17/10/07

Las cuentas de la abuela

“Muchos siglos después, Keynes volvió a aconsejar a los gobernantes la misma exitosa receta: ahorro en las épocas de expansión, gasto en las de contracción. Keynes, aparentemente, no había sido informado por la divinidad sobre la duración del ciclo; por lo que las propuestas keynesianas de política económica se orientaron a recomendar la intervención discrecional de los gobiernos a través de las políticas presupuestaria, fiscal y monetaria, dirigidas al ahorro en tiempos de vacas gordas, y al gasto en los de vacas flacas.

Con una fe similar a la que el Faraon depositó en el Dios de los judíos, Keynes creía ciegamente (como ha destacado su principal biógrafo, Roy Harrod) en la idea de que el gobierno democrático estaba en manos de una aristocracia intelectual que trabajaba desinteresadamente por el progreso y el crecimiento económico estable y sostenido.

Pero tras décadas de keynesianismo práctico, ya en los años 80 del pasado siglo se llegó al convencimiento de que la hipótesis del gobierno ilustrado en el que Keynes confiaba era poco descriptiva de la realidad: el primer objetivo de quienes ocupan el gobierno suele ser volver a ganar las elecciones, y si las recomendaciones de Keynes habían tenido éxito se debía, sobre todo, a lo bien que encajaban en esa finalidad: instaurada la discrecionalidad política como instrumento de política económica, los gobiernos democráticos pudieron buscar la reelección incrementando el gasto sin subir los impuestos, pero llevándonos al déficit público crónico, a la inflación y, en buena medida, al desempleo. Lo que en teoría eran recetas para paliar el ciclo económico (de)generaron (en) otro ciclo, ahora político-económico, perfectamente reconocible: en vísperas de elecciones se incrementa el gasto público y se reducen los impuestos, con independencia de la marcha cíclica de la economía y de las necesidades del momento.” (PEDRO PUY: Galicia en el ciclo; El País, ed. Galicia, Galicia, 15/10/2007, pp. 23)

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