27/4/11

"Nuestro primer desafío es vivir bien –eso es la ética"

"Todas las proposiciones morales son falsas", ésa es una proposición moral que es falsa, si la proposición "Todas las proposiciones morales son falsas" es verdadera, que no lo es. ¡Ajajá!, una versión de la paradoja cretense del mentiroso, aquel Doctor que usaba construir robots inteligentes que cortocircuitaban y explotaban. (...)

Pero, si los valores morales objetivos no están en el mundo, ¿dónde se esconden? Lo que Dworkin nos viene a decir en su libro es cuándo podemos pensar de manera justificada que algunos juicios de valor son verdaderos, y es a saber: "cuando podemos pensar justificadamente que nuestros argumentos para sustentar su verdad son argumentos adecuados". Mas ¿no resulta eso circular? Sí, pero Dworkin arguye que es circular en el buen y no en el mal sentido. (...)

"El erizo es una imagen antipluralista. Pluralista era el pensamiento popularizado por Isaiah Berlin, conforme al cual hay verdades, pero están en conflicto. Yo creo que eso es falso. Las verdades en el dominio de los valores no son más conflictivas que las verdades científicas." (...)

Dworkin construye un detallado sistema axiológico –que abarca la democracia, la justicia, la obligación política, la moralidad, la libertad y la igualdad—, a partir de sus propios conceptos de dignidad y autorrespeto. Tampoco aquí se muestra Dworkin afín al espíritu de la época.

"El grueso de la filosofía actual está sumergida en la autorrenuncia. La mía, en cambio, comienza con la autoafirmación, que fue popular entre los griegos como Aristóteles y Platón, pero no lo es ahora. En nuestros días, la moral se percibe como autosacrificio. Yo trato de mostrar por qué es eso falso."

¿Por qué importa la autoafirmación? "Tenemos la responsabilidad de vivir bien. Nuestro reto es obrar como si nos respetáramos a nosotros mismos. No basta con disfrutar de nosotros mismos. " ¿Pero acaso no choca la autoafirmación con nuestros deberes morales para con los demás?

"No. Nuestro primer desafío es vivir bien –eso es la ética—, e indagar luego cómo ese desafío se vincula con lo que debemos a otras personas, que eso es la moralidad. La conexión es por partida doble. Por un lado está el respeto por la importancia de la vida de otras personas. Por el otro, la igual preocupación por sus vidas."

Imaginad que estáis en un bote salvavidas y tenéis que decidir cuál de dos niños hay que arrojar por la borda, destinado a morir. Si sois utilitaristas y creéis que lo que importa en moral es maximizar la felicidad del mayor número, entonces no tendréis que preocuparos si el niño que va a morir es vuestro hijo o el otro.

El sistema dworkiniano, en cambio, afirma que estaréis justificados si a quién salváis es a vuestro hijo. ¿Por qué?. "¡Porque es mi hijo! Porque es una parte de lo que para mí significa vivir. Es parte de mi vida, ante la cual soy responsable." Esperemos que sus dos hijos gemelos, Anthony y Jennifer, siempre hayan encontrado tranquilizadora esa parte de la filosofía de su papi.

"Ese tipo del parcialidad no puede funcionar en política: usted no puede eximir a alguien de pagar impuestos porque es su hijo. Pero en el ámbito moral funciona: se puede salvar a alguien porque es mi hijo, mientras, al mismo tiempo, se respetan las vidas de otras personas.

Cada persona tiene que tomar en serio su propia vida: debe pensar que es importante que su vida tenga un rendimiento positivo, en vez de verla convertida en una oportunidad desperdiciada. Estoy hablando de dignidad. Es un término del cual abusan los políticos, pero una teoría moral que quiera hacerse respetar debe avanzar a partir de ese concepto." (...)

En el libro que estamos comentando reflexiona sobre el aborto con la noción de dignidad en la cabeza. Dworkin cree que "en muchas circunstancias, el aborto es un acto de autodesprecio". "Una mujer traiciona su propia dignidad cuando aborta por motivos frívolos: para evitar tener que reprogramar una fiesta, por ejemplo.

Pero en otros casos yo juzgaría de manera harto distinta: por ejemplo, cuando las perspectivas de vida decente para una adolescente se vieran truncadas si se convirtiera en una madre soltera. Si el juicio es verdadero o falso en un caso particular, sigue siendo un juicio ético y no uno moral.

La decisión debe dejarse en manos de la mujer, en la medida en que la dignidad exige que todos se hagan responsables de sus propias convicciones éticas." "¿Qué podemos decir del feto?" "Dado que un feto en los primeros meses de gestación no tiene intereses propios –no más que una flor—, no hay porqué suponer que tiene derechos que protejan sus intereses."

Esta misma perspectiva lo lleva a argumentar que hoy, en muchos países, los impuestos son injustos, y no porque retengan demasiado, sino demasiado poco. "Hoy, en los EEUU, muchos estados se quedan sin dinero para hacer las cosas que hacen. Tienen que sostener las fuerzas policiales, los cuarteles de bomberos y la mayor parte de las cosas que hacen para salvaguardar a las personas de una muerte indigna."

Dworkin toma prestada de Kant la preocupación por la dignidad que debemos a los otros: la idea de que no es posible el autorrespeto, a menos que tratemos objetivamente bien a las otras personas. "Y eso no pasa en EEUU." (...)

Al final del libro, escribe Dworkin: "Sin dignidad, nuestras vidas duran a lo sumo lo que un pestañeo. Pero si nos las arreglamos bien en punto a llevar una buena vida, entonces creamos algo más. Escribimos una nota al pie de nuestra mortalidad. Hacemos de nuestras vidas diminutos diamantes obsequiados a las arenas cósmicas." (Sin Permiso, 10/04/2011, citando a 'Justicia para erizos. Una conversación filosófica con Ronald Dworkin', de Ronald Dworkin)

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