Por el día, la gente disfruta saliendo por su zona gracias a que los núcleos urbanos se han vuelto lugares más acogedores, y por la noche ocurre lo mismo. Es lo que sucede en países como Italia, donde la gente de todas las edades sale al atardecer a pasear por las calles, sin ningún fin. El aumento de tiempo libre ha llevado a que se recuperen fiestas y celebraciones medio olvidadas y que se inventen otras para conmemorar y celebrar multitud de cosas: acontecimientos mundiales, personales, los cambios de estación, historia local, etc. En general, se festeja mucho más.
El renacer de las economías locales, con sus idiosincrasias, ha dado más carácter a las regiones, y resulta interesante viajar por los alrededores para visitar los festivales, bares, restaurantes, cines y teatros. Las ciudades clonadas dominadas por cadenas de tiendas y sitios de venta idénticos, igual que los abominables crímenes de la moda -pantalones exageradamente acampanados, permanentes intensas y chaquetas con hombreras-, han pasado a la historia.
La buena vida es activa, además de plena. Accionando los resortes adecuados, genera su propia energía para florecer. Por eso, llegada la noche, la mayoría de las personas siguen teniendo ganas de accionar otros resortes adecuados, los de los seres que aman. Luego nos relajamos, tal vez cansados, seguramente muy satisfechos, y hacemos balance del día, lo concluimos, deseamos que llegue el siguiente y disfrutamos de un sueño profundo, muy profundo." (Anita Roddick: Vivir sin destruir. El País, Domingo, 11/01/2009, p. 16/7)
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