"El historiador Ferran Gallego analiza en su último libro, "El
evangelio fascista", la evolución del fascismo español desde la
República hasta 1950, que, según ha explicado el autor, denota que "el
caso español no fue muy diferente del de otros fascismos europeos de los
años 30".
La única peculiaridad que Gallego señala para el
régimen que arranca en 1936 es que "conquista el poder a través de una
guerra civil, pero en ningún caso se puede negar su naturaleza
fascista".
En una entrevista con Efe,
Gallego indica que "decir que no hubo fascismo en el régimen franquista
es tanto como negar el antifascismo que combatió en la Guerra Civil
española y el espíritu de las Brigadas Internacionales, que vienen a España a luchar contra el fascismo".
Rompe
asimismo Gallego la vieja idea de la historiografía de que el fascismo
español llegó tarde y mal: "Es verdad que cuando quiere ganarse adeptos,
la mayor parte de sus potenciales clientes se han hecho de la CEDA o
del carlismo, pero el fascismo como fenómeno de masas es en Europa un fenómeno de los años 30, con la única excepción de Italia".
En
"El evangelio fascista" (Crítica), Gallego sitúa el embrión de ese
fascismo ya en plena República, porque "no deben confundirse el partido y
el espacio cultural de fascinación por el fascismo" que ya se encuentra
en Calvo Sotelo y el Bloque Nacional, que "se declaraban fascistas pero
no militaban en Falange".
Para el historiador barcelonés,
Falange, un partido minoritario durante la República, se convierte en el
partido hegemónico a partir de 1936 porque "es congruente con el
momento de guerra civil, ya que era un partido militarizado, no pedía la
vuelta de ningún rey, tiene un discurso populista, cree en la
movilización de la masas y su ideario da por superada la democracia
parlamentaria".
Además, "su doctrina se ajusta a la situación de violencia extrema que hay en España y está dispuesta a aceptar un caudillaje carismático".
A
su juicio, el fracaso del golpe de Estado del 18 de julio propició el
surgimiento de un movimiento de masas a favor de fascismo: "No es un
mero golpe militar, puesto que se suma un poder civil con 60.000
milicianos falangistas y 30.000 requetés".
Falange, añade Gallego,
proporciona un ideario al ejército, cuyos oficiales tendrán la
obligación de militar en Falange, algo que no sucede en la Alemania nazi.
La Guerra Civil permite a los fascistas además "una unidad del mando", que no se produce en el bando republicano.
La
diversidad de fuerzas que se integraron en la sublevación de 1936 acabó
más adelante facilitando la oportuna desfascistización del régimen,
convertido en un estado nacional-católico.
"Cuando el fascismo
europeo cae, el español aguanta porque se muestra como garante de un
catolicismo glorioso y ya en 1944-45 plantea una especie de vía española
hacia el estado católico huyendo del totalitarismo alemán".
Opina
Gallego que, por esa razón, no es exacto hablar de una antítesis entre
católicos y fascistas en el período analizado, ya que "el falangismo es
desde su formación un partido profundamente católico", que encuentra en
el Imperio de Carlos V el referente simbólico de la defensa de la
sociedad católica frente a protestantes y turcos.
El autor de
"Todos los hombres del Führer" y "El mito de la Transición" cierra su
análisis en 1950 porque poco antes se produce el último debate cultural
de la España de la posguerra sostenido por Pedro Laín Entralgo y Antonio
Tovar, partidarios de "incorporar a la Generación del 98, a Machado y
Ortega, a la idea de España", frente a intelectuales como Rafael Calvo
Serer que "rechazan hablar de varias Españas legítimas". (Lainformacion.com, 31/03/2014)
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