La forma más simple de definirlo es como un proceso tanto biológico como psicoafectivo y social, que permite empezar un nuevo desarrollo después de sufrir un trauma. Cuando a alguien le sucede una desgracia, un trauma psíquico, no es capaz de pensar; es como si su mente se convirtiera en hielo. Pero con el adecuado desarrollo, que es lo que otorga la resiliencia, vuelve a empezar de cero. No es el desarrollo natural del ser humano, es otro nuevo.
¿Cómo se consigue esa resiliencia? ¿Se puede aprender o es innata?
Ambas. Lo primero que se ha de hacer ante la víctima de un trauma es averiguar si tiene o no resiliencia. Y propongo un sistema de tres pasos. El primero es averiguar si la víctima tenía un nexo fuerte con su familia antes del suceso traumático; el segundo es saber si el responsable del hecho traumático está dentro de la familia y, por último, si la persona está apoyada después del suceso que la ha traumatizado. Así, por ejemplo, si un niño sufre abusos antes de desarrollar lazos afectivos con su familia, si el abuso se lo produce precisamente un familiar y si, por último, sus parientes no le creen, algo que, desgraciadamente, sigue ocurriendo en muchos casos, será muy difícil que tenga resiliencia, que pueda hacerse de nuevo como persona tras el trauma.Si alguien que sufre un trauma, por el contrario, es consciente de estar rodeado de su familia antes de la desgracia y tiene el apoyo de esta tras el trauma, será mucho más fácil que se recupere y muestre esta resiliencia. En realidad, se trata de sentir amor, algo bastante lógico. Pero la resiliencia también se puede aprender, más si se tiene en cuenta que el cerebro es plástico, y más aún el de los niños.
Y un adulto, ¿puede hacer ese borrón y cuenta nueva que supone la resiliencia?
Sí, pero le va a costar más. De hecho, el concepto de resiliencia se ha visto incluso en ancianos. Cuando eres adulto, el cerebro es menos plástico, pero tus recuerdos anteriores al trauma son más fuertes, y las conversaciones con amigos o especialistas pueden conseguir que esos recuerdos anteriores se impongan al trauma. Tanto en niños como en adultos es muy importante reconocer y hablar de lo que ha pasado; es un paso clave. Aunque parezca obvio, no siempre ha sido así, ya que en muchas culturas las víctimas son vistas como culpables de lo que les ha pasado. Ocurre, sin ir más lejos, con las violaciones; una mujer violada se ve, a menudo, como alguien que ha provocado de alguna forma lo que le ha pasado.¿Por qué tardó tanto en estudiarse y en que se aceptara por la psiquiatría oficial el concepto de resiliencia?
Durante mucho tiempo, los traumas se utilizaban para explicar el desarrollo posterior de las personas, para justificarlas o dar sentido a sus problemas. La existencia de la resiliencia supone, sobre todo, que todos, pase lo que pase, podemos ser felices y que nadie está condenado a ser un desgraciado, o un criminal, por haber sufrido un evento traumático en su vida; algo que, por otra parte, es mucho más común de lo que pensamos. Por esta razón, para algunos profesionales de la psiquiatría, especialmente del psicoanálisis, la resiliencia era un contrasentido.
Afortunadamente, la idea ya se ha extendido y está implantada en las escuelas psicológicas de todo el mundo. La resiliencia implica que un trauma no tiene que ser siempre una fatalidad, que puede ser simplemente un acontecimiento que forme parte de tu vida, pero sin condicionarla.
Usted sobrevivió a una situación traumática, como es la deportación de sus padres a un campo de concentración y su ejecución. ¿Podría definir cómo vivió usted la resiliencia?
Aunque haya salido adelante, yo no soy un buen ejemplo de resiliencia. Aunque sí contaba con el amor de mis padres cuando sucedió el trauma, no pude hablar de ello con nadie después; era lo que imperaba en Francia, la ley del silencio, el intentar olvidar las cosas a base de no pensar en ellas. Hace años, trabajé en Chile y observé algo parecido con las víctimas de la dictadura chilena que, en aras a una aparente convivencia pacífica, eran instados a no hablar de lo que les había pasado.
¿Recuerda algún caso especial de resiliencia que le haya impresionado?
Sí. En adultos, recuerdo el de una joven de alrededor de 20 años que llegó a nuestra consulta como una presunta psicótica, con alucinaciones y muy mal pronóstico. Mediante la terapia, conseguimos que recuperara la confianza en sí misma y que nos contara que había sufrido abusos de su hermano y que no había querido denunciarlo. Quince años después me encontré en un congreso con una joven maestra que atendía a una de mis charlas. Me preguntó si la reconocía y, al decirle que no, me dijo: "Usted me curó".Si hubiéramos seguido pensando que era psicótica, quizás hubiera llegado a serlo. En niños, me impresionó el caso de un chaval rumano, que había sido prácticamente abandonado al nacer y que acabó adoptado por una familia de la ciudad francesa donde resido. La primera vez que le vi, ni siquiera hablaba. Años después, acabó licenciándose en una de las mejores universidades del país." (Público, 23/05/2010)
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