El trabajo, dirigido por el premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, de la Universidad de Princeton (EEUU), estipula que, cuando se gana más de esta cantidad al año, otros factores influyen más en la felicidad que seguir engrosando la cuenta bancaria. Esto, apuntan, no significa que las vidas de las personas no pueda mejorar si el salario asciende, por ejemplo, de 100.000 a 150.000 dólares, pero sugiere que otros factores intervendrán más que el dinero.
Para llegar a sus conclusiones, Kahneman analizó las entrevistas llevadas a cabo por el Instituto Gallup a 1.000 estadounidenses, que Gallup utilizó para elaborar un índice del bienestar. Pero los autores del artículo de PNAS querían ir más allá de conocer dónde estaban situados los estadounidenses en términos de bienestar y se preguntaron hasta qué punto los ingresos influían en la felicidad percibida por los encuestados.
Bienestar emocional
Para medir el bienestar, los autores tuvieron en cuenta dos conceptos "que a menudo se confunden": el bienestar emocional y la evaluación vital. El primero se refiere a la calidad emocional de la experiencia diaria de un individuo y el segundo, a los pensamientos que tiene una persona sobre su propia vida. El bienestar emocional se mide con preguntas sobre la presenciad de determinadas emociones (gozo, alegría, tristeza, estrés...) el día anterior a la encuesta. Sin embargo, la evaluación vital se mide preguntando a los participantes sobre cómo calificarían su vida como un todo hasta la encuesta.
Lo que concluyeron los autores es que un sueldo alto "compra la satisfacción vital, pero no la felicidad". Los ingresos bajos, por el contrario, se asocian tanto con una baja evaluación vital, como con un limitado bienestar emocional." (Público, 07/09/2010)
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