"Últimamente, la desigualdad ha vuelto a ser tema de conversación nacional. Ocupa Wall Street
dio visibilidad al asunto, mientras que la Oficina de Presupuestos del
Congreso proporcionó datos rigurosos sobre el aumento del desfase
salarial.
Y el mito de una sociedad sin clases ha quedado en evidencia:
entre los países ricos, Estados Unidos sobresale como el lugar en el que
la condición económica y social tiene más probabilidades de ser
heredada.
Así que ya sabíamos lo que iba a pasar a renglón seguido. De repente,
los conservadores nos están diciendo que, en realidad, la cuestión no
es el dinero; es un problema de moralidad.
El estancamiento de los
salarios y todo eso es lo de menos, el verdadero problema es el
hundimiento de los valores familiares de la clase trabajadora, lo cual
por alguna razón es culpa de los liberales.
¿Pero de verdad que todo es una cuestión de moralidad? No, es fundamentalmente una cuestión de dinero.
Murray, en efecto pone de relieve algunas tendencias sorprendentes.
Entre los estadounidenses blancos con un nivel de educación secundaria o
más bajo, la tasa de matrimonios y la participación de los hombres en
la fuerza laboral han descendido, mientras que los nacimientos fuera del
matrimonio han aumentado.
Claramente, la sociedad trabajadora blanca ha
cambiado en formas que no pintan nada bien.
Pero la primera pregunta que uno debe hacerse es: ¿verdaderamente están las cosas tan mal en lo que a valores se refiere?
Por lo visto, Murray y otros conservadores tienden a dar por sentado
que el declive de la familia tradicional tiene repercusiones terribles
para la sociedad en su conjunto. Naturalmente, esta es una postura que
viene de antiguo. (...)
Pero lo cierto es que algunos indicadores de la disfunción social han
mejorado drásticamente, a pesar de que la familia tradicional sigue
perdiendo terreno. Que yo sepa, Murray nunca menciona ni el descenso de
los embarazos en adolescentes en todos los grupos raciales desde 1990,
ni la disminución en un 60% de los crímenes violentos desde mediados de
la década de 1990.
¿Podría ser que las familias tradicionales no sean
tan cruciales para la cohesión social como pregonan? (...)
Aun así, está claro que algo le está sucediendo a la familia tradicional
de clase trabajadora. La pregunta es qué. Y francamente, es
sorprendente con qué rapidez y con qué alegría rechazan los
conservadores la respuesta aparentemente obvia: una reducción drástica
de las oportunidades de empleo al alcance de los hombres con un nivel de
estudios bajo. (...)
Sin embargo, para los hombres trabajadores con un bajo nivel de
estudios, todo ha sido negativo. El salario base, ajustado a la
inflación, de los hombres que tienen terminado el bachiller han caído un
23% desde 1973. Por otro lado, las prestaciones del trabajador han
caído en picado.
En 1980, el 65% de los trabajadores con el bachillerato
recién terminado que trabajaban en el sector privado tenían seguro
médico, pero en 2009, el porcentaje había descendido hasta el 29%. De
modo que nos hemos convertido en una sociedad en la que los hombres con
pocos estudios tienen grandes dificultades para encontrar un empleo con
un sueldo decente y buenas prestaciones.
Pero, por alguna razón, se
supone que tenemos que sorprendernos de que estos hombres tengan menos
probabilidades de formar parte de la fuerza laboral o de casarse, y
llegar a la conclusión de que ha debido de haber un misterioso
cataclismo moral causado por los liberales pijos.
Y Murray también nos
dice que los matrimonios de la clase trabajadora, si es que se producen,
se han vuelto menos felices; por extraño que parezca, los problemas de
dinero hacen eso. (...)
Y un pensamiento más: el verdadero ganador en esta controversia es el
distinguido sociólogo William Julius Wilson. Allá por 1996, el mismo
año en que Himmelfarb se lamentaba del hundimiento de nuestros valores
morales, Wilson publicaba When Work Disppears: The New World of the Urban poor (Cuando el trabajo desaparece: el nuevo mundo de los pobres de ciudad),
en el que sostenía que gran parte de los alborotos sociales entre los
afroamericanos, generalmente atribuidos a un desplome de los valores.
En
verdad se debían a la falta de trabajos manuales en las zonas urbanas.
Si estaba en lo cierto, es de esperar que suceda algo parecido si otro
grupo social —por ejemplo, los blancos de clase trabajadora—
experimentaran una pérdida de oportunidades económicas comparable. Y así
ha sido.
De modo que deberíamos rechazar el intento de alejar la conversación
nacional del aumento de la desigualdad y centrarla en los defectos
morales de los estadounidenses que se están quedando rezagados.
Los
valores tradicionales no son tan esenciales como a los conservadores
sociales les gustaría hacernos creer y, en cualquier caso, los cambios
sociales que se están produciendo en la clase trabajadora de EE UU son
en su mayoría la consecuencia, no la causa, del drástico alza de la
desigualdad." ('Dinero y moralidad', Paul Krugman , El País, Negocios, 12/04/2012)
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