"Hoy es un buen día para rescatar el ensayo sobre el nacionalismo del
autor que recibió una bala franquista en el cuello durante la guerra
civil española y después escribió Homenaje a Cataluña.
En sus Notas
sobre el nacionalismo George Orwell explica que no se limita a la
conexión entre identidad política y el accidente de haber nacido dentro
de un determinado territorio geográfico.
Para Orwell el nacionalismo
abarca mucho más; es un estado mental inflexible y poco racional, muchas
veces auto engañoso e hipócrita, siempre competitivo y en su esencia
—aunque el término no estaba tan en boga en sus tiempos como ahora—
racista.
“Por nacionalismo quiero decir, primero, el hábito de suponer que los
seres humanos pueden ser clasificados como insectos y que bloques
enteros de millones o decenas de millones de personas pueden ser
clasificados con certeza como buenos o malos”, escribe Orwell.
“Pero
segundo —y esto es mucho más importante— me refiero al hábito de
identificarse con una sola nación u otra unidad, colocarla más allá del
bien y del mal y no reconocer ninguna otra obligación más allá de la de
promover sus intereses”.
El escritor británico detecta estas actitudes
tanto en los ideólogos de la derecha y de la izquierda como en los
fanáticos religiosos, pero lo interesante hoy, precisamente, es ponderar
lo útil que pueda ser su ensayo como definición de las expresiones cada
día más extremas del nacionalismo catalán y de lo que en Cataluña
llaman “el nacionalismo español”.
Pasa el tiempo y uno ve como el discurso de ambos va encajando, cada
día más, con estas dos precisiones orwellianas. Los independentistas
catalanes clasifican a “los españoles” —o a los andaluces o a los
extremeños— como si cada uno de ellos no fuera un individuo único y
soberano; sus enemigos en el resto de España clasifican a “los
catalanes” con el mismo deshumanizante desdén.
Cada uno entiende sus
obligaciones e intereses en función de los prejuicios que le han
inculcado y se muestra incapaz —o no tiene la más mínima voluntad— de
intentar meterse en la piel del otro. (...)
La realidad es que el mayor aliado que tiene el independentismo
catalán, más influyente que Convergència i Unió o Esquerra Republicana
sobre los corazones y las mentes de la población, es el gobierno del PP.
El peor aliado sería un gobierno nacional dispuesto a reconocer que el
impulso secesionista responde a emociones reales y se debe tomar en
serio, que merece una respuesta medida y respetuosa, abierta al diálogo.
Partiendo, por ejemplo, del reconocimiento de que el catalán es un
idioma auténticamente nacional hablado por muchos millones de españoles y
que no se emplea, como algunos españoles fuera de Cataluña parecen
creer, “solamente para joder”.
Por el otro lado se podría hacer un
esfuerzo para reflexionar sobre la arraigada noción de que “los
catalanes somos superiores al resto de los españoles” o preguntarse,
suponiendo que sea verdad que sin Cataluña serían más pobres aquellos
seres humanos que por las cosas del destino nacieron en otra región de
España, si éste es un tema digno de interés o compasión. Aunque como
dice Orwell, según su definición del pensamiento “nacionalista”, “la
lealtad es el tema, y la compasión deja de operar”.
Orwell reconoce al final de su ensayo que “estos odios y amores
nacionalistas forman parte de lo que la mayoría somos….nos guste o no”.
Es decir, no se trata de una cuestión meramente española; es un síntoma
del subdesarrollo de la civilización humana.
Pero se puede hacer “un
esfuerzo moral”, propone Orwell, para que nuestros inevitables impulsos
emocionales no contaminen nuestros procesos mentales. Una modesta
propuesta (vivo en Cataluña, soy de familia madrileña y conozco un poco
el tema) para iniciar el recorrido por este camino: ¿por qué no
intentamos moderar un poco el lenguaje cuando hablamos de los
“catalanes” o “los madrileños” o “los andaluces”?
¿Por qué no considerar
racistas no solo a los que insultan a los negros, o a los musulmanes, o
a los “sudacas” o a los judíos sino también a aquellos que denigran los
que han nacido dentro del territorio español? Se daría un pequeño paso
adelante, quizá, si en la cultura española esto fuera mal visto también." (
John Carlin , El País, 24 NOV 2012)
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