26/11/12

“Por nacionalismo quiero decir que bloques enteros de millones de personas pueden ser clasificados como buenos o malos”

"Hoy es un buen día para rescatar el ensayo sobre el nacionalismo del autor que recibió una bala franquista en el cuello durante la guerra civil española y después escribió Homenaje a Cataluña

En sus Notas sobre el nacionalismo George Orwell explica que no se limita a la conexión entre identidad política y el accidente de haber nacido dentro de un determinado territorio geográfico.

 Para Orwell el nacionalismo abarca mucho más; es un estado mental inflexible y poco racional, muchas veces auto engañoso e hipócrita, siempre competitivo y en su esencia —aunque el término no estaba tan en boga en sus tiempos como ahora— racista.

“Por nacionalismo quiero decir, primero, el hábito de suponer que los seres humanos pueden ser clasificados como insectos y que bloques enteros de millones o decenas de millones de personas pueden ser clasificados con certeza como buenos o malos”, escribe Orwell.

 “Pero segundo —y esto es mucho más importante— me refiero al hábito de identificarse con una sola nación u otra unidad, colocarla más allá del bien y del mal y no reconocer ninguna otra obligación más allá de la de promover sus intereses”.

 El escritor británico detecta estas actitudes tanto en los ideólogos de la derecha y de la izquierda como en los fanáticos religiosos, pero lo interesante hoy, precisamente, es ponderar lo útil que pueda ser su ensayo como definición de las expresiones cada día más extremas del nacionalismo catalán y de lo que en Cataluña llaman “el nacionalismo español”.

Pasa el tiempo y uno ve como el discurso de ambos va encajando, cada día más, con estas dos precisiones orwellianas. Los independentistas catalanes clasifican a “los españoles” —o a los andaluces o a los extremeños— como si cada uno de ellos no fuera un individuo único y soberano; sus enemigos en el resto de España clasifican a “los catalanes” con el mismo deshumanizante desdén. 

Cada uno entiende sus obligaciones e intereses en función de los prejuicios que le han inculcado y se muestra incapaz —o no tiene la más mínima voluntad— de intentar meterse en la piel del otro.  (...)

La realidad es que el mayor aliado que tiene el independentismo catalán, más influyente que Convergència i Unió o Esquerra Republicana sobre los corazones y las mentes de la población, es el gobierno del PP. El peor aliado sería un gobierno nacional dispuesto a reconocer que el impulso secesionista responde a emociones reales y se debe tomar en serio, que merece una respuesta medida y respetuosa, abierta al diálogo.

 Partiendo, por ejemplo, del reconocimiento de que el catalán es un idioma auténticamente nacional hablado por muchos millones de españoles y que no se emplea, como algunos españoles fuera de Cataluña parecen creer, “solamente para joder”.

 Por el otro lado se podría hacer un esfuerzo para reflexionar sobre la arraigada noción de que “los catalanes somos superiores al resto de los españoles” o preguntarse, suponiendo que sea verdad que sin Cataluña serían más pobres aquellos seres humanos que por las cosas del destino nacieron en otra región de España, si éste es un tema digno de interés o compasión. Aunque como dice Orwell, según su definición del pensamiento “nacionalista”, “la lealtad es el tema, y la compasión deja de operar”.

Orwell reconoce al final de su ensayo que “estos odios y amores nacionalistas forman parte de lo que la mayoría somos….nos guste o no”. Es decir, no se trata de una cuestión meramente española; es un síntoma del subdesarrollo de la civilización humana.

Pero se puede hacer “un esfuerzo moral”, propone Orwell, para que nuestros inevitables impulsos emocionales no contaminen nuestros procesos mentales. Una modesta propuesta (vivo en Cataluña, soy de familia madrileña y conozco un poco el tema) para iniciar el recorrido por este camino: ¿por qué no intentamos moderar un poco el lenguaje cuando hablamos de los “catalanes” o “los madrileños” o “los andaluces”? 

¿Por qué no considerar racistas no solo a los que insultan a los negros, o a los musulmanes, o a los “sudacas” o a los judíos sino también a aquellos que denigran los que han nacido dentro del territorio español? Se daría un pequeño paso adelante, quizá, si en la cultura española esto fuera mal visto también."                (   , El País, 24 NOV 2012)

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