9/5/14

El votante mediano es el que tiene mejores datos, y cero capacidad de influencia. A menos que se organice. En Estados Unidos...

"En democracia, se supone, los políticos responden a la opinión pública. Cuando los votantes de tu distrito o las bases del partido empiezan a quejarse sobre algo, y las encuestas empiezan a mostrar mayorías decentes a favor o en contra de una cuestión, nuestros representantes tienden a responder a ello, intentando ganar elecciones.

Esa es la teoría. A la práctica, todos hemos escuchado críticas sobre cómo los políticos nunca nos hacen caso, los grupos de presión y los lobbies tienen todo el poder del mundo y sólo los ricos y poderosos parecen ser capaces de ejercer influencia. Los legisladores en una democracia representativa responden a incentivos, pero las voces que escuchan están fuertemente filtradas por la estructura de poder real.

¿Cuál de estas dos visiones es más cercana a la realidad? Martin Gilens y Benjamin Page, de Princeton y Northwestern, han analizado 1.779 decisiones sobre políticas públicas en Estados Unidos durante los últimos 20 años, evaluando qué factores parecen tener más peso en cada votación.  (...)

El análisis ofrece unas conclusiones bastante deprimentes. Si mantenemos las preferencias de los grupos de presión y los votantes más ricos constantes, a los políticos les importa un rábano la opinión pública: la probabilidad que hagan lo que pide la mayoría no varía un milímetro.

 Si el votante mediano está en contra, hay un 30% de probabilidad que la política pública impopular salga adelante. Si están a favor, la probabilidad que sea aprobada es un 30% igualmente. Si el tema es del interés de l 10% de votantes más ricos, sin embargo, los números cambian de forma dramática. 

Si la mayoría de ricos se oponen a algo, la probabilidad que salga adelante cae a cero; si están a favor, la ley será aprobada un 50% del tiempo. Las cifras son aún más dramáticas si miramos a grupos de interés, con los lobbies empresariales teniendo una capacidad de influencia enorme cuando actúan de forma coordinada. 

Los grupos de presión “de masas” (sindicatos, organizaciones religiosas, asociaciones de veteranos, etcétera) tienen también una capacidad de influencia considerable, aunque significativamente menor que los grupos empresariales.

Resumiendo: si los autores están en lo correcto, en Estados Unidos los políticos hacen caso, ante todo, a los lobbies empresariales. En segundo lugar, a cierta distancia, los legisladores se preocupan de lo que piensa el 10% de votantes con más ingresos y los grupos de interés organizados de masas estilo foro de la familia, asociaciones de jubilados y demás. Lo que diga el votante mediano le importa un comino, y a los pobres ni sabe que existen. Es para echarse a llorar.  (...)

Por añadido, cualquier modelo estadístico es tan fiable como los datos empleados para estimarlo, y desgraciadamente en este caso los datos no son demasiado espectaculares. Las cifras utilizadas para estimar preferencias de los votantes según nivel de renta son bastante torpes, y realmente sólo capturan votantes acomodados, no las élites económicas (la decila superior empieza en $146.000 al año, algo que no es especialmente ultra-rico), y los indicadores sobre grupos de presión son sugerentes pero muy poco precisos.

 Los mismos autores reconocen que el modelo parece agrietarse cuando incluye todas las variables, perdiendo parte del poder explicativo, algo que no acostumbra a ser buena señal.

Otro problema añadido puede ser un sesgo negativo en las políticas analizadas – los grupos de interés, por ejemplo, están oponiéndose a cambios en políticas públicas en la mayoría de debates.

 El sistema político americano está diseñado para favorecer el status quo: es mucho más fácil proteger una ley existente que cambiarla. Dado que los ricos y grupos de interés estarán más a menudo en el bando conservador, las cifras pueden sobrestimar su capacidad de influencia.

Aún con estas objeciones, es importante recalcar una cosa: de todas las variables en la regresión, el votante mediano es el que tiene mejores datos, y todas los modelos lo dejan con cero capacidad de influencia

 La única manera que los ciudadanos de a pie puedan ganar peso es organizándose, formando asociaciones, grupos de interés y sindicatos. La muerte del sindicalismo americano en las últimas tres décadas, bajo esta perspectiva, es una pérdida infinitamente mayor que el final de la negociación colectiva en unas pocas empresas.

Es una conclusión deprimente, sin duda, pero habiendo visto el sistema político americano desde (relativamente) cerca, no me sorprende gran cosa."          ( , Politikon, 11/04/2014)

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