"Christian Felber (Salzburgo, 1972),
profesor universitario, activista y cofundador del movimiento ATTAC en
Austria —entre otras muchas cosas—, es conocido por ser el padre de la economía del bien común,
una teoría que propugna un modelo económico basado en la ética y donde
el Producto Interior Bruto (PIB) como unidad de medida de la riqueza
dejaría paso a otro indicador, el Balance del Bien Común, que prima
valores como la confianza, la honestidad, la responsabilidad, la
cooperación, la solidaridad, la generosidad o la sostenibilidad
ecológica.
En su último libro, titulado Por un comercio mundial ético (Deusto),
publicado hace escasos días, da un paso más allá y denuncia los excesos
del libre comercio mundial "convertido en la religión de nuestra era".
Aboga por que las relaciones comerciales internacionales estén reguladas
por Naciones Unidas y se atengan también a criterios éticos. Para
lograr este objetivo, sin embargo, es necesario avanzar hacia lo que
Felber denomina "democracia soberana", superando a la actual democracia
representativa, que él cree que "no funciona".
¿Qué aporta de nuevo su libro con respecto a su best-seller 'La economía del bien común'?
La dimensión internacional. Muchas personas
me han preguntado qué tiene que hacer un país para implementar la
economía del bien común y lo que expongo con detalle es cómo podría
funcionar un sistema internacional de comercio ético y cómo serían las
relaciones internacionales resultantes.
Lo que intento demostrar en este
libro es que el comercio, al igual que el capital, no es un fin en sí
mismo, sino un medio que sirve a unos fines que ya están definidos.
Fines como los derechos humanos, las condiciones laborales, la defensa
del medio ambiente, la cohesión social y la diversidad cultural. El
derecho internacional tiene que sobreponer los fines a los medios y
someter los medios a los fines.
¿Qué entiende usted por comercio ético?
El comercio ético debe servir a los derechos
humanos y a los valores fundamentales de una sociedad democrática.
Su
objetivo es la plena implementación de los derechos humanos, del
desarrollo sostenible —los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU—
y de una buena vida para todos o incluso del bien común mediante
balances comerciales equilibrados entre países y posibilitando que los
países con un nivel inferior de industrialización y tecnología den
alcance a los países más desarrollados.
Ahora impera el libre comercio y
lamentablemente, eso no se está haciendo; se está haciendo justo lo
contrario.
Eso le iba a decir, que parece que lo tiros no van por ahí. La pujanza del neoliberalismo sigue en todo lo alto.
Sí, efectivamente, pero al menos tenemos el
marco legal. Al igual que la economía del bien común, las diferentes
constituciones de los países democráticos establecen que el capital es
un medio y que el fin de la actividad económica debe ser el bien común,
el bien de la comunidad. Nosotros simplemente aplicamos lo que ya dicen
las diferentes constituciones democráticas.
Si ya tenemos el marco legal, ¿qué falta entonces? ¿Voluntad política?
Es un problema de democracia y de poder. No
es cierto que no haya alternativas al neoliberalismo; sí las hay, y una
inmensa mayoría de la población las apoya, pero los ciudadanos no tienen
poder para cambiar las cosas. Por eso, la otra pata de nuestra
propuesta es avanzar hacia una democracia soberana. Hacen falta otros
mecanismos democráticos.
¿La democracia actual entonces no es soberana?
La democracia está rota, no funciona. El
poder está concentrado en los parlamentos y en los gobiernos y éstos a
su vez están instrumentalizados por los poderes económicos. Esa es la
debilidad de la democracia actual. El único derecho que ahora tiene el
cuerpo soberano, el pueblo, es elegir unos representantes cada cuatro
años que luego hacen lo que les da la gana sin dar muchas explicaciones.
No hay forma de controlarlos de manera efectiva ni de destituirlos; no
hay forma de elegir entre varias propuestas; no hay forma de cambiar una
constitución. Quien cambia una constitución es un parlamento y quien
incluye en los tratados europeos el mandato marco para la política
comercial de la UE son los parlamentos y organismos europeos.
Y ahí es donde entraría en juego la democracia soberana
Una verdadera democracia soberana implica
desarrollar la división de poderes. Está muy bien que ya tengamos el
poder legislativo, ejecutivo y judicial pero eso no es suficiente. Los
ciudadanos tienen que moverse, impulsar plataformas de iniciativas
civiles, promover la creación de asambleas democráticas en los
municipios, en muchos municipios, participar en la toma de decisiones y
publicar los resultados de sus decisiones. De esta forma, los ciudadanos
optarían por otras vías totalmente distintas para regular el comercio
internacional.
Eso parece difícil: no me imagino a Mariano Rajoy, que también habla de valores y de democracia, apoyando una democracia soberana como la que usted propone.
Con un buen libro no lo voy a convencer. El
mejor libro no va convencer a ningún gobernante mientras los grupos de
presión sigan siendo tan poderosos. Pero puedo convencerlo con un
movimiento ciudadano fuerte, un movimiento popular que crezca poco a
poco, de abajo a arriba.
Cuantos más ciudadanos, municipios, regiones,
comarcas e instituciones se involucren, mayor será la presión. Entonces
Mariano Rajoy empezaría a escuchar. Pero para que eso ocurra, los
ciudadanos tienen que involucrarse, tienen que querer ser libres.
¿Cree que los ciudadanos no quieren ser libres o es que no saben cómo hacerlo?
Ambas cosas. La ciudadanía no tiene la
información suficiente porque se la están hurtando. Los economistas
tienen mucha culpa de ello, porque nos dicen todos los días que el libre
comercio es lo mejor que tenemos. El neoliberalismo se ha terminado por
imponer en todos los campos, hasta en las cátedras universitarias.
El
CETA es un tratado de 1.598 páginas de coerción legal creado para
proteger desmesuradamente los derechos de los inversores y de las
multinacionales, pero nos lo venden como algo maravilloso. Eso es simple
proteccionismo bajo la máscara del neoliberalismo. Pero hace falta un
segundo requisito: la ciudadanía debe tener una voluntad hacia la
libertad más fuerte que la tiene hoy.
La voluntad de libertad de la
ciudadanía aún hoy es demasiado tenue porque todavía sentimos en carne y
hueso que la democracia no funciona por sí sola, sino que es fruto de
un esfuerzo continuo. Hay que moverse, para que los políticos, por
ejemplo, no hagan una cosa totalmente distinta a lo que han prometido.
¿Con un comercio ético habría más abundancia y menos austeridad?
Habría más abundancia emocional, ética, de
valores inmateriales, abundancia de calidad de vida, de felicidad, pero
no necesariamente consumiríamos la misma cantidad de cosas que estamos
consumiendo ahora.
¿Debemos consumir menos?
Lo que tenemos que hacer es limitar la
capacidad de compra ecológica de la humanidad. La Tierra nos brinda un
regalo de recursos naturales gigantesco cada año. Y este regalo en forma
de recursos naturales deberíamos repartirlo de forma equitativa entre
los 8.000 millones de habitantes del planeta adjuntando a nuestra cuenta
bancaria financiera una cuenta ecológica, en la que abonaríamos el
presupuesto ecológico, lo que podemos consumir cada año.
Todo el mundo
recibiría el mismo derecho de consumo ecológico, independientemente de
su capacidad de compra. ¿No dicen los liberales dicen que los derechos
tienen que ser iguales para todos?
A los mercados eso no les gustaría
Hay que empezar por derribar el mito de que
los mercados se autorregulan. Ese es un criterio que hay que tener en
cuenta para que los mercados puedan funcionar. Las empresas podrían
tratar de producir más de lo necesario, sí, pero no podrían vender
porque no existiría la demanda ecológica. Eso es un diseño inteligente
de los mercados.
Explíquese, por favor.
Permítame que me alargue un poco entonces.
Los economistas clásicos creen en el mito de que los mercados se
autorregulan y se estabilizan por sí solos. Pero eso ocurre en los
ecosistemas, no en los mercados.
Los mercados son reducciones sociales,
construcciones culturales que implican relaciones de poder, y hay tres
cosas que nunca lograrán por sí solos: nunca jamás lograrán balances
comerciales equilibrados, nunca jamás disminuirán la desigualdad ni
nunca jamás limitarán el consumo ecológico.
La gran visión de la
economía del bien común es completamente opuesta: para que la economía
sea estable a largo plazo hay que limitar la desigualdad, equilibrar los
balances comerciales y limitar el consumo de recursos naturales por
parte de la humanidad. Los mercados son diseñados al 100% por los seres
humanos, así que tendríamos que tener en cuenta estos factores a la hora
de hacerlo para que sean más inteligentes y efectivos.
Usted en el fondo habla de derrotar al neoliberalismo imperante
Trabajamos para transformar el pensamiento
económico y la economía práctica en su conjunto y no para poner
parches. Requiere un gran esfuerzo, pero estamos en ello. Hace falta.
¿Es optimista al respecto?
Me imagino un escenario positivo. Soy
optimista a largo plazo, aunque a corto plazo no tengo ni idea. Pero sí,
soy optimista porque las buenas ideas, las ideas con autoridad natural,
se terminan imponiendo a la larga.
A corto plazo será más difícil
porque los imperios que se basan en la violencia son más fuertes, aunque
si no tienen una autoridad natural, tienen una fecha de caducidad, sólo
que no sabemos cuándo ocurrirá eso. Y el escenario positivo es que cada
vez más empresas eligen el balance del bien común, sobre todo en
Europa." (Entrevista a Christian Felber, Jorge Otero, Público, 14/04/18)
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