"Esto es la cosa más demencial que me ha pasado en la vida, que ser mujer sea un sentimiento ahora” se atrevió a decir una genetista molecular (no ha trascendido su nombre) en un escenario nada proclive a estas herejías, la Universidad de Bekerley, catedral desde la que Judith Butler empezó a difundir la teoría que ha acabado convirtiéndose en doctrina.
Pues en ese escenario algunas personas se atrevieron a aplaudir a esa mujer valiente, que entre compungida y estupefacta afirmó: “Las mujeres han internalizado la misoginia hasta tal punto que la comodidad del hombre se antepone a la seguridad de la mujer”. Y esto lo pensamos muchas, y cada día son más las que ven que el transgenerismo es un gol que el feminismo se ha metido en su propia portería. Un gol neoliberal que se ha convertido en una fuerza desactivadora del potencial revolucionario del feminismo
La pregunta que aún no se ha contestado, o al menos la que se hace mucha gente es ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Algunas ya lo hemos intentado explicar en columnas o libros, pero como hoy parece que se lee poco, y se recuerda menos, voy a intentar explicar cuál ha sido el proceso que ha llevado a que se acepte que un hombre con barba y genitales masculinos pueda llamarse “lesbiana”; que se considere que el sexo se asigna al nacer, o que ser hombre o mujer es un sentimiento íntimo que no tiene nada que ver con el cuerpo sexuado. No es una conspiración, sino que este proceso es la aplicación práctica de la teoría política conocida como “La ventana de Overton”. Necesariamente tiene que ser un resumen, porque pormenorizadamente sería mucho más largo, pero este ha sido el proceso a mi juicio:
Primer paso: De lo impensable a lo radical. Se necesita una idea más radical que la anterior. Cuanto más radical mejor. Si el género es una construcción social, el sexo también (Judith Butler, 1990, 1999, 2004). La Academia celebra esta idea, la asume y la difunde. Adquiere legitimidad intelectual. Butler es elevada a los altares y las acólitas repiten sus ideas sin que nadie se atreva a refutarla, en parte por la oscuridad de su escritura.
Segundo paso: De lo radical a lo aceptable: Se organizan jornadas y se elaboran documentos que sistematizan las ideas. En una reunión de “expertos” en Indonesia se escriben los Principios de Yogyakarta (2006), carta fundacional en donde se presenta la orientación sexual y la identidad de género con los derechos humanos. Se hacen definiciones sin ningún tipo de referencia científica o académica. Se da el salto de lo científico a lo ideológico.
Tercer paso: De lo aceptable a lo sensato. Los filántropos financian actividades para promocionar los nuevos derechos. Las instituciones incorporan esos principios en sus directivas y objetivos de manera acrítica, sin analizar ni evaluar sus repercusiones, el acento se pone en “ampliar derechos humanos”. Los grupos de activistas se movilizan. Se utilizan argumentos emocionales. Se esgrime el respeto a las minorías. Se manejan cifras inverificables o se magnifica la vulnerabilidad del colectivo (riesgo de suicidio, violencia y marginación sufrida, etc.)
Cuarto paso: De lo sensato a lo popular. Aparecen personajes populares que actúan como modelos a imitar, a la vez que se producen series, películas etc. que incluyen personajes que encarnan positivamente las nuevas identidades. Los medios de comunicación se hacen eco del tema de forma acrítica, sin profundizar y sin analizar a fondo la cuestión. Se silencian las voces discrepantes a las que se acusa de intolerantes. Se impide el debate público incluso en la Universidad; la mayor parte de la sociedad está confundida o teme posicionarse por miedo o por desconocimiento.
Quinto paso: De lo popular a lo político: Se insta a los gobiernos a legislar sobre el tema. Se introducen los nuevos conceptos en todas las normativas, protocolos educativos, etc. Se aprueban leyes clónicas más basadas en lo emotivo que en la razón. Se introducen sanciones económicas para quienes incumplan, cuestionen o discrepen de las nuevas ideas e incluso se despide de sus trabajos a quienes contradigan el nuevo dogma. El tema deja de ser tabú para convertirse en tendencia. Se continúa con el proselitismo con documentos como por ejemplo, Only Adults? Good Practices in Legal Gender Recognition for Youth (2019) elaborado por el Gabinete de Abogados Dentons en colaboración con la Thomson Reuters Foundation y la IGLYO (International, Gay, Lesbian Bisexual, Transgender, Queer and Intersex Organisation), que da pistas en lo que hay que incidir o evitar para que la idea de las infancias trans sea aceptada como derechos inalienables. Por ejemplo, aconseja que no haya demasiado debate en los medios o que se ponga el acento en lo emocional.
Y de esta manera, escalonadamente, pero con pasos muy concretos que pueden seguirse incluso cronológicamente, se ha desmontado una de las principales evidencias científicas en las que se había basado la humanidad: la existencia de dos sexos inmutables que ha propiciado la reproducción de la especie. La sociedad ha sido adoctrinada para alabar sin sombra de duda el traje nuevo del Emperador. Las feministas llevamos años gritando que el Emperador va desnudo y estamos convencidas de que tarde o temprano la historia nos dará la razón." (Juana Gallego, blog, 26/08/22)
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