28/9/24

En el momento de negociar programas de precios en la Argentina, los gobiernos tienen que sentar en la mesa a productores industriales y supermercadistas... Las tierras están en manos de 20 terratenientes. Entre los que más concentran hay empresarios y grupos que tienen entre 100 mil y más de un millón de hectáreas de todo tipo, como Benetton, Eduardo Elsztain o Eurnekian... Ninguno de los complejos exportadores, donde el 42.1% de las ventas al extranjero son el sojero, maicero, triguero, girasolero y de la carne, son argentinos... el petroquímico o el automotriz están dominados por grandes transnacionales... Sólo extracción, liquidación y fuga de divisas y dependencia de materias primas y minerales... De esta manera, es imposible que un Estados-nación que no funcionan como tal, la democracia sea una vía alternativa de elección para mejorar. Si los Estados juegan a acatar lo que dicen las empresas, ¿quién controla a las empresas más poderosas del mundo? Vanguard y BlackRock, los dueños del mundo... Son dos empresas, dos gigantes del mundo financiero, que se esconden detrás de todas las Big Tech y de todas las grandes compañías del mundo. Dos fondos de inversión que gestionan un total de 17 billones de dólares. cifra similar al PIB de toda la Unión Europea... Estos dos gestores de fondos son el poder en la sombra de las principales empresas del mundo (Alejandro Marcó del Pont)

  "(...) Los golpes de Estado, las crisis económicas, el endeudamiento externo, la fuga de capitales, entre otras cosas, abrieron la posibilidad de la concentración y la hegemonía corporativa, que año tras año tuvo más incidencia en los lineamentos de políticas económicas locales, eliminando gradualmente a sus representantes políticos como mediadores. El caso extremo, sería la Argentina actual, donde la sociedad votó por que las empresas sean quienes determinen los destinos del país en base a los negocios particulares, con una absurda participación de resistencia en redes sociales. La democracia corporativa virtual.

¿Por qué se pierde la autonomía? Juan Carlos Puig (abogado y diplomático argentino que se destacó como teórico de la relación entre la dependencia y la autonomía de los países periféricos) estableció las categorías de dependencia y autonomía, la paracolonial: las élites que conducen ese Estado periférico se consideran un apéndice político, económico e ideológico de la metrópoli. Por lo que no hay proyecto de país, ni integración regional para obtener poder. No sirve como estrategia la unión o potencializar los BRICS o el Mercosur si no son sujetos de beneficio.

Así, internamente se pueden estudiar múltiples relatos de la generación de la inflación, pero al momento de negociar programas de precios en la Argentina, los gobiernos tienen que sentar en la mesa a productores industriales y supermercadistas. Allí, sólo necesita tener representantes de 20 empresas, entre fabricantes y comerciantes, para armar el tablero de los alimentos que deberían llegar a las mesas argentinas. El 74% de la facturación de las góndolas de los supermercados está en manos de apenas esa cantidad de compañías.

Las tierras están en manos de 20 terratenientes. Entre los que más concentran hay empresarios y grupos que tienen entre 100 mil y más de un millón de hectáreas de todo tipo, como Benetton, Eduardo Elsztain o Eurnekian. Elsztain tiene 538.822 hectáreas y ahora administra la Agencia de Bienes del Estado, el inventor del presidente Eduardo Eurnekian tiene 105.397 hectáreas. La mayoría de los dueños de las tierras son también de las mineras, por ejemplo, Integra Lithium, conglomerado presidido por José Luis Manzano, tiene 573.000 hectáreas, además de su participación en empresas energéticas y medios de comunicación.

 Ninguno de los complejos exportadores, donde el 42.1% de las ventas al extranjero son el sojero, maicero, triguero, girasolero y de la carne, son argentinos; el petroquímico o el automotriz están dominados por grandes grupos económicos o transnacionales, ninguno con ellos siquiera tiene una Dependencia racionalizada: donde las elites tienen un proyecto nacional pero dependiente del centro. Sólo extracción, liquidación y fuga de divisas y dependencia de materias primas y minerales.

De esta manera, es imposible que un Estados-nación que no funcionan como tal, la democracia sea una vía alternativa de elección para mejorar. Si los Estados juegan a acatar lo que dicen las empresas, ¿quién controla a las empresas más poderosas del mundo? No hay una respuesta absoluta a estas preguntas, pero sí hay una explicación muy cercana. Son dos empresas, dos gigantes del mundo financiero, que se esconden detrás de todas las Big Tech y de todas las grandes compañías del mundo. Dos fondos de inversión que gestionan un total de 17 billones de dólares. cifra similar al PIB de toda la Unión Europea.

Vanguard y BlackRock, los dueños del mundo. Estos dos gestores de fondos son el poder en la sombra de las principales empresas del mundo. Tal es así, que son los primeros accionista de Apple, Google, Amazon y el resto de Big Tech, también de Coca Cola, Disney y las principales empresas de nuestro país. BlackRock compró Global Infrastructure Partners por $12.5 mil millones, lo que la convertirá en la segunda mayor firma de infraestructura del mundo, y junto con Vanguard son el primer y la tercer inversor en empresas armamentísticas a nivel mundial (Las bombas evaporan la austeridad), o sea, pueden destruir Ucrania y reconstruirlo, todo en el mismo negocio entre Demócratas o Republicanos.

¿Por qué esta división del mundo no hizo realidad antes? La Doctrina Primakov, estratégica para la política exterior rusa, formulada por Yevgeny Primakov, un destacado diplomático y político ruso, se centra en la Multipolaridad: reemplazar el orden unipolar liderado por Estados Unidos con un sistema multipolar donde múltiples potencias, incluidas Rusia, China, la India, la Unión Europea y otros actores importantes, tengan una influencia equilibrada. Y se propone realizar alianzas estratégicas con el objetivo de fortalecer las relaciones con países clave como China y la India, así como con otras naciones que compartieran intereses similares para contrarrestar la influencia occidental. Y rechazo a la expansión de la OTAN.

Esta idea no germinó antes porque el poder de los EE.UU. y sus trasnacionales era demasiado grande y el de sus alternativas dema­siado débil. Pero, notoriamente, las cosas están cambiando. En todo caso, el plan es el mismo. Lo nuevo, que no lo es tanto, es que ahora comienzan a destacar organizaciones internacionales que, hasta la guerra de Ucrania, han tenido una existencia letár­gica, como la Organización para la Cooperación de Shanghai (OCS), creada en 2001, con la mirada puesta en evitar cualquier tendencia unipolar estadounidense. Ahí estaban, desde el principio, China y Rusia, así como India, y la mayoría de las exrepúblicas soviéticas de Asia Central, con Kazajistán a la cabeza. Pero se han ido sumando otros Estados, como Irán o Pakistán. Aunque también se debería pensar en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), cuyo acrónimo se ha quedado muy corto, ante el aluvión de nuevas peticiones de ingreso, incluyendo Argelia, Túnez, o… ¡Turquía!

De hecho, la coincidencia de Rusia, China e India en las dos insti­tuciones debería hacer reflexionar a EEUU acerca de la pér­dida de su centralidad geopolítica, así como retirarse por un tiempo de ser el gendarme mundial. La Casa Blanca han tomado nota de la existencia de al menos dos potencias revisionistas: Rusia y China, pero insertar ahí a la India, descompone la ecuación. Uno de los cambios provocados por la guerra de Ucrania se refiere a la creciente distancia que separa a la India, parte de la OCS y de los BRICS desde hace años, de los EE.UU. Pero la geo­metría variable a la que aspiraban en la Casa Blanca se ha hecho trizas en favor del realineamiento de India con las potencias dís­colas del sistema político mundial. (...)"                            (Alejandro Marcó del Pont, El tábano economista, 25/08/24)

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