24/9/24

El veneno oculto de tu casa: más de cien científicos piden legislar contra la toxicidad cotidiana invisible... “diariamente estamos en contacto con productos que, aunque están en el mercado, no son seguros, juguetes, pañales, cosméticos, productos de limpieza, ropa, envases alimentarios… Utensilios de uso cotidiano, hechos generalmente con materiales derivados del petróleo, y con “una toxicidad lenta pero persistente”... “Todas las placentas tienen residuos de policarbonato. El mercurio y los metales pesados están en la leche materna. Llevamos años demostrándolo”... “el 90% de las enfermedades crónicas están relacionadas con el medio ambiente”... “entre el 15 y el 20% de los cánceres pediátricos podrían ser evitables y están relacionados con la contaminación ambiental, y si nos vamos a los respiratorios sería un 60%”

 "Personalidades del ámbito de la ciencia llevan al Congreso el manifiesto Futuro sin tóxicos, una declaración que exige incrementar las medidas para proteger la salud de las personas ante los tóxicos presentes en productos de uso habitual.

El ser humano ha creado a lo largo de su historia unos 350.000 compuestos químicos de síntesis. Nos guste o no, químicamente hablando, hemos modificado el medio en el que desarrollamos nuestra existencia a niveles inéditos. Un ejemplo cotidiano: si en una casa de hace unas décadas los materiales utilizados apenas habían sido modificados —las cortinas eran de lino o algodón, el piso y los muebles estaban fabricados en madera—, “ahora el suelo es de PVC rociado de ftalatos, las paredes son de polietileno, los muebles de melanina, las telas de poliéster y el techo de policarbonato, todos ellos derivados del petróleo”.

Lo cuenta Nicolás Olea, representante del grupo de Endocrinologia y Medio Ambiente de la Sociedad Española de Endocrinologia y catedrático del Departamento de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, quien da otros datos que no dejan nada tranquilo a quien los escucha. “El 83% de los niños valencianos mea todos los días clorpirifos, un pesticida usado de forma masiva en las naranjas y prohibido desde el año 2021 —debido a los graves efectos neurológicos y genotóxicos que podía producir en humanos, especialmente niños, lo que incluye daño cerebral, déficit cognitivos y problemas conductuales como la hiperactividad— ”, pero que aún hoy está muy presente.

Las sustancias que nos rodean y pueden afectarnos negativamente se cuentan por miles, cifra que se ha incrementado de forma importante en los últimos años. Conocidos son los casos del bisfenol A o los ftalatos, presentes en muchos plásticos, entre otros materiales, y bajo sospecha de ser disruptores endocrinos. Hablamos de elementos capaces de modificar el funcionamiento de nuestro sistema hormonal, con un abanico de consecuencias en la salud que van desde los trastornos reproductivos, a los defectos y malformaciones al nacer o el cáncer.

También de los llamados contaminantes orgánicos persistentes, “sustancias muy estables que cuando las incluyes en el medio ambiente persisten muchos años”, explica Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La contaminación silenciosa que estará muy presente en el futuro

Eljarrat habla de la contaminación silenciosa de sustancias “que no nos van a dar un efecto rápido e inmediato como en la pandemia, sino que tienen una toxicidad que se debe a la exposición diaria de a dosis muy pequeñas”, exposición que se convierte en “crónica” y llega a provocar efectos tóxicos.

Lo que produzcamos hoy, además, puede tener consecuencias insospechadas en el futuro. “Estamos dejando entrar en nuestros hogares muchas sustancias potencialmente perjudiciales para la salud no solo de esta generación, sino también de la futuras”, denuncia Elena Codina, responsable de la Unidad de Salud Medioambiental del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona y representante de la Sociedad Catalana de pediatría. Estas, continúa, “tienen un efecto transgeneracional, pues pueden hacer que se expresen más, o menos, en ciertos genes, también en las futuras generaciones”.

Olea pone otro ejemplo sobre la mesa al respecto de una investigación en la que trabaja: “La mala calidad seminal de un individuo de 24 años que va a una consulta de fertilidad porque no fecunda a su pareja se definió en las primeras 34 semanas en el vientre de su madre. Esa es la hipótesis que barajamos”.

Como denuncia Marta Beltrán, directora de proyectos de la Fundación Rezero, “diariamente estamos en contacto con productos que, aunque están en el mercado, no son seguros”. Habla de juguetes, pañales, cosméticos, productos de limpieza, ropa, envases alimentarios… Utensilios de uso cotidiano, hechos generalmente con materiales derivados del petróleo, y con “una toxicidad lenta pero persistente”.

Declaración por un futuro sin tóxicos

Numerosos estudios han demostrado la presencia de algunas de estas sustancias en el cerebro, la sangre, la orina y hasta en la placenta humana, el órgano encargado de ofrecer oxígeno y nutrición al futuro bebé. “Todas las placentas tienen residuos de policarbonato. El mercurio y los metales pesados están en la leche materna. Llevamos años demostrándolo”, lamenta Olea.

Para contribuir a paliar esta situación, desde la Fundación Rezero están promoviendo desde abril la declaración Futuro sin Tóxicos, avalada por más de un centenar de personalidades científicas, que esta semana han llevado al Congreso. Olea, Codina, Eljarrat y profesionales como Juan Antonio Ortega, presidente de la Asociación Española Científica de Pediatría, acompañaron este 17 de septiembre a Marta Beltrán y a Rosa García, directora de Rezero. Todos ellos se reunieron con la presidenta del Congreso, Francina Armengol, quien recibió de la comitiva la necesidad de acelerar el cumplimiento de la normativa existente en todos los productos del mercado, independientemente del lugar de producción y canal de venta. La presidenta, quien afirmó que “sin ciencia, no hay legislación”, se comprometió con los presentes a pedir a los ministerios de Sanidad y Transición Ecológica que aceleren las medidas para eliminar la carga tóxica de los productos de consumo.

El grupo de científicos se reunió también con representantes de los partidos políticos con representación en la Cámara baja para trasladarles la necesidad de que se renueve la Ley General de Sanidad con una perspectiva amplia de salud planetaria; así como que hagan cumplir la Ley de residuos y suelos contaminados, actualmente estancada.

Asimismo, les trasladaron la urgencia del cumplimiento del reglamento REACH —normativa para el registro, evaluación, autorización y restricción de sustancias y preparados químicos— y la hoja de ruta de restricciones propuesta por la Comisión Europea en el marco de la Estrategia para la Sostenibilidad de las Sustancias Químicas en todos los productos del mercado.

Del principio de precaución a la inteligencia humana

“Las personas consumidoras no tenemos que tener un máster en química para ver si ese producto que voy a llevar a casa puede tener impacto en mis hijos e hijas”, denunciaba la directora de Rezero. Es por ello que la declaración reclama medidas efectivas para proteger la salud ante los tóxicos presentes en los productos de uso cotidiano.

Entre las medidas urgentes que plantea, además de las que la comitiva trasladó a los diputados, se encuentra la implementación del principio de precaución en el diseño y fabricación de los productos. Este dicta que no es necesario la confirmación total y absoluta de un riesgo para la salud para que se pase a la acción. “Si una sustancia puede ser potencialmente dañina, ¿por qué no la legislamos antes?”, se preguntaba la responsable de la Unidad de Salud Medioambiental del Hospital Sant Joan de Déu. También exigen la transparencia de la información sobre la composición de los artículos y la evaluación del riesgo de exposición para las personas y el medio ambiente.

Todas ellas son medidas que pretenden frenar un problema cuyas cifras no son mainstream mediaticamente hablando pero su volumen sí lo es. Como denuncia el presidente de la Asociación Española Científica de Pediatría, “el 90% de las enfermedades crónicas están relacionadas con el medio ambiente”. Juan Antonio Ortega, quien lleva 25 años investigando sobre salud y medio ambiente, afirma que “entre el 15 y el 20% de los cánceres pediátricos podrían ser evitables y están relacionados con la contaminación ambiental, y si nos vamos a los respiratorios sería un 60%”.

“Cuántas lágrimas secas habríamos eliminado en muchas familias afectadas. Cuántas podíamos haber evitado si hubiésemos tenida una mirada más juiciosa, cautelar, basada en la inteligencia humana”, lamenta Ortega, quien finaliza: “Evidencias nos sobran. Necesitamos políticos valientes con determinación suficiente para trasladar las alternativas disponibles”."                (Pablo Rivas, El Salto, 20/09/24)

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