso si no hubiera mecanismos que legitimaran la diferencia que, de hecho, se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado, y esto se consigue, fundamentalmente, por dos vías. En primer lugar, muchas de las relaciones sociales rural-urbanas, incluso urbano-metropolitanas se fundan en la discriminación de saberes, especialmente los saberes expertos; por otra parte, el (neo)caciquismo crea figuras relevantes y redes de patronazgo que, en realidad, disfrazan su posición subordinada mediante la integración en las gramáticas y redes sociales urbanas.

El resultado suele ser invariable, esto es, la pérdida de agencia, de capacidad para hacer, de lo vaciado frente a lo lleno; una pérdida, además, imbuida en un fatalismo (es algo "inevitable"), por el cual no habría alternativa a la metropolización del mundo: ante ella solo existen espacios atomizados. Por ello, desde el sistema educativo y las universidades a los partidos políticos, cada uno de los territorios tiende a dialogar con el centro individualmente y no como un conjunto y, además, de acuerdo con unas normas de representación muy específicas que excluyen la visibilidad y la autonomía. No es raro que cuando estas normas fueron cortocircuitadas en 2019-2020 (preferencia de España Vaciada frente a Vacía, presentación a elecciones de Teruel Existe, investidura de Pedro Sánchez) la reacción del mundo lleno, el metropolitano o el que está conectado con sus organizaciones, fuera visceral, casi furibunda.

Todos rasos

Visto en perspectiva, debería haber sido sencillo imaginar la emergencia de este fenómeno durante la última década. Por una parte, como toda desigualdad, lo territorial se vio acentuado después de 2008 con una degradación más intensa de las condiciones de vida y de los servicios. Pero, por otro, a raíz de un tímido flujo de retorno a los pueblos como fruto de la crisis -generalmente, en busca menos de nuevas experiencias que de vidas más baratas- se desplegó a partir de 2014-16 toda una corriente (idilista a veces, irónica otras) sobre lo rural de la que surgieron ensayos, novelas, programas de televisión o influencers; nótese, por cierto, como este proceso se ha repetido, y agudizado, con los movimientos de población durante la emergencia pandémica.

 Como norma, estos productos culturales eran creados desde entornos urbanos y llevaban en su ADN una visión de lo rural inmóvil, uniforme, no conflictiva y en la que la historia de estas comunidades era sustituida por algo parecido a la tradición o a fragmentos mutilados de memoria. Por ello mismo, en medio de esta marea creativa el papel de estos territorios no podía ser sino funcional a otros fines. ¿Quiere usted criticar la vacuidad y el estrés de la vida urbana? ¿Se siente agobiado por la pérdida de empleo, por la incertidumbre? ¿Necesita una esperanza y una seguridad, aunque sean modestas? ¿Añora la España de siempre? ¿Cuál de ellas? No se preocupe: en el campo / España Vacía / lo que sea, podrá usted encontrar una respuesta a todas esas preguntas. Claro, que, entre tanta respuesta a los malestares urbanos, quedaba poco sitio para responder a los rurales o vaciados, algo todavía más difícil porque estos son, al contrario que su representación, diversos y conflictivos, aunque, oh paradoja, esta homogeneización ha sido muy útil al movimiento de la EV para fomentar su identidad y su movilización.

Nascut a Denguin

Ahora bien, existe un cierto género de malestares que no pueden ser reducidos a la homogeneidad, someterse a una jerarquía ni, tampoco, extirparse, ya que el conflicto que los originó sigue vivo. Llegados a ese punto, el mundo de lo lleno necesita de un esfuerzo mayúsculo de ocultación y violencia simbólica para legitimar una situación dada. En este esfuerzo, la asimetría de fuerzas y el enmascaramiento de las necesidades del mundo de lo lleno tras grandes principios que faciliten la desposesión serán más visibles, escandalosamente visibles, hasta el punto de invisibilizarse; ante ésta, el mundo de lo vaciado podrá optar por la aceptación, el silencio o la resistencia más allá del margen de lo "aceptable".

Entre aquellos grandes principios que afectan con más fuerza al mundo de lo vaciado, podemos citar el "interés general" o la "utilidad pública", amén de la "rentabilidad", que justifica el cierre de servicios públicos ("los de la ciudad os pagamos los servicios": recordemos el traumático cierre de líneas férreas de 1985). En los últimos años le ha llegado su turno a la "transición ecológica", en cuyo nombre fondos de inversión y empresas energéticas -con la bendición de la administración e, incluso, de Greenpeace- están apropiándose de amplísimas zonas rurales para la instalación de energías renovables. Es importante subrayar que esta violencia simbólica no implica por fuerza falta de reconocimiento hacia las “gentes de lo vaciado”, sino que, cuando se da (durante el franquismo se prefirió el silencio), es simbólico y aparece como como ritual "de noble corazón", obligando al subalterno a situarse en una postura de, incluso, agradecimiento.

3. EL CORAZÓN DE LA BESTIA / LA BESTIA SIN CORAZÓN

Pero entonces, ¿por qué se necesita tanto velo, tanto trampantojo? ¿Por qué tantas molestias? Es decir: ¿tan importante es la relación que se da entre el mundo de lo lleno y de lo vaciado? Parece probable que sí, que sea necesario todo este despliegue orientado a disimular la naturaleza conflictiva de las relaciones sociales de lo vaciado, hacia dentro y hacia fuera, sobre todo porque todos los sujetos implicados arriesgan mucho en este juego.

La bestia sin corazón

Si hablamos del "hacia dentro", el hecho es que ciertas estructuras de la EV necesitan de su relación con esta desigualdad para perpetuarse. Como hemos visto, esto suele equivaler a ocultar ambas: desigualdad y estructura; éstas no se limitan a los fenómenos de neocaciquismo incrustados en distintas instituciones, aunque sean su expresión más llamativa. Un neocaciquismo al que, por cierto, haríamos mal en interpretar solo en un plano moral (una forma de corrupción), y muy bien en hacerlo en otro político y material (un régimen de gobierno), como nos recomienda Carmelo Romero; por favor, leamos a Carmelo Romero.

Las estructuras del vaciamiento de la EV, con frecuencia, son mucho más discretas y tienen que ver con (la crisis de) su opuesto, las que se ocupan del mantenimiento de población; por ejemplo, después del gran éxodo de los años 50-70, la constante mejora de la educación entre las mujeres en el ámbito rural (frente al estancamiento relativo de los hombres) y el consiguiente cambio de expectativas llevarán a la intensificación de la emigración del colectivo femenino, y a la masculinización de amplias zonas rurales de la EV. Si bien es cierto que en las generaciones más jóvenes -escasas, con frecuencia- operan otros imaginarios, entre la población masculina de más edad es frecuente el verse como depositarios de una libertad y a una autonomía que, sin embargo, requiere de todo un sistema de cuidados y un tipo de vida que hace tiempo que entraron en crisis.

El corazón de la bestia

Sin embargo, creo que es "hacia fuera", es decir, en su relación con el mundo urbano y metropolitano, donde se justifica todo el esfuerzo desplegado en disimular, es decir, en conseguir que la propia devaluación del “mundo-vaciado” se devalúe, que carezca de relevancia, que sea un mero “proceso” o “devenir” histórico, facilitando de paso la labor de desposesión. Es central esta doble pérdida de valor. Ejemplo: se puede tener la opinión que a uno le plazca sobre la Iglesia, o sobre el papel de los párrocos (con frecuencia los expolios de bienes culturales corrían de y para su cuenta), pero eran los encargados de mantener y actualizar los archivos parroquiales. Al tener que compartir sacerdote entre varios pueblos -con el consiguiente cierre de las Casas del Cura-, muchos archivos locales se echaron a perder, y con ellos, siglos de historia y memoria local. Otro tanto ocurre con las casas del Maestro, mantenidas y sostenidas por los ayuntamientos, y ahora en desuso debido a la mayor movilidad de muchos docentes que, además, cambian de destino año tras año. Otro tanto, en fin, con los cines rurales, clausurados en su mayoría. Pues bien, no solo pierde valor la institución y sus bienes, sino que se pierden el capital construido en común por los y las vecinas y su consideración. Sin esta pérdida de valor -y toda puesta en valor producida por los subalternos o que redunde en su favor será siempre cuestionada- no son posibles los procesos de desposesión, que son, al fin y al cabo, la columna vertebral del conflicto entre el mundo de lo lleno y el de lo vaciado.

"De buen grado beberé tu sangre"

El pantano de Mularroya (Morata de Jalón, Aragón) es una obra inacabada y así debería seguir. No por algún principio ético o ecológico, sino porque acumula cinco sentencias contrarias a sus obras por motivos ambientales. Cuando el pasado abril se hizo público el último fallo en contra del embalse, el diputado del PP aragonés, Eloy Suarez, cargaba contra la Directiva Marco del Agua (DMA) en la que se basaba la sentencia, aduciendo que la DMA "está pensada para las cuencas fluviales de países centroeuropeos, lluviosos y húmedos, pero no para las zonas más áridas". Estas palabras, en cierto modo, acarician la verdad, porque las leyes ambientales europeas se crean con la mente puesta en contextos de acumulación por desposesión en los que ya no es necesaria una ofensiva constante sobre "lo vaciado", v.g., secar ríos. Pero aquí, esa constante ofensiva hace falta para seguir inyectando recursos a la agroindustria.

 

Por eso, uno de sus principales mecanismos, la Ley de Expropiación Forzosa, en lo sustancial sigue siendo la franquista de 1954, que sustituyó a otras, aún menos garantistas, de 1879 y 1939; la ley otorga al Estado un enorme poder para llevar a cabo grandes expropiaciones siempre que medie la declaración de utilidad pública. En su preámbulo llega a garantizar la posibilidad de "referir sus beneficios [de la expropiación] a particulares por razones de interés social". Por leyes como esta y por el uso que se les dio es legítimo definir el franquismo como un régimen de desposesión.

Hoy en día, la severidad de este régimen ha decaído. Lo lleno necesita de lo vaciado (desde votos a paisajes y destinos turísticos pasando por comida o energía), pero lo necesita débil para que acepte de buen grado la explotación del territorio. Como resultado, la desposesión -primero, los comunales, luego, la proletarización; entonces, la expropiación y/o la emigración; por fin, los recortes y de nuevo el extractivismo- ha moldeado una visión y una forma de relacionarse con el mundo de lo lleno. Es en ese cambio estratégico, fruto de experiencias acumuladas y cambios sociales geológicos donde se entiende mejor la alianza entre zonas urbanas y rurales de la EV, compleja e inestable, pero basada en habitus compartidos.

4. PASEANDO A MISS VACIADA

Conocimiento del opresor

Los comunes, al igual que otros bienes y formas de capital, son sustancia viva que se alimenta de las relaciones sociales en las surgen. Hace, aproximadamente, ciento setenta años no existían bienes con vocación de común, tal que el paisaje o el patrimonio cultural. El medio natural, en la manera que lo entendemos, es incluso más reciente. A pesar de encontrarse con mayor frecuencia en zonas rurales, del mundo de lo vaciado, son invenciones urbanas. Otro tanto se podría decir del triángulo antagonista del anterior, desarrollo-energías (carbono)-movilidad (tren-autovías), y que forma con los servicios públicos el leitmotiv de buena parte de los discursos en las plataformas de la EV. Siempre resulta chocante como la EV y la ruralidad han terminado por necesitar de códigos urbanos para articular sus identidades.

 Nos hallamos ante una letra rural con música urbana, en cierto modo, pero que consiguen al fin y a la postre revitalizar y devolver dignidad al territorio que habitan, y esgrimirlo como arma de resistencia, a falta de un lenguaje propio que designe la naturaleza que realmente se le quiere otorgar a lo vaciado. Esa es, por cierto, una buena pregunta. Cuando hablamos de la España Vaciada, ¿hablamos realmente de ella? Es, después de todo, solo un término de fortuna creado al calor de una movilización en 2019, dándole la vuelta a una creación de 2016. Por tanto, ¿hay realidades más allá de esa situación de regresión y crisis secular y de esa fina pero firme red de activistas y plataformas que conforman la EV? ¿Cuáles?

El héroe de las mil caras

Es difícil de decir. En ocasiones parece acercarse o tener puntos de encuentro con la parte más suburbana o rural de los Chalecos Amarillos; alguna vez, parece beber de un federalismo de identidades periféricas dentro de las periferias de sus propias comunidades autónomas, y del hecho de que estas enarbolaron durante la Transición la bandera de la lucha contra despoblación, y fallaron. 

Hay momentos en que se diría que la EV es poco más que un lobby territorial centrado en las infraestructuras. De vez en cuando, incluso, nos encontramos con una manifestación -embrionaria, si se quiere- de una especie de "indigineidad débil", probablemente con muchos semejantes en Europa, entendida en un sentido no-étnico -ni mucho menos-, sino como la férrea voluntad de "vivir aquí" y de custodiar el territorio.

Hay muchas preguntas, algunas de las cuales afectan también al mundo-lleno. Las transiciones a las que nos enfrentamos, ¿nos abocan a un giro centrífugo, hacia una ruralidad más potente en la que nos refugiaremos? ¿Se reproducirá la desigualdad rural-urbana que creíamos superable? El rural proofing tan en boga implicaría tenerla en cuenta cuando se plantean medidas como, por ejemplo, la generalización de peajes, también cuando se plantean soluciones como dar ayudas (a las zonas rurales) para pagarlos, en lugar de eximirlos. Pero no. Si eres pobre, haz papeles. Si vives en un pueblo, haz papeles. Hay una presunción de abuso sobre el grupo subalterno que se tiene que refutar con copias compulsadas.

 Al hilo de estos cambios, me acecha el pensamiento de que, con el horizonte de la descarbonización de la economía, las zonas mineras y las de instalación de renovables van a devenir en territorios tan estratégicos como Arabia Saudí o Texas en el siglo XX o Alsacia y Lorena, Silesia o las Midlands para el XIX. Con todo lo que eso implica. Es esta una perspectiva desasosegante, pero también esperanzadora.

Hay muchas preguntas, pero se acaba mi tiempo, y mi texto. Solamente una mas: una de las derivadas de la "hipotesis Bott" es que territorios como los barrios obreros tradicionales o, incluso, los más eminentemente burgueses pueden ser espacios donde los individuos se ven sometidos a un control y a una censura social semejantes a la que se le achaca a los pueblos y "ciudades de provincias". Sitios donde todo el mundo se conoce, donde las familias extensas viven puerta con puerta, o calle con calle. La idilización de la comunidad rural, o de la pequeña ciudad nos devuelve siempre un debate sobre las condiciones (la presión, el acoso o la vigiliancia) que muchos grupos sufren. 

Ahora bien, ¿por qué no se da una idilización y un debate semejante respecto a territorios urbanos, y se asume, por el contrario, su riqueza? O, dicho de otro modo, sabiendo como sabemos de la gran pluralidad dentro del cuerpo social de lo rural y lo vaciado, ¿por qué sigue imperando una visión del mundo vaciado, idílica o infernal, pero siempre uniforme?"                         (Lorient Jiménez Martínez, ECCS, 24/06/21)

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