"El escritor y periodista Gregorio Morán (Oviedo, 1947) es de los pocos que alzó su pluma en el periodo democrático contra los abusos de la monarquía, la figura de Juan Carlos I y el relato oficial sobre la Transición, ahora cuestionado tras la salida de España del rey emérito coincidiendo con las revelaciones sobre su fortuna oculta. Sobre ello escribió artículos y libros.
En uno de ellos, El fraude de la Transición, la editorial Planeta suprimió varios párrafos, algunos sobre la Casa Real, en la primera edición de 1991. Aparecieron después en la edición de Akal, de 2016. También el periodismo español se autocensuró durante el juancarlismo y ahora vive la peor época desde la dictadura, en opinión de Morán.
¿Qué le parece la salida de España del rey emérito?
Políticamente yo no diría que es peligrosa, pero sí inquietante, porque ahí se mezclan intereses de diferente pelaje. Alfonso Guerra dice que no, Pedro Sánchez que sí… Hay un elemento clave en esta historia: el hijo siempre mata al padre y lo mata de una manera más bien cruel. Estoy leyendo por segunda vez una biografía de Isabel Burdiel sobre Isabel II y ahí aparecen reiteradamente Fernando VII, la madre María Cristina… Es como un destino borbónico, el hijo siempre acaba matando al padre, como hizo Juan Carlos I con don Juan. Desde el punto de vista político, la salida al extranjero no sé si es la mejor decisión para el tejido de intereses que está montado ahí. Dejarlo en Abu Dhabi….[risas].
No lo dejas en el desierto como a un dromedario, lo dejas en un oasis lleno de dinero, de tentaciones y de poder en un régimen no precisamente modélico. Lo de las dictaduras totalitarias de los países del Este es como si se hubieran ido desplazando en trocitos hacia el mundo arábigo. Emiratos Árabes Unidos es una dictadura inequívoca. A diferencia de las dictaduras totalitarias del Este, aquí se castiga a la mujer, a los extranjeros… El hecho de tenerlo y confinarlo allí es una ruptura con la tradición de consecuencias incalculables. No sé si, tanto el hijo como Sánchez, han valorado suficientemente las consecuencias de este drama a lo Rey Lear. Hombre, a Bildu, ERC y Podemos les parece cojonudo. Cuanto más lejos se vaya mejor. No tienen ni la complicación de tener que echarle, o pedir que se vaya. No fue una decisión política muy hábil.
¿De donde salió su fortuna oculta, por encima de los 2.000 millones de euros según algunas informaciones?
La fortuna de un rey o viene de los pagos del Estado, que evidentemente no dan para ser multimillonario, o viene del cobro de comisiones. Esa obsesión de máquina tragaperras que tuvo Juan Carlos I desde el inicio de su reinado… Sus partidarios decían: “Es que pasó una infancia con muchas necesidades”. Los españoles que vivimos aquella época sabemos lo que era vivir con necesidades y no creo que ese fuera el caso de Juan Carlos I. Cuando muere Franco y llega al trono en 1975, la máquina tragaperras se convierte en un depósito económico. Hablemos primero del famoso manco, Prado y Colón de Carbajal, un personaje cuyo papel es decisivo en la búsqueda de dinero para el rey y para sí mismo. Y si no que se lo pregunten a su hijo, que creo que está muy bien colocado. Luego vinieron Javier de la Rosa y el inefable Mario Conde. Lo de Mario Conde tenía algo de espectáculo ridículo que la prensa nunca se atrevió a tocar. Por un lado su majestad y por el otro el financiero. Todo lo que se movía lo podían comprar. Y lo compraban. Luego resulta que igual lo compraban con talones sin fondo, pero lo cierto es que lo compraban. Esto tampoco es ninguna novedad histórica, los Borbones son promotores económicos.
En Juan Carlos hay un descubrimiento a la muerte de Franco, que es: yo más que inmune, soy impune. Ese descubrimiento de la impunidad ya la tenía el Caudillo, que había ganado una guerra. La impunidad del rey fue absoluta. Si le faltaba un barco, se acercaba a la costa, decía “necesito un barco” y aparecían siempre 20 señores, los mismos, por cierto, que ayudaron a forrarse al clan Pujol, y le decían: “No se preocupe, Majestad”. En los negocios tú das dinero a costa de que también lo recibas. Aquí nadie se pregunta qué se llevaron las empresas que se beneficiaron de ese negocio del AVE a La Meca. ¿O vieron cómo pasaban los millones delante de su nariz y no dijeron nada? Pero, claro, esas empresas controlan los medios de comunicación, por lo tanto ahí estamos absolutamente vendidos. Nunca, desde la dictadura, en los medios de comunicación se ha vivido una etapa tan miserable como esta.
Eso, la complicidad de los medios de comunicación, ¿tiene mucho que ver con lo ocurrido con Juan Carlos I?
Complicidad con el emérito en su momento, el silencio que sigue a su desaparición, complicidad con Sánchez y con el Gobierno… Que un tipo como Iván Redondo sea el que controle los medios es una singularidad que no se da ni en el mundo de Trump. Los Marhuenda, Inda… son basura. A esto nos ha llevado el tertulianismo. Además, ahora nadie quiere escribir. Tengo amigos que tienen escuelas de periodismo y dicen que sus alumnos lo que quieren es salir en la tele y ser tertulianos. A lo mejor es que nuestro oficio es algo que pertenece al siglo XIX.
Y lo de Sánchez es de un cinismo tremendo. A su lado, Cánovas parece un senador romano. A Sánchez nadie le pregunta nada, puede hacer las entrevistas que quiera y da la impresión de que es Iván Redondo quien le hace las preguntas para quedar bien. Es como aquel inefable Fernández de Asís, entrevistador en la televisión única del franquismo, que decía: “Como bien dice usted, señor ministro…”. Estas cosas están volviendo. A mí esto me toca dos veces. Me tocó Fernández de Asís y ahora con estos sucedáneos.
Esta censura, o autocensura, ¿es responsabilidad de las empresas o también de los periodistas?
Las responsabilidades son siempre compartidas. Hay grados de responsabilidad. Hay gente a la que le gusta. Y no es un problema de dinero solamente. Que Sánchez te mire y te diga en una rueda de prensa: “Gracias, Carlos…”. Hay gente que se derrite con eso. Pepe Solís, el ministro de Franco, hacía lo mismo.
El caso de Juan Carlos I tumba el relato oficial de la Transición, que usted ya rebatió en sus artículos y en varios libros, no solo en El fraude de la Transición.
Me acuerdo de algunas reacciones diciendo que lo mío era una reflexión arcaica, republicana. Y con la edad, ahora que estamos en tiempo de descuento, no me siento monárquico, claro. Sería como hacerme terraplanista. Pero me aterroriza pensar en una república, que no es la niña bonita, con algunos que podrían ser aspirantes a presidente. No sabría qué hacer. Me quedaría en mi casa. Me provoca terror. Un Pedro Sánchez presidente de la República… Pediría a Letizia y a su marido que siguieran ahí de momento, porque no sé lo que es peor.
Aunque se ha iniciado un revisionismo, se sigue presentando a Juan Carlos I como el hombre que trajo la democracia a España y que frenó a los golpistas el 23-F, algo que usted rebatió con datos hace mucho tiempo.
En el 23-F Juan Carlos I fue el bombero pirómano; él agitó el ambiente crispado de los militares antes del golpe. Fue un aprendiz de brujo. Se metió en un lío del que sabía que podía salir trasquilado. Echó marcha atrás a última hora. Eso se ve claro con el papel de Armada, al que no dejan hablar sobre lo que hizo Juan Carlos I antes del golpe. Todo esto ocupa unas cuantas páginas en mi libro sobre Adolfo Suárez.
¿Sigue usted pensando que la Transición fue producto de la triada monarquía-PSOE-Grupo PRISA?
Eso ya es la pos-Transición, la consolidación de la Transición. Ahora que estoy escribiendo un libro sobre el PSOE y Felipe González, y tengo más tiempo para reflexionar, recuerdo que Javier Pradera, que era un malévolo inteligente, solía decir que a ellos los había destruido el fuego amigo, refiriéndose sobre todo a Zapatero. El fuego enemigo no lo tuvieron nunca. Yo recuerdo, y algunos me lo contaron con detalle, los gestos que tenía Juan Carlos I con Jesús Polanco, que eran importantes para sus negocios en América Latina. Más que monarquía, la triada sería Juan Carlos-PRISA-PSOE, tres ejemplares que han ido cambiando mucho en los últimos años. Primero porque Zapatero, que fue un pésimo presidente, entró como un elefante en una cacharrería y eso afectó a la triada de forma importante. Afectó a Juan Carlos, aunque él siguió a lo suyo, a sus negocios. Afectó a Prisa, una empresa muy ligada al poder desde que nace, con Fraga y Pío Cabanillas.
Desde sus comienzos, El País es un periódico institucional.
No diría yo gubernamental, pero sí institucional. Y además, como no
había otra cosa y era el menos malo de los periódicos existentes, hizo
que una ‘izquierda’, digámoslo entre comillas, que había perdido el
norte, el sur, el este y el oeste, se confiara en el intelectual
colectivo en el que se transformó El País. Ahora que Juan Luis
Cebrián escribe artículos ciceronianos sobre la decencia, hay que
recordar que se rompen muchas cosas en el periodismo español en el
momento en el que el periódico serio, el intelectual colectivo, publica
la famosa conversación telefónica pirata de Txiki Benegas criticando a
Felipe González, de la que nunca supimos la procedencia, pero era de
sospechar. En el momento en el que un periódico hace una jugada tan
sucia y tan interesada como aquella, se desenmascara y ya no queda nada.
Pero la gente es muy ferviente con los suyos. Aunque pierda, son del
Betis." (Entrevista a Gregorio Morán, xuan Candano, La Marea, 05/10/22)
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